Cine-mundial (1933)

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la pantalla, destacándose con personalidad propia e inconfundible. Y su labor mo era fácil. . . . Se trata de una joven pintora que no cree en el matrimonio, harto prostituido desde que existe el divorcio. Pero se enamora de un buen muchacho, que desea casarse con ella. ¡Y ella se opone! Sus padres, naturalmente, se avergúenzan y se indignan ante semejante criatura, que insiste en mantener su absurdo criterio. Hasta que acaba por casarse, dando gusto a todos, aunque no realizando con ello su felicidad. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque el esposo, como tantos otros esposos, sin dejar de quererla, ¡se divierte fuera de casa! ... Inmediatamente deciden separarse, aunque en los más amistosos términos. Ya sabía ella que el matrimonio, en estos calamitosos tiempos, no es respetado como debiera serlo. ¡Por eso no quería ella casarse! Pero ocurre que, ya separados, ella y él sienten celos (justificadísimos) de sus respectivas amistades. Y, al fin, vuelven a reunirse definitivamente como buenos esposos. . . « ¿Moraleja de la obra?: que el amor verdadero es siempre monógamo. Cada oveja con su pareja. . . . Gene Raymond encarnó brillantemente al esposo; Kay Strozzi, a “la otra mujer”; Monroe Owsley, al amigo sofisticado que quiere aprovecharse del río revuelto; y Frank McHugh, al bonachón víctima de la mujer querida. . . . Robert Florey dirigió muy discretamente esta película que a simple vista parece de un excesivo atrevimiento y acaba por ser más blanca que la nieve. . . .—Zárraga. ''Mayor of Hell'' (First National) Una película de James Cagney, en la que, aunque éste figura como protagonista, apenas si nos enteramos de su presencia en la pantalla. 'Todos los honores son para un muchacho, Frankie Darro, que, si sigue por la ruta iniciada, va a llegar muy lejos. . . . ¡No olviden su nombre! La obra se desarrolla en un correccional de menores, donde éstos son tratados sin piedad alguna, hasta que Patsy (James Cagney) es nombrado Visitador del establecimiento y decide cambiar radicalmente el régimen. Pero lo gracioso del caso es que Patsy no es ningún educador o sociólogo, sino simplemente un “raquetero” que ayudó al cacique político en las elecciones y le premian con ese nombramiento, esperando que se limite a cobrar el sueldo. Pero el “raquetero” toma en serio su papel y establece en el correccional nada menos que toda una República Juvenil, encomendando a los menores su propio gobierno. . . . Los abusos y atropellos del director del establecimiento culminan en una protesta general de los muchachos, capitaneados por Jimmy (Frankie Darro), que, haciendo su propia justicia, llegan hasta condenar a muerte al criminal funcionario. Madge Evans, una nurse bellísima, pone la nota dulce en el conjunto, acabando, ¡claro es!, por casarse con Patsy, el revoltoso reformador reformado. .... En suma: una película interesante.—Don Q. *""Reunion in Vienna' (M-G-M) La famosa comedia satírica de Vadja, que tanto gustó en el teatro . . . sigue en el teatro. Al convertirla en película no han hecho más que fotografiar fidedignamente sus escenas y agregar algunas otras de simple evocación, en el comienzo de la obra, a título de informaciones preliminares. Naturalmente, esto no quiere decir que la película sea mala. Dice, Página 502 ¡que es en todo y por todo teatral! Pero el asunto la salva. Elena (Diana Wynyard) es una hermosa vienesa casada con el Dr. Anton Krug (Frank Morgan), que es un famoso psicoanalista. Ella, de soltera, diez años antes, fué la amiga íntima del Principe Rodolfo (John Barrymore), y el actual marido no lo ignora. Pero, claro es, le molesta el recuerdo, que a cada momento se le aparece como un fantasma amenazando la felicidad del matrimonio. En esto, los antiguos nobles de la Corte de Hapsburgo se reunen para celebrar íntimamente el aniversario del último Emperador, y en esa fiesta se presenta el Príncipe, que no había vuelto a Austria desde la caída del Imperio, y se encuentra con Elena. .. . Los diez años transcurridos no pasaron en balde. A pesar de la tórrida escena que entre los antiguos amantes se desarrolla, ni Elena ni él son va los mismos. El Príncipe, convertido en un aventurero de la más baja estofa, llega hasta seguir a Elena, que huyó de él, presentándose en su casa, sin preocuparle el marido. Y éste ni siquiera se indigna. Lo comprende todo y quiere que Elena reciba su propia lección. Para ello los deja solos durante toda la noche. .. . Y a la semana siguiente los dos amantes se separan con la mayor tranquilidad del mundo, mientras el marido respira satisfecho y seguro de que el Pasado no vuelve. Tal es, en pocas palabras, el fondo del asunto, que es de una inmoralidad abrumadora, aunque todo lo que en la obra ocurre se dice y se hace como la cosa más natural del mundo. Y el mundo sigue dando vueltas. . . . Tantas, que ya empieza a marearse. Consignado sea con todos los respetos.