Cine-mundial (1935)

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3 a L rey Midas era una cafetera rusa comparado con Rudy Vallee, quien convierte en oro cuanto toca . . . lo mismo se trate de un saxófono que de una rapsodia; pero con la diferencia de que el monarca de la fábula debió su mágico poder a la complacencia de los dioses, en tanto que a mi entrevistado le viene de trabajar como un bárbaro. Rudy es modelo ideal —sobre todo desde que Walt Disney lo caricaturizó con cara de vaca—para simbolizar la Actividad Personificada, de la que yo he oído hablar mucho. No extrañen ustedes, pues, que lo inmortalice en alguna pared uno de esos pintores “feístas” que especializan en calcomanías con triángulos amarillos, mujeres Por verdes, ruedas que parecen dentaduras postizas y rótulos que tratan de explicar qué significa todo ello. Valle se hizo de fama al salir de la Universidad, adoptando un sistema especial de cantar, aunque no inventado por él, especie de tenor, mitad en falsete y mitad bajando la voz denominó “crooning” y que, a la vez que causó furor entre los oyentes (por su novedad más que por sus méritos) trajo multitud de imitadores, particularmente en el radio. Rudy posee excelente voz v, de cuando en cuando, hasta -que se Página 420 El Rey Mida ds Una Calcite. TU S Eduardo Guaitsel se atreve con la Opera, pero como decano de los “crooners”, que se entonan casi siempre a través de un megáfono, conquistó renombre y fortuna. No obstante, menguada