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Charlie Chan, el sargento Thacker, Richmond, Garton y Jardine contemplan pasmados el ca
daver del asesinado ...
por lanzarse fuera del establo. Richmond se
aproxima a tranquilizarlo, pero el tumulto aumenta. —jQuieta! jQuieta!—grita; y luego, vol
viéndose a Chan, dice:
—¿No podríamos hacer esto en otra parte? Esta yegua se ha puesto excesivamente nerviosa.
Por toda contestación, Chan se aproxima al pesebre.
—¿Qué es lo que molesta al noble bruto?
La yegua estaba ahora sumamente violenta y Richmond llamó al groom:
—jLake! . . . ¡Lake! . ¡Quieta! ¡Date prisa, Lake!
El groom viene corriendo escaleras abajo y se acerca al pesebre.
—jEa! ¡Alto ahí! ¿Qué tienes? —, dice con voz melosa. . . . ¿A qué viene toda esa bulla!
El animal se calma enseguida.
—No volverá a espantarse. Lake puede hacer con ella lo que quiere.
—El dominio de los animales por ese humilde servidor es muy interesante,—murmura casi para sus adentros Chan.
—Y ahora, continuemos. ¿Estaba encendida esa luz cuando se descubrió el cadáver de Hamilton?
—jNo!—grita Jardine, cuyos nervios están a punto de estallar.—Garton la encendió después. Bueno, ¿no hay manera de poner término a esta farsa?
—Tenga paciencia, haga el favor,—insiste Chan,—el asesinato . veamos como fué.
Richmond estaba de espaldas al grupo, listo a recibir el supuesto golpe.
—j Vamos, Jardine! —exclama Chan.
Jardine alza el cuchillo vacilando un poco y lo deja caer.
Una mujer lanza un alarido de terror y Richmond cae al suelo. En la oscuridad, los ojos de Lake, el groom, brillan felinamente y deja escapar un grito sordo. . . . Chan no hace caso.
—Ahora, señor Jardine, deje caer el cuchillo donde encontró usted el otro.
Se oye el ruido del metal al chocar contra el piso y luego un silencio sepulcral. .. . Chan mira a su alrededor y luego se inclina sobre Richmond, ayudándole a levantarse.
—Siento mucho esta escena y les doy las más expresivas gracias. Ahora regresen a la casa. Los seguiré en breve; pero, antes, la última
Ouieta as:
pregunta:
—Señor Richmond, el señor Gray era su secretario. ¿Tiene usted ahora otro en su lugar?
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—Si—responde Richmond muy despacio.—El Comandante Jardine.
—Gracias mil—dice Charlie Chan con su eterna sonrisa. Ahora voy a interrogar a ese groom.
Y cuando los otros hubieron partido, haciendo comentarios sobre los extraños acontecimientos que acababan de presenciar, Chan volvió al pesebre frente al cual se hallaba Lake, al parecer en actitud hostil. Antes que Chan pudiera desplegar los labios, el groom ruda y altaneramente le dice:
—¿Qué se le ofrece? Yo no tengo tiempo para estar contestando preguntas. Necesito dormir, descansar, igual que los demás. . . . Y a nosotros aquí no nos gustan los forateros.
—Los ingleses no suelen meterse en negocios ajenos. Nosotros, los chinos, sí.
El groom sigue enfurecido:
—Si tiene algo que preguntarme, pregunte de una vez, aunque no sé si le contestaré.
—Tres preguntas solamente y muy simples, —dice Chan.—La primera: ¿Estaba usted ahí arriba cuando se cometió el asesinato?
—jNo!—grita Lake—¿Por qué no lee los periódicos? Andaba de paseo con mi chica,
¿comprende? ¡Y lo puedo probar! ¿Sabe? ¡Y lo probé! Chan sonríe. z —Comprendo. Ahora, la segunda pregunta:
—¿Estaba aqui este animal la noche del asesinato ?
Chan explica a Richmond que es
menester registrar la biblioteca para ver si hay huellas digitales.
. . . pero la cartera de la victima está repleta de billetes y no es posible que se haya él mismo
dado la muerte... .
—Siempre está aquí. ¿Por qué?
—La tercera pregunta, si me hace el favor: ¿Vió usted el cadáver de Hamilton tendido ahí?
—Le digo que no estaba aquí. Andaba de paseo. Era mi noche libre. ¿No le basta con eso?
—Por ahora si—dice Chan al disponerse a marchar;—pero, luego, quizás no.
CHE CHAN se apresuró a ir a la casa e inmediatamente buscó a Pamela. Cuando entró en su habitación, halló a la joven agitadísima, en un estado de nervios espantoso. .. . Corrió al encuentro del detective, interrogándole:
—Digame señor Chan, ¿encontró algún indicio?
—Si, algo que no comprendo. .. . ¿Sabe usted si alguien en la casa oyó a la yegua la noche del asesinato?
—Nadie mencionó haberla oído. . . . Ni dijeron nada acerca de eso durante el juicio oral. Señor Chan, ¿qué significa eso? ¿Olvida usted que sólo nos quedan tres días?
—Significa lo siguiente—dice Chan.—Cierta yegua se pone muy nerviosa y arma gran escándalo cuando se le arriman desconocidos si Lake no está presente; pero la noche del asesinato la yegua no hizo el menor ruido.
—j Ah !—exclama la joven—y Lake no estaba esa noche en el establo. ¿Le ha hablado? ¿Qué le ha dicho?
—Muchas palabras que carecen de importancia, excepto que tiene miedo. . . . Un miedo atroz.
—¿Cree usted que Lake... ?
Charlie Chan levanta una mano en ademán de silencio.
—Los pensamientos, si no se refrenan, son como el noble animal. Pueden desbocarse y causar graves daños. Mire, señorita, amanece. Haga por descansar. Yo vuelvo al establo. Soy de parecer que allí puedo averiguar mucho aún. Lake está ahora solo con su conciencia. . . . Pensará. . . . Tiene miedo y hablará. Mientras más miedo tenga, más hablará; y mientras más hable, mejor para nosotros. Hasta luego.
El detective sale y se dirige al establo. Por la puerta, abierta aún, penetra resueltamente, asciende las escaleras, y toca en el cuarto de Lake. Momentos después, abre la puerta un tipo presuntuoso, que mira a Chan de arriba a abajo con mal disimulado recelo.
(Continúa en la página 329)
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