Cine-mundial (1928)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

sos, lo que aparentemente estaba yo adivinando sería sugerido por la expresión fisionómica, por los antecedentes del individuo, por alguna asociación de ideas. En otros — tal vez en la mayoría — sería el resultado de atribuir al entrevistado lo que en circunstancias parecidas me ocurriría o me habría ocurrido ya a mí mismo. La impresión predominante en casi todos los experimentos que logré consumar me representaba a las estrellas compadeciendo, en su fuero interno, a sus admiradores. La conclusión principal a que llegué después de recibir tan persistentemente aquella misma impresión es que, cuando uno pretende sondear el alma de un semejante, corre el riesgo inminente de limitarse a convertirla en espejo y, consiguientemente, a mirarse a sí mismo reflejado en ella, si bien tan desfigurado por la ajena refracción, que él mismo creerá que está realizando un profundo sondeo. Para experimentar en condiciones menos expuestas a tales riesgos, se me ocurrió que lo mejor sería emplear seres de otra índole. CINE-MUNDIAL A ser posible, animales de esos que solemos llamar inferiores, por más que el arte cinematográfico haya venido a colocar a algunos de ellos a una gran altura, en la que se codean con seres humanos no menos privilegiados que ellos. Recorrí, pues, los estudios en busca de artistas declaradamente infrahumanos. Fxaminé perros, caballos, monos, osos, mulas, burros, con el fin de determinar cuál sería el más idóneo de todos para someter a prueba mis supuestas facultades “psicoanalíticas” sin exponerme a tomar como perteneciente a él lo que pudiera estar bullendo en mi magín. Tras un análisis concienzudo delas circunstancias que rodeaban a cada uno de los artistas cuadrúpedos, llegué a concluir que el asno era el más indicado no sólo por las grandes diferencias que deben existir entre él y un periodista que ha logrado ganarse la vida honestamente como corresponsal en Hollywood, sino también porque, si bien se mira, el burro es, de todos los peliculeros, el que menos parte ha tomado en las actividades cinematográficas, lo cual quiere decir que es Lupe Vélez, artista que aparte de haber revolucionado al público, se trae “lelo” a cuanto colega encuentra en Hollywood, con su “salsa mejicana”. en un “piña” El violinista Cugat la pescó aquí donde se traía mareados a Karld Dane, Adolphe Menjou, John Gilbert, Richard Barthelmess y el indispensable Barón de Segurola. De Mille, inspirado por Júpiter, descubre un nuevo tema para su próxima película. OCTUBRE, 1928 el que menos se ha desviado de su manera de ser natural y, por ende, el que menos riesgo nos ofrece de hallarse adulterado por equívocos toques de humanidad. Por otra parte, el burro es bastante cándido para dejarse acariciar sin incurrir en suspicacias; y como si todo ello no fuese abundantemente ventajoso, ofrece al observador “psicoanalista” dos luengas orejas, que equivalen a antenas de la personalidad, gracias a las cuales se facilita el acto de recoger las vibraciones valiosas del recóndito espíritu asnal. En este caso sí podía yo hacerme la ilusión de que cualquier concepto que viniese -a mi mente mediante el contacto de las in quietas antenas del artista carecería de todu elemento humano y no podría, por ende, ser debido a un simple reflejo de mi propio espíritu observador. En efecto, es casi seguro que la generalidad de los burros tiene ideales, costumbres, creencias y experiencias por completo diferentes de los de la mayoría de los hombres, no obstante que éstos y aquéllos son animales domésticos y forman parte de la misma civilización, en cuyo origen, por cierto, el asno, representado por la cabalgadura que acarreara a la Sagrada Familia, desempeñó un papel muchísimo más noble que el del hombre, representado por la mayoría del pueblo que crucificó a su Salvador. Es cierto que en las actividades cinematográficas disminuyen un tanto las diferencias entre el burro y el hombre, toda vez que uno y otro son igualmente actores peliculeros, y ganan un salario por representar su papel, y obedecen órdenes de un director humano, y tienen su “Manager” encargado de buscarles contratas, y su secretario para contestar las cartas y mandar retratos a los admiradores; ete., etc., etc. Pero aun así el artista asnal conserva las diferencias que más nos interesan, si se le compara a sus colegas humanos. Por ejemplo, carece de codicia hasta el punto de no importarle que otro disfrute sus ganancias; nunca se divorcia, ni se emborracha, ni siquiera asiste a orgías; no tiene vanidad; no simula virtudes que esté distante de poseer; y, sobre todo, posee una lengua distinta de la de los hombres, y apenas entiende unas cuantas palabras de las que los hombres hablamos. Por consiguiente, sus cerebraciones tienen que estar formuladas en términos distintos de aquellos en que nosotros pensamos; y no hay, por ende, posibilidad de que se confundan con el propio tesoro espiritual del observador los conceptos que reciba al recoger las. vibraciones asnales en las inquietas orejas del artista observado. Lo difícil, a primera vista, es concebir cómo podrá haber comunicación entre dos espíritus que carecen, al parecer, de un medio común de expresión. Pero reflexionando con un poco de devoción científica, luego se halla la fácil solución de este importantísimo problema. A falta de los pensamientos verbales, el psicoanalista tendrá que conformarse con descubrir telepáticamente las imágenes que figuren en las actividades mentales del asno; y por un sencillo proceso inductivo, que resulta ya tarea elemental, reconstruirá el pensamiento total, lo mismo que, cuando escucha los sonidos imperfectos que balbuce el niño, completa las sílabas y la frase y el estado de ánimo de la criatura. Por ejemplo, si mediante las vibraciones recogidas en las móviles antenas de la personalidad del burro percibo telepáticamente PÁGINA 838