—Zárraga. '"The Big Cage' (Universal) E sramos en la era de las batallas entre animales de toda clase y ya hemos contemplado la ferocidad de reptiles, saurios, panteras, pulpos y tintoreras. Cada compañía de películas ha echado su cuarto a espadas y todas ellas compiten en espeluznantes escenas, tremebundas dentelladas y fatales zarpazos. Sólo faltaba la Universal y ahora nos presenta “The Big Cage”, de la que es protagonista un domador profesional de fieras: Clyde Beatty. Entiéndase que es domador realmente y que vive de sus hazañas, exhibiéndose en el circo. Es el primero en meterse en una jaula en que hay, mezclados y domesticados, numerosos leones y tigres a la vez. Por cierto que uno de los tigres hace suertes con tanta naturalidad que, a no ser por los rugidos del “acompañamiento” y por el gesto bilioso del animal, cualquiera creería que se trataba de un inofensivo Micifuf. En la película se exhiben todos estos detalles, pero, a fin de darle interés (aunque no lo necesita) se le han inyectado algunas dosis de argumento y se le ha dado sazón con la presencia, en mallas, de Anita Page. Lo mejor son las furibundas peleas entre leones y tigres —que se tienen tradicional antipatía—y que, eso sí, se ve que está tomado del natural. Garantizo las consiguientes emociones y recomiendo con entusiasmo la película.—Guaitsel. '"Emergency Call'' (RKO-Radio) Es una fortuna encontrar a una actriz de excepcionales dotes, como Wynne Gibson, interpretando un papel que le permite lucir su talento sin menoscabo de su belleza. Desde que Wynne apareció en el Lienzo (y particularmente en algunas películas de Paramount) ¿quién no ha notado el fuego que pone en sus caracterizaciones y lo simpáticos que hace sus papeles por repugnante que sea el personaje que se le confía? Pero, hasta la fecha, ninguno de esos personajes había merecido el primer lugar en los repartos. De ahí el interés que “Emergency Call” tiene. En esta cinta, Wynne aparece como enfermera de un hospital cuyos tempestuosos amores con el encargado de las ambulancias terminan trágicamente. El tema es extremadamente truculento y melodramático y los perversos que en la historia aparecen no poseen una sola cualidad redentora. De ahí las negras conspiraciones y las cuchilladas por la espalda. Una de estas le toca al novio de la enfermera . . . y con tal motivo vemos en el lienzo escenas quirúrgicas que ponen los pelos de punta . . . y el fracaso de la operación. Pero quedan, para hacernos olvidar todo, la sonrisa, el encanto y el talento de Wynne.—Ariza. "Shop Angel'' (General Foreign Sales) SUERO película, de marca “Towers”, que se destaca por su originalidad y su interpretación. De ésta se llevan los honores Walter Byron y Marion Shilling. La protagonista es una muchacha empleada en un taller de modas y a quien ve con ojos libidinosos el dueño del establecimiento, un señor con la cabeza blanca y una afición desmedidas a las faldas. Este personaje tiene una hija y la hija tiene un novio . . . hasta que este último conoce a la empleadita del futuro suegro... y el enredo culmina por todo lo alto: en una azotea donde ocurren sucesos positivamente interesantes. Lo que a esta película le falta de pretensiones, sóbranle de interés y de atractivo. Palabra de honor.—Guaitsel. '"Private Detective 62'' (Warner Brothers) Esa la relación de cómo comienza esta película, lector, tendrás idea de qué clase de argumento es y de lo interesante que resulta interpretado por William Powell. Lo enredado de sus incidentes y lo dramático-sentimental de su desenlace están a tono con sus principios. No te digo más. Un detective americano es echado de Francia por extranjero pernicioso y lo meten, preso, en un barco de carga. Al enterarse de que no lo dejarán desembarcar en sus país, decide lanzarse al agua. Mojado, tiritante y sin dinero ni ropa, se mete de rondón en la primera casa que encuentra: un “nidito” donde una sirena y un esposo infiel se entregan a las dulzuras propias de tales situaciones. Ahí no tarda en enterarse (sin que lo vean) de que los tórtolos temen la intrusión de la policía azuzada por la mujer legítima del infiel y, aprovechando la oportuna llegada del detective y su secretaria que vienen a sorprender a los amantes, penetra de improviso en la habitación, se declara el dueño de la casa (y cobra ahí mismo un mes de alquiler), exige dinero (y lo obtiene) del detective por daños y perjuicios—porque no faltan vidrios rotos en la escena—y, a cambio de haber salvado a los enamorados de su difícil situación, carga con el gabán y el sombrero del marido infiel y sale seco, bien vestido y con la cartera provista, a buscar nuevos lances. El resto de la película es por el estilo y la recomiendo.—Guaitsel. Cine-Mundial ———— A