Cine-mundial (1931)

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VR se marchase de allí. Lívido y tembloroso, regresé a la locomotora donde estaba trabajando. Mis castillos se habían venido al suelo. Bastó una sola palabra para derribarlos. ¡“Manchado”; un manchado; eso era yo! Nunca lo dejaría de ser. Tonto, tonto de dejarme engañar por las apariencias. Ninguna mujer se uniría a un hombre como yo. El amor y la felicidad pertenecían a otros; no a mí. En el fondo de mi alma yo lo presentía. Sólo la desesperación y el ansia de cariño me habían llevado a creer lo contrario. Trabajé rudamente y, a mi regreso a casa, encontré en el camino a dos mujeres. Ambas me vieron y cambiaron una mirada. Murmuraron algo que no pude oír bien. Me volví y noté que ellas tornaron a mirarme sin interrumpir su conversación. Sentí la sangre hirviendo en mi cabeza. Sonreí taladrado por la amargura. Fuí directamente al espejo y estuve largo rato contemplando mi cara. Luego, rompí el cristal de un puñetazo: hice pedazos la horrible máscara del espejo. Sentí un aro de hierro en mi garganta. Reí lleno de ira. “¡Manchado!” “¡Manchado!”, gritaba en mis oídos el eco del taller. ; Comprendí que era imposible ser amante o esposo de una joven tan fina y bella como Beatriz. Mi conquista era una conquista fraudulenta. Estaba arrepentido de haberla engañado. Nunca le dejaría ver mi cara desfigurada. Si por casualidad ella me viera y reflejara su semblante algün disgusto, la vergüenza de su desprecio me habría matado de dolor. MEDITE muchas horas sobre mi desgracia. Al fin me decidí a plantear el asunto valerosamente. A la hora del encuentro nocturno me dirigí hacia el parque. Iba a despedirme de Beatriz para siempre. Tenía pensado excusarme diciendo que me mandaban a buscar de urgencia. Al otro día cobraría mi sueldo y me marcharía lejos... a Filadelfia, a Nueva York, a cualquier sitio donde no viera a Beatriz. Claro que aquello era una crueldad de mi parte. Pero peor hubiera sido confesarle la verdad de todo. Decirle que el hombre en cuyos brazos ella había reposado, el hombre que había bebido la dicha de sus labios puros, era un desgraciado que tenía la cara desfigurada por completo. Beatriz merecía un esposo mejor, un hombre digno de ella. Pronto me olvidaría y sería dichosa. Nunca me pareció más encantador el crepúsculo. El velor de la penumbra mortecina empezaba a descender sobre la soledad del parque. Beatriz esperaba, como siempre, sentada en el banco del idilio. Suave y romántica niña, perdida de mi corazón. Venía a verla con mi alma, como si fuera un dios. Las lágrimas corrían de mis ojos en un río de amargura. No sabía cómo separarme de ella. Sin embargo, me lo imponía el deber de quien sabe que la prueba más grande del amor es el sacrificio. Al acercármele noté que estaba sollozando. —Jerry — me dijo conmovida —, prométeme no juzgarme mal. Quiero decirte algo, aunque sean pocas palabras. Quiero que me oigas. Después, ya no nos veremos más. ¡Te he engañado, Jerry, te he engañado miserablemente, pero no me juzgues mal! Rompió a llorar y después continuó: —Tú no puedes comprender el castigo de la soledad, la agonía de no ser amada y de ENERO, 1931 CINE-MUNDIAL 2 JST lo Cocina Bien E gustillo sabroso que tanto buscan las mujeres en sus platos favori' tos se obtiene fácilmente cuando se cocina con utensilios de aluminio. El argentino aluminio, a la vez que embellece la cocina, reparte rápidamente el calor, cocina perfectamente y con uniformidad y efectüa economías de combustible. El aluminio es liviano, resiste al frotamiento, no se raja, no se desportilla ni se rompe, y se vende a precios que lo ponen al alcance de todas las amas de casa. iCuán preciosas son esas propiedades! ;Cuán necesarias en los utensilios de cocina! No es extraño que las mujeres de estos días hayan optado por el aluminio para su. cocina. Pida los utensilios de aluminio espeso que se venden en las principales ferrrterías y en los buenos almacenes. X EN SU ESPESOR SE REVELA SU CALIDAD ALUMINIUM (IV) LIMITED, Nueva York, E. U. A.