Cine-mundial (1931)

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CINE-MUNDIAL El Domin1ro Sobre William J. Burns, autor de este artículo, (Dibujo de Leopoldo de Sola.) . OS millones, doscientos treinta | E) mil dólares; un honrado funcio nario que pierde la cabeza y se los roba; un importante banco a punto de tener que reponer tan fabulosa suma; ni el más leve rastro que sirviera de pista para prender al fugitivo! He ahi los hechos. Veamos ahora el método de investigación detectivesca. Las distintas escuelas cientificas y semicientíficas que se ocupan de los delincuentes y de la criminalidad como fenómenos sociales, quizá darían otro nombre a este método; yo, como detective práctico que coy, prefiero términos más llanos. Mis cuarenta años de lucha con criminales de todas clases, bien en la Policía Secreta Federal, ya como Jefe de la Sección de Investigaciones del Ministerio de Justicia en Washington.o en mi capacidad de director de una agencia internacional de detectives, me han enseñado a formular mis propios métodos de estudio y a observar con paciencia las maniobras raras, las debilidades y las reacciones psicológicas de los delincuentes. Trabajo, pues, ayudado de los hechos y de la teoría inteligentemente adaptada, situándome siempre sobre terreno firme, en la sombra misma proyectada por el crimen que trato de dilucidar. Dentro de los límites de esa siniestra sombra, cuyas dimen PÁGINA 214 siones pueden abarcar una villa, un continente y hasta el mundo entero, estoy seguro de encontrar al fugitivo de la justicia O, si no, su tumba. ¿En qué consiste este método de influir sobre la mente del criminal hasta prenderlo? Simplemente en el desarrollo de un plan de persecución cuyos pormenores llegan al conocimiento del perseguido, de manera que éste acaba por dejarse dominar del terror de la captura. Tendida la red, el fugitivo no tardará muchó en entregarse, voluntariamente, a la justicia. Para trasmitir con éxito este mensaje perenne de terror, cuento, principalmente, con la conciencia sin sosiego del propio perseguido. Conozco casos de asesinos vulgares que sucumbieron a la exasperación de su culpabilidad; criminales a quienes sólo esperaba la pena de muerte y que, sin embargo, prefirieron rendirse para calmar la histeria prolongada de sus nervios y librarse así de la obsesión del suicidio. El fugitivo que nos ocupa en el presente relato era un hombre honrado a carta cabal. Cierto día, traicionó la confianza depositada en él y escapó con una fabulosa suma de dinero. Yo conseguí que se entregara. Capituló dominado por el miedo; no por respeto a la ley o a la justicia. 'Al relatar sus experiencias más notables, un detective o cualquier otro funcionario ordinario Por Š William J. Burns Fundador de la Agencia Internacional de Detectives del mismo nombre y ex Jefe de la Sección de Investigaciones del Ministerio de Justicia de los Estados Unidos. judicial tiene el inconveniente de los nombres. ¿Se deben revelar los verdaderos de las personas o deben usarse ficticios? Yo me guío por dos reglas de prudencia y de decencia. Si ninguna corte de justicia ha decretado la culpabilidad de la persona, ésta debe ser considerada inocente, y, al relatarse los hechos, lo natural es suprimir su verdadero nombre; si se trata de la primera ofensa y el autor de ella se reforma, también es necesario suprimir el nombre. De igual manera deben omitirse los nombres de las figuras accesorias que se vieron envueltas en el hecho, para evitar que por ellas se pueda identificar al delincuente. En el caso que voy a relatar el fugitivo era empleado de uno de los Bancos más importantes del país. Como dije antes, este hombre honrado traicionó la confianza depositada en él y se fugó al extranjero hurtando una suma enorme en efectivo y en valores negociables. Sin embargo, las dos reglas anteriormente establecidas me impiden revelar su verdadero nombre. CIERTO día, estando en mi oficina de Nueva York, recibí un telegrama del senor Herbert Simpson, presidente de uno de los Bancos más grandes de los Estados Unidos. Simpson me dijo poco más o menos estas palabras: — Burns, le ruego que tome el primer tren que salga para esta ciudad. Es muy urgente que venga sin pérdida de tiempo. Tomé el primer tren que salió de Nueva York. Llegado que hube a la ciudad de referencia, me encaminé a las oficinas de la institución financiera, donde encontré reu (Continúa en la página 222) MARZO, 1931 la Mente! ¿Puede un detective detener a un criminal a quien jamás ha visto, y sin saber su paradero? La respuesta la da este relato extra