Cine-mundial (1934)

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The Way to Love: (Paramount) Para no perder el tiempo, comenzaré por declarar que a mí no sólo me gustó esta película de Maurice Chevalier, sino que me pareció mejor que otras anteriores. Sólo por ver la escena en que tiene una inesperada lucha con un musculoso perdonavidas y por admirar la “ténue, aunque espléndida” belleza de Ann Dvorak, estoy dispuesto a aplaudir esta cinta cuantas veces me la enseñen. Tiene también, a mi juicio, la ventaja de que el argumento no se parece a los anteriores interpretados por el artista francés. En companía suya aparece un perrito que se hace acreedor a grandes aplausos . . . por lo menos de parte de este atento, seguro servidor.—Guaitsel. '*One Sunday After noon'"...[(Paramount) Ex mi humilde opinión, la película en que mejor ha trabajado Gary Cooper, tal vez porque me divirtió extremadamente el argumento. Se trata de la “tarde del domingo” de un par de amigos ociosos. No teniendo el deber de sacar muelas a nadie (son dentistas) se dedican al alcohol y se ponen una petenera de padre y muy señor mío. Pero viene el diablo y tira de la manta, porque se presenta a uno de ellos la oportunidad de vengarse de cierto caballero que le birló la novia y que tuvo la culpa de que fuera a dar a la cárcel. ... La venganza viene cuando el culpable necesita que le hagan una extracción dental de urgencia, en la misma tarde del domingo. Son de suponer las complicaciones que sobrevienen, especialmente cuando se presenta, en el momento álgido, la birlada novia. No necesito añadir más para no quitar a la película una novedad y un humorismo que la harán aplaudir por todas partes.—Don Q. "Pasiones de Gigantes' (Warner Brothers) EL cine no permanece quieto. Sus argumentos se esfuerzan por volver la espalda a las bambalinas del teatro y por explorar sendas nuevas, nuevos derroteros. Esta película se calcó de la vida de cierto banquero norteamericano que todavía anda a vueltas con la justicia; pero en el fotodrama se prestan a su carácter modalidades que, probablemente, el original no tuvo nunca; y eso pone tintes dramáticos y perfiles sentimentales en la obra. Así, vemos las maniobras de los especuladores de este país durante la guerra hispanoamericana, resucitadas con realismo y presentadas sin miramientos. Así, también, nos damos cuenta de cómo se hicieron algunas grandes fortunas durante la guerra europea. Así, lo repetimos, el lente de la cámara enfoca asuntos que, antes, sólo los libros o los diarios osaban comentar. La empresa de Warner Brothers, que ya nos dió otros ejemplos de atrevida innovación en los temas cinematográficos, es acreedora a nuevos aplausos al presentar “I Loved a Woman”, que es el título original en inglés. Edward Robinson tiene a su cargo el papel principal y Kay Francis suministra el atractivo femenino. Ambos pasan por el lienzo en escenas sucesivas de sus vidas, de la juventud a la vejez. Y ambos salen airosos de su difícil cometido.—Ariza. Página 66 "Flying Down to Rio' (RKO-Radio) Durante varios meses, después de atreverse con el color, la música y los grupos de bailarinas en películas de altos vuelos, los productores se abstuvieron de filmar operetas para la pantalla. Pero, desde mediados del año pasado, vienen presentándose nuevas cintas parlantes-musicales, de largo metraje, simpático argumento y osadas movedades fotográficas. Para nuestros públicos, tales producciones tienen la doble ventaja de que, ofreciendo un espectáculo delicioso a la vista y que no requiere rotulitos, permite que contemplen cuadros característicos de Broadway sin necesidad de hacer el viaje a Nueva York. Por eso el cronista ha encontrado poco que criticar en los estrenos de este género reseñados últimamente aquí. Lo que sólo “puede pasar” entre los habituados a ver diversiones presuntuosas en los teatros locales, resulta, con razón, de primera clase en ultramar, aunque no sea más que por mostrar perfiles característicos de este centro de espectúculos. Pero “Flying Down to Rio” posee, además de las ventajas anteriores, un detalle que parece escogido para satisfacer a nuestros públicos en particular: la música y los bailes, esencialmente sudamericanos. No exagero al declarar que nunca se ha visto nada así en el Lienzo, ya que combinaciones de danzas y bailarinas se presentan en esta cinta con un fasto que rebasa los límites ordinarios y armonizan con la belleza y los trucos de fotografía. Se supone que el argumento (porque también hay argumento aquí) se desarrolla en la capital del Brasil y eso permite presentar una serie de vistas de la ciudad más bella del mundo que hermanan con la música, con el baile ¡y con el argumento! De protagonista principal hace Dolores del Río, que se presume ser una brasileñita comprometida con un compatriota para casarse con él a su regreso de Nueva York, pero a quien Cupido juega una mala pasada durante el viaje de retorno. El novio es, en la pantalla, Raúl Roulien, que canta un pequeño són sentimental. De rival hace Gene Raymond, tenor, rubio y popularísimo por estas tierras, pero cuyo prestigio desconozco en las demás. En segundo término—pero nunca en segundo lugar—figuran Glenda Farrell y el as de los bailarines de este país, Fred Astaire, cuyos innovaciones coreográficas son tanto de admirar como su actuación como intérprete ante la cámara. Pero no son sólo éstos los colaboradores que dan brillo a la película: surgen también anónimas pero atractivas cantantes que nada tienen de norteamericano y chicas de ballet cuyos pasos (llamémosles pasos) resultarán una revelación aquí y un deleite por allá. En el desenlace, el productor echó la casa por la ventana mediante una serie de fotografías de beldades suspendidas en varios aviones que se suponen cernirse sobre Río Janeiro. Todo es, pues, en esta película, espectáculo de grandes pretensiones, y Luis Brock (a quien, con sobrado motivo, debe agradecerse el cuidado con que lo nuestro se llevó a la pantalla) merece felicitaciones por tal derroche y por el tacto con que evitó, en un tema escabroso, cuanto pudiese aparecer de mal gusto para nuestros públicos.—Ariza. No deje usted de leer el artículo que el Sr. John Stone, subproductor y gerente de Producción Extranjera de la Fox Film Corporation, escribe en este número respecto a nuestro Concurso de Argumentos. "Las Intrigas de Voltaire" (Warner Brothers) Esra película va a hacer la delicia de mis estimabilísimos amigos. George Arliss representa a Voltaire y Doris Kenyon (con unos hombros marmóreos, deslumbrantes y hermosísimos) a Madame Pompadour. Las intrigas mezclan a estos dos caracteres históricos con el rey Luis Quince, con su ministro de hacienda, con la plebe de París y con una muchacha cuyas lágrimas hace más sentidas la carita de rosa de Fay Wray. Opino que Arliss ha logrado, en esta cinta, su mejor caracterización. Su Voltaire resulta quizá un poco teatral, pero ¿no era teatral toda la época en que la acción tiene lugar? Eso, a mi juicio, en vez de ser defecto, es otro mérito. La presentación, naturalmente, está, como el vestuario, a la altura de lujo y riqueza a que nos ha acostumbrado toda película de Warner.—Guaitsel. '"El Abogados (Universal) SoLo por ver a John Barrymore abandonando su dignidad acostumbrada, lanzando gritos y corriendo desatentadamente por los pasillos de un edificio, sólo por recordar los felices tiempos en que este as de las interpretaciones se dedicaba al género cómico y hacía gestos y muecas con entera libertad y magníficos resultados; sólo por verle zafándose de'la tiesura en que lo han estado metiendo sus más recientes papeles; sólo por eso—digo, y dispénseme lo largo de esta parrafada—“El Abogado” resulta una muy buena película. En inglés se llama “Counsellor at Law” y está adaptada de un drama de Elmer Rice. Su sencillísima trama presenta: varios aspectos, íntimos y profesionales, de la vida de un abogado neoyorquino de nota. La nota sentimental la dan Bebe Daniels (más discreta que nunca) y Doris Kenyon. Y la nota de entusiasmo la doy yo diciendo que me encantó la obra.— Guaitsel. '"Roman Scandals'' (United Artists) PresunTuosa y lujosísima cinta sonoro-musical, cantante y bailable (¿bailable o bailante?) en que se lleva los honores el cómico Eddie Cantor y donde figuran muy atrayentes bailarinas rubias y, por variar, algunas negras, también atrayentes. El protagonista— que es un infeliz—es echado de su pueblo y, cuando más triste se siente, le viene un sueño y se figura que está en la Roma de los Césares, donde le ocurren las aventuras más inusitadas que ustedes puedan imaginarse. Ahí es donde entran los bailes de dos colores. En mi calidad de aplicado estudiante de historia, lo único que le encontré de malo al argumento es que se supone que los romanos no sabían jugar a los dados. Yo tengo noticias en contrario. Pero como no pretendo echármelas de erudito, me limitaré a recomendar estos “Escándalos Romanos” como úna excelente producción .. . y mucho mejor que las anteriores de Eddie Cantor, por todos conceptos. También recomiendo lo pegajoso de la canción-tema, que ya tararean por ahí las chicas, repiten los aparatos de radio y cantan—más o menos a tono—los tenores y sopranos de esta ciudad, popularizando con anticipación la tonadita y la película.—Guaitsel. Cine-Mundial TTS