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CINE-MUNDIAL
Lo que no comprenderá tan fácilmente el lector es que, después de haber estado charlando durante cuatro horas con Estelle Tay
E Rubia legítima, lor, no sepamos qué decir de todo ello. De 4
Josephine Dunn,
cuantos temas tocamos en la incesante charla actriz de Metro— en su casa, en el automóvil (camino del Goldwyn-May.r, Montmartre), en el restaurante, y otra vez en esconde a la luz el coche (camino de su casa) — apenas hade las lámparas llamos uno que no nos esté vedado, más que del taller el
blanquísimo cuello; pero dejó sin protección
por la terrible amenaza enderezada contra nuestro pescuezo, por el temor de contrariar
a una mujer a quien quisiéramos más bien los hombros y la demostrar nuestra sincera estimación. cabellera. Hay
El tema del día, claro está, es el del estado sospechas de que de sus relaciones con Jack Dempsey. ¿Qué es menos precahabrá de cierto en todo lo que se dice desde vida que coqueta.
hace algunos meses acerca del supuesto desa
cuerdo que, según la creencia general, los
conduce al consabido divorcio? Según ella,
no hay nada; absolutamente nada. Están dis
tanciados materialmente, porque ella se en
cuentra en Hollywood, mientras que él anda
por Nueva York. Es más: seguirán distan
ciados por algún tiempo en esa misma forma;
porque ella cree que su porvenir está en Ci
nelandia, mientras que él cree que el suyo
está allá en .el Este. Pero se quieren y se
respetan. Y no hay día que no se hablen , por teléfono, a pesar de lo caro que es charlar por un alambre de tres mil millas de longitud.
—He ahí un problema que tenemos que resolver. Hemos resuelto ya otros más difíciles — dice confiadamente la intérprete de Lucrecia Borgia.
Winifred Westover, ex-consorte de William S. Hart y que, después de prolongado eclipse, vuelve a la pantalla en una interpretación especial para United Artists: “Lummox”. Atribuye su nuevo contrato a las oraciones de sus correliaionnrios.
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—Sin embargo, según lo que usted misma acaba de decir, seguirán ustedes separados: usted buscando su prosperidad en los estudios; y él la suya en Nueva York. Y así, llegará el día en que dejen de hablarse por teléfono, y en que cada uno se deje llevar por el ambiente respectivo. Y a la larga, lo más probable es que tengan ustedes que divorciarse.
Pero Estelle Taylor no se deja arrastrar a la discusión de esta posibilidad.
—Y si pasando los años, llegara usted, co
AGOSTO, 1929