Cine-mundial (1928)

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CINE-MUNDIAL EL MAD RUDA D EFE 5. TA TEUTASS Las que, debiéndose ver, no se ven —unas por mal situadas y otras porque, en pleno abandono, van perdiendo rápida mente su identidad.—Las que peor estarían desempolvadas y las que, carcomidas o espléndidas, faltan definitivamente. —Se aboga por una revisión general y se dan las razones en un diálogo. Por Eduardo I amigo estaba realmente indignado. Los brazos en alto, los puños cris pados, la cara roja...; salían las palabras de su boca, a manera de rápidas y secas detonaciones como si preten diera el imposible de incrustarlas en el ambiente. —¿Qué le parece a usted? — me dijo — Madrid aún no ha elevado una estatua a Concepción Arenal...¡Esto es cosa que no tiene nombre! Quedé sorprendido. Nunca había parado mientes en el asunto. Hice que mi memoria diera un paseo por los lugares todos donde se levantan mármoles recordatorios, y, efectivamente, en ninguno estaba el recuerdo, pétreo o broncíneo, de la genial gallega. — Evidentemente, — hube de contestar a mi amigo — tiene usted razón; es bochornoso que la eximia mujer no tenga ninguna estatua en la capital de España. —¡ Y tan bochornoso! Parece que no han tenido tiempo...¡oígalo usted bien!...que no han tenido tiempo de acordarse de ella. En cambio, tómese usted la molestia de dar un paseo por este empecatado Madrid y verá usted estatuas y monumentos a Pérez y a López y a García...unos señores que supieron decir, a tiempo, cuatro vaguedades, si es que las vaguedades pueden ser oportunas alguna vez. Bien es verdad que también tuvieron el talento necesario para distribuir prebendas entre algunos parientes y paniaguados. Para esos hubo mármoles y bronces y honores... ¡Y qué estatuas algunas de ellas! Sin duda, los brazos de mi amigo se cansaron de estar en alto y se abatieron a lo largo del cuerpo. Su mirada hízose más apacible y las palabras salieron de su boca con una mayor suavidad. —En Madrid — dijo — hay plétora de estatuas y monumentos. Algunos de ellos están plenamente justificados. Otros por inmerecidos y algunos por excesivamente modestos debieran ser suprimidos. Existieron señores mediocres que cuentan en Madrid con magníficos monumentos y hubo hombres excepcionales a los que se les erigieron ridículas estatuillas, indignas de ellos y de este moderno Madrid lleno de cosmopolitismo y rezumante de alegría, de belleza y de sol. Se impone, créalo usted, una revisión de monumentos y estatuas. Muchos de los que existen desaparecerían para ser sustituidos por otros que están pidiendo, a gritos, en la conciencia de las personas cultas, el lugar que les corresponde en esta despreocupada Villa y Corte. Esta revisión sería una verdadera obra de justicia. ¡Cuantos fantasmones echaría por tierra! —Me parece —le atajé — que exagera us ted un poco. Todos los monumentos y estatuas que existen en Madrid, tienen alguna Justificación. Mi amigo me miró de arriba a abajo. Sorprendí, en su mirada, una mezcla de indigna NOVIEMBRE, 1928 A. Quiñones ción y desprecio. Después, lentamente, pausadamente, como si fuera pesando las palabras, una a una, me contestó: —¡ Allá usted si lo cree así! Para mí, la mitad, por lo menos de las que se levantan en nuestras calles, plazas y parques, no tienen justificación ninguna. Y, si la tienen, es tan nimia que es casi como si no la tuvieran. Algunos de ellos han sido erigidos a la memoria de políticos que, a lo más no pasaron de cumplir con su deber...j¡Valiente cosa! . .. Hay infinidad de pobres diablos que cumplen día a día, durante una vida entera, con obligaciones penosísimas y en lamentables condiciones. A ninguno de los tales se le podrá ocurrir jamás que merece una estatua para servir de admiración a las generaciones venideras. —Según su criterio, habría que suprimir todas las estatuas. — Alto allá! Todas no, muchas sí. Hay seres excepcionales cuya memoria merece pasar a las generaciones futuras. Los hay que se imponen el sacrificio, siempre que con él se reporte algún beneficio a la Humanidad. Hay cerebros priviligiados que trabajan infatigables en pro de un mundo mejor que el actual. Todos ellos, o por lo menos sus obras, son acreedores al respeto y a la admiración de las generaciones. Y son, ade labor y sus estudios acerca de la corrección del delincuente, son suficientes a colocarla entre las primeras figuras mundiales de todas las épocas. Recabó sistemas y mejoras en beneficio de los penados, que han sido más tarde justipreciadas en su valor y que han ido penetrando, acaso con excesiva lentitud, en los presidios. La personalidad de esta mujer excepcional se acusa con maravillosos relieves. Es una de las más grandes figuras femeninas de España. El feminismo español está en deuda con ella. Me refiero al feminismo útil y noble, que templa su alma en el sacrificio y fortalece su cerebro en el estudio. Marchábamos calle del Arenal abajo, toda llena de ruidos en aquella hora de mediodía, plena de sol. Mujeres pimpantes, mujeres llenas de afeites, mujeres garbosas, de faldas cortas y pinturas largas, pasaban a nuestro lado dejando en pos de sí aromas de juventud y fragancias de belleza. Las bocinas estridentes de los automóviles se mezclaban a los pregones de los vendedores ambulantes, produciendo un extraño concierto de notas discordes... Y allá, en la Plaza de Oriente, cerraban en círculo las pétreas estatuas de antiguos reyes. Son estatuas en las que el tiempo puso el sello indeleble suyo. Aquellas piedras, que parecen tender a desmoronarse, se muestran, en muchas partes, sucias y desconchadas. Los hombres, por lo visto, no se cuidan mucho de ellas. Mi amigo me las fué mostrando. No aparecía indignado, como lo estuviera momentos antes. Más bien parecía que de su boca se exhalaban dejos de amargura. —Aquí tiene usted —me dijo —a Isabel la Católica. El tiempo no respetó la efigie de aquella gran Reina, a la que se debe, en parte muy principal, el descubrimiento de América y el término feliz de la reconquista de España. Mírela usted. Le falta un pedazo de nariz. Esto no está bien. Cada vez que la contemplo siento algo así como si constantemente la estuviéramos faltando al respeto. Y llevándome un poco más allá, agregó: —"Fíjese en la estatua de don Alfonso VI, Rey de Castilla. Tiene la cara destrozada y su manto parece capa de pordiosero. A doña Urraca, le han puesto los años una extensa cicatriz que le atraviesa el rostro. Y si se El Rey.de España, según aparece en la primera pel.cula parlante que la Fox tomó del monarca. Alfonso MI hace, en ella, un breve discurso en inglés, más, escuelas, en las que estas generaciones han de encontrar estímulos y enseñanzas. Por eso mi indignación es grande al ver que Madrid no ha erigido una estatua a Concepción Arenal, la mujer que supo sacrificarse por ver disminuir las penas de los desgraciados. Fué una verdadera precursora. Su fija en don Sancho de León, verá que está como si las viruelas le hubieran agujereado la cara. Esto es un verdadero abandono. Tienda la vista hacia este lado y vea que al famoso don Alfonso V, el Batallador,se le ha caído una mano. Contemple a don Alfon(Continúa en la página 968) PÁGINA 934 A AAA A a a AI ANA