Cine-mundial (1928)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

CINE-MUNDIAL SIGUE EN ESPAÑA L AFICION-AL BOXES Una curandera extraordinaria que no receta ni cobra y que, por lo mismo, ha ido a dar al manicomio. — La pelea de Uzcudun y otras que han hecho ruido.—Se cierne la tragedia por las nubes, en los cosos y hasta en el cuadrángulo. Por Eduardo OS médicos de Valencia tuvieron razones más que suficientes para alborotarse un poco. Les salió allí una especie de curandera, que es una verdadera ma ravilla. Y no lo digo por las curas que haya hecho, sino por los medios que empleaba para curar y para que su escarcela no se transformara en objeto inútil. Natalia se llama la tal curandera. Mezclaba en sus métodos lo divino con lo humano. A los enfermos les daba a tomar agua, sencillamente agua de una fuente cualquiera. Pero antes la bendecía. Unas bendiciones al líquido elemento, otras bendiciones al enfermo y cátate al paciente completamente libre de sus dolencias. Esto, al menos, afirmaban ella y sus ayudantes. Y los dolientes acudían a su “clínicas” en proporciones alarmantes; por veintenas primero, por centenares después, y últimamente casi por millares. Natalia no establecía emolumentos por sus “curas”. Admitía limosnas de los seres agradecidos. Y día hubo en que las tales limosnas ascendieron a la no despreciable cantidad de cinco mil pesetas. ¿Eh? ¿Qué tal? Tiene mucho talento doña Natalia. Los médicos, naturalmente, pusieron el grito en el cielo. A fuer de hombres científicos, se permitieron dudar de semejantes milagros, hechos en un rincón de Valencia por la mujer de un camarero. Se me olvidaba decir que el marido de doña Natalia es camarero. No es que yo crea que el ser camarero pudiera constituir obstáculo para el don divino que asistía a su despabilada mujer. Lo menciono solamente en calidad de detalle. Y que la divinidad que asiste a Natalia no me lo tome en cuenta. El caso fué que intervinieron las autoridades. El mismo gobernador de la provincia intentó hacerse con pruebas para castigar a la curandera. Para ello se presentó de incógnito, cierto día, en la “clínica” famosa en calidad de paciente. Natalia le entregó una botellita con agua bendita y le echó a él unas cuantas bendiciones. El gobernador quiso que le diera medicinas, en vez de agua, y que le cobrara la consulta. Todo inútil. Doña Natalia solamente curaba con agua bendita y no percibía honorarios. Podían darle, las almas buenas, cuanto quisieran en calidad de limosna. Pero nada, absolutamente nada, como pago. No había modo de sacarla de ahí. El gobernador, un tanto mohino, recogió el agua y se marchó a su despacho oficial. Nada podía hacer contra aquella mujer, que no recetaba, no daba medicinas y no cobraba las consultas. Indudablemente, la doña Natalia se perdía de vista. ¿Qué hacer? Alguien pensó que la tal señora podía muy bien estar loca. Una persona que se dice asistida de la Gracia Divina y que afirma que cura las enfermedades todas gracias a este don, es de suponer que esté trastornada. Y Natalia fué conducida al hospital para ser sometida a un reconocimiento. Si se la declara loca, tendremos que confesar que su demencia es muy curiosa. Una locura que le permitió ganar el dinero a raudales sin peligro para nadie, a excepción de log médicos, que eran sus verdaderas víctimas, es enajenación mental merecedora de OCTUBRE, 1928 A. Quiñones respetos y alabanzas. Yo soy ferviente admirador de doña Natalia. Lo digo como lo siento. Creo que su talento es mayúsculo y su habilidad extraordinaria. Es más, tengo por genial a la tal señora. No sé si dejará escuela, aunque el temor al manicomio sea suficiente para cortar las alas a sus discípulos; pero no se me negará que otros la han dejado con menos motivo. Y si no se la declara loca, ¡menudo reclamo se le habrá hecho! ¡Y que digan que no tiene talento la mujer del camarero de Valencia! ¿Que su negocio estaba fundado sobre la ignorancia ajena? Naturalmente. Pero ello no le quita mérito al sistema. Ignorantes hay muchos, muchísimos. La imbecilidad hállase extendida por todos los ámbitos del mundo. Sin embargo, son muy pocos los que hacen dinero con métodos tan sencillos como los empleados por la curandera valenciana. En el caso de Natalia — y esto sí que lo digo con pena —los ignorantes eran numerosos y pertenecían a todas las clases sociales. A su “consulta” asistían gentes pobres, gentes de mediano pasar y hasta esas que pueden permitirse la comodidad de tener coche propio. Así era de grande la fé que la curandera había conseguido inspirar a unos y a otros. ¡ Y que se la suponga loca! Pudiera estarlo. Esto los médicos lo dirán. Ya lo habrán dicho cuando esta correspondencia se publique. Pero, decláresele loca o no, la tal doña Natalia se ha reído de la humanidad mientras escuchaba el agradable tintineo del oro, que sin cesar caía en su bien repleta escarcela. ¡Loca!... a as locura la suya! + Va cundiendo en España la afición al boxeo. Ello se debe, principalmente, a las campañas realizadas en América por Paulino Uzcudum. El anuncio de cada uno de sus combates en tierras americanas, despertaba aquí honda emoción. Y así, la gente se fué aficionando a un deporte que antes le era poco menos que desconocido. Hoy se habla de boxeo con suficiente conocimiento de causa. Los partidarios de esta clase de luchas se multiplican y llenan los estadios cuando se trata de buenas peleas. Sin embargo, falló la entrada en el reciente encuentro entre Uzcudum y el alemán Haymann celebrado en San Sebastián y en el cual se disputaron ambos púgiles el campeonato de Europa. Sin duda influyó en ello el fra“caso de la anunciada pelea entre el de Régil y el italiano Bertazzolo. Este último se mostró harto esquivo para disputar al vasco el campeonato y, a última hora, se disculpó y no se enfrentó con el ex leñador. En vista de ésto, se concertó el encuentro con Haymann, que fué presenciado por unas siete mil personas. La plaza había sido preparada para dar cabida a quince mil espectadores. Uzcudum demostró, en todos los rounds, manifiesta superioridad sobre el alemán. Haymann quedó materialmente destrozado. El público tuvo compasión de él ante el bárbaro castigo que sufrió a manos del vasco. Ello no cbstante, aguantó hasta el undécimo round, demostrando maravillosa resistencia. Los espectadores, pese al fracaso, lo aplaudieron con simpatía al final. Aplausos merecidos, pues hizo una pelea limpia y honrada. El de Régil, a la terminación del encuentro, se dedicó, en pleno ring, a $us acostumbrados ejercicios acrobáticos. Se le notaba completamente fresco. El público lo ovacionó constantemente con verdadero entusiasmo. El púgil alemán embarcará en breve para América. Va en busca de triunfos. Sus ánimos son grandes y su esperanza no es menor. Otra pelea de importancia fué la celebrada en la Plaza Monumental de Barcelona entre el americano Joe Dundee, campeón del mundo de peso welters, y nuestro compatriota Hilario Martínez. Aquí se volvieron las tortas. El boxeador español fué, casi, casi, un juguete en manos de Dundee. En el séptimo round, su manager Berthys arrojó la esponja. Así terminó el encuentro. Hilario demostró manifiesta inferioridad. (Continúa en la página 896) Se ignora completamente qué temida fiera o qué fementido galán habrá amenazado a la pobrecita de Phyllis Haver, pero resguardada por el poderoso brazo de Victor Varconi, ya se siente — y se ve — mejor. Ambos son artistas de De Mille. PÁGINA 844 Qca A T A A Az A > AáIdddz—O — A