We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.
Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.
| Í | |
CINE-MUNDIAL
tenían más experiencia; montones de seres humanos estaban dispuestos a hacer cuantos sacerificios, cuantas humillaciones fuesen necesarios para alcanzar lo que él buscaba fundándose en que había sido bailarín en Nueva York y en que era amigo de Norman Kerry y de los amigos de este artista. Sin embargo, muchos de esos aspirantes a la gloria de la pantalla solían pasar hambre, y, para librarse de tales privaciones, se veían obligados, con no poca frecuencia, a refugiarse en algún hotel o restaurante, donde adornaban con su belleza y con sus ilusiones la humildísima tarea de lavar platos, cuando no tenían que recurrir
| a medios mucho menos dignos.
busca de otra oportunidad, por muy mezquina
Pero Rodolfo, al fin, halló trabajo, como “extra”, ganando $5 al día, o sea, mucho menos de lo que solía ganar como Rodolfo el bailarín. Fué Emmett Flynn — el director de “El Conde de Monte Cristo” — quien le dió esa primera ocupación en la película “Alimony” (de la Universal) en que figuraban como actores principales Norman Kerry y Wanda Hawley. Detalle curioso de ese modesto debut de quien había de llegar tan alto en el arte cinematográfico fué que mientras trabajaba en aquella película, conoció a una ““extra””, llamada Alice Taffe, que, andando el tiempo, había de llamarse Alice Terry y se haría famosa en
la misma película que hizo famoso a Rodolfo Valentino: “Los Cuatro Jinetes.”
Después de esa tan deseada iniciación volvió a quedar lo mismo que antes: sin trabajo; oblizado a recorrer diariamente el mismo calvario, de estudio en estudio, de amigo en amigo, en
que fuese; y entretanto, viviendo a expensas de Norman Kerry, si bien ya no en el elegante
Hotel Alexandria, toda vez que, por decoro, se había trasladado a una modesta casa de “apartments”.
Logró, a duras penas, trabajar, siempre como “extra”, en alguna que otra película; pero desilusionado luego ante la agria realidad de los estudios, tan distinta de lo que uno se imagina antes de conocerlos, volvió a refugiarse en su vieja profesión, que tanto empeño tenía en olvidar. Volvió a ser el mismo Rodolfo el bailarín de Nueva York; pero esta vez, en un cabaret de los alrededores de Los Angeles, y por la modesta suma de $35 a la semana, o sea, lo que ganaba entonces un mísero “extra” de los estudios de Hollywood. Pero siquiera allí tenía la comida segura sin necesidad de pasar por la humillación de que nadie le mantuviese. Y además, tenía la esperanza de que le “descubriera” alguno de los directores peliculeros que frecuentaban el cabaret.
Sin que nadie le descubriese, pasó a bailar al Hotel Maryland, en Pasadena, en compañía de la bailarina Kitty Phelps, que fué la primera mujer a quien amó en California, aun cuando ya antes de eso hubiese tenido ligas de una u otra índole con más de una Eva.
Gracias a una oportuna indicación de Emmett Flynn, volvió a tra
AcosTo, 1927
I
Tres artistas que intervinieron en la vida de Valentino durante sus primeros meses en California: Gloria Swanson, a quien él inspiró singular antipatía; Mary Miles Minter, de quien se enamoró sin resultados y Jean Acker, con
bajar en los estudios; pero esta vez, en uno de los principales papeles de “La Virgen Casada”. Aquí sí iba a tener ocasión para darse a conocer, en vez de perderse, como hasta entonces, en el montón de anónimos “extras”. Le importaba poco que le pagasen tan sólo cincuenta dólares a la semana. Desempeñó su papel lo mejor que pudo, y aguardó confiadamente a que los empresarios de Hollywood que viesen la película viniesen a porfía a ofrecerle contratos fabulosos. Aguardó.en vano. Terminada la cinta, se inició un pleito que retardó su exhibición hasta que Rodolfo ya se había hecho famoso por otros conceptos. Y entonces no fué él quien recogió el fruto de aquel su primer papel importante: fueron los filmadores quienes aprovecharon la fama de Valentino.
De tan poco le había servido aquel ascenso casual, que, después de haber trabajado como uno de los primeros actores en aquella película, volvió a verse en apuros, y' tuvo que aceptar otro puesto de “extra” que le ofreció Emmett Flynn, si bien ganando esta vez $7.50 diarios, y recibiéndolos durante todo el tiempo que duró la filmación, en vez de recibirlos unos cuantos días, según los usos de Cinelandia.
Poco después, Bob Leonard y su esposa Mae Murray, que le habían conocido en Nueva York, le dieron el papel de primer actor en “La Gran Personita” con cien dólares de sueldo a la semana. Luego, en la siguiente película de la misma Mae, volvieron a emplearle con la misma categoría. Pero en la otra película, no habiendo papel adecuado para él, fué preferido Ralph Graves, quien acababa de ganar un premio en un concurso de belleza.
Rodolfo trabajó luego a las órdenes de Paul Powell, de James Young, de D. W. Griffith y de Sid Grauman, unas veces como actor
(Continúa en la página 653)
quien se casó.
PÁGINA 617