Cine-mundial (1928)

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CINE-MUNDIAL UN ARGENTINO DE PARIS Por r, interioridades psicológicas. Imagínate a un señor que dejó de ser joven hace ya bastante tiempo; figúratelo suspirando todavía por aventurillas más o menos prohibidas y deseoso de llevarse a la tumba aunque no sea más que el recuerdo de un último desliz, especie de ofensa postrera contra su vida burguesa y sedentaria; insulto a sus venerables pantuflas, sacrilegio contra el enjaulado canario que ha aprendido a picotearle los cristales de los lentes y definitiva mancha sobre una reputación de persona caserit algo reumática y en extremo asustadiza. Ponte en su lugar, lector amigo, y figúrate el tempestuoso efecto que traerán a su ánimo los relatos que hacen las personas que van a París y llegan luego contando maravillas y subrayando aquello de que, en dicha ciudad, la edad es lo de menos en los lances galantes. .. Ponte en mi lugar, repito, metafóricamente, y adivinarás las ganas que con pecaminosa frecuencia me entran de ha cer mis maletas, arrojar las ba> buchas por la ventana, regalar ceda el canario al gato de la vecina EE 3 5 -TR a despedirme apresuradamente de mis colegas (no sin pedir a Hermida tal cual dirección o número telefónico) y meterme en el primer trasatlántico para buscar una calaverada resonante que me desacredite definitivamente... Pero mientras llega ese instante, al que todavía no me deja acercarme lo flaco de mi voluntad, me conformo con buscar nuevos datos que fortalezcan mi resolución. Así, hace unos meses, me entrevisté con Antonio Moreno para solicitar confidencias europeas; y tan completas me las hizo que todavía me desazonan. Luego, vinieron otros de “allende el mar” y a todos hice preguntas y, por unanimidad, confirmaron previa información. Por fin, en calidad de puntilla, recibí la visita de un nuevo amigo, todavía más experto y franco que los restantes, y ahora sí estoy decidido a no dejar este pícaro mundo, sin conocer la más pícara y deliciosa de sus capitales. Pero esos son asuntos personales... Los argentinos se dividen en dos grandes ramas, a saber: los que viven en París y los que no. Pero éstos se hallan en desconsoladora minoría, aunque las estadísticas digan lo contrario. Yo no me fío de las estadísti ENERO, 1928 ECTOR, no sé que idea tengas de mí; pero para los efectos de esta entrevista, es justo que te haga un breve esbozo de mis AMADA 2 qa > Leonardo Devesa, joven actor, director y empresario cinematográfico, que ha filmado numerosas peliculas en Argentina, Francia, España e Italia. a, ~“ = cas desde que me enteré de que, conforme a los numeritos y comparaciones de las Compañías de Seguros, me debía haber muerto cuando más tarde, el 2 de octubre de 1904, a eso de las seis y media... Y nada, sigo vivito y coleando. Pero a lo que voy. Este argentino de París que me acabó de desconcertar con sus jugosos relatos es, entre otras cosas, actor de cine, simpático como él solo, alto y trigue ño y... bueno, ahí va la efigie para que se a Eduardo Guaitsel sepa con quién y de quién hablo. Su nombre es Leonardo Devesa, aunque lo de “Leonardo” creo que es una innovación, y lo conocen cuantos hayan visto películas europeas de reciente manufactura. —¿Qué lo trajo por aquí? — le pregunto. — Vengo huyendo... —¿ De quién? —De la cinematografía francesa... ¿No dije que el chico tiene talento? ñ Con ese motivo, me da sus despampanantes opiniones respecto A a la cinta “Napoleón”, que es más j mala que la carne de pescuezo, ù como dijo un mi colega; a la de ! “Casanova” que no está mal pe ro que pudo estar mejor; a la J del “Negro que tenía el alma blanca”, que — contra lo que muchos creen — no es cinta en colores y que él calificó de excelente y respecto, también, de los directores y artistas de Francia, que le “infunden” escasísima estimación. Devesa es un trotamundos y conoce mucho del negocio de espectáculos. Con un mi compadre —que no nombro para que no se esponje— anduvo haciendo la exhibición de “La Casa que se Quemaba Siempre”, con bomberos y multitud de llamas que ardían que daba miedo. De ahí pasó, con la mayor naturalidad, a la cinematografía y ahora, según es de su obligación, vino a completar lo que con tan buenos auspicios inició en Europa. —¿Ud. dónde comenzó a filmar? —En mi país como actor y director, con la casa Gallo, y luego en España... —¿En España? —¿Por qué no? —Eso es. ¿Por qué no? Y ¿en qué película? —Una que luego se llamó “Amor de Torero”, o algo así, por' el estilo de “Sangre y Arena”... pero no la de Blasco Ibáñez... —¿Y después? —Después me contrató la casa Pathé de París, para que fuera como primer actor a interpretar un argumento hispano: “La Gitanilla”. Y ahí me quedé haciendo otras cosas... “Jazmín”, en que salí con unas barbas muy árabes y muy blancas, como caíd. .. y “El Destino”, otra cinta francesa... (Continúa en la página 65) PÁcrva 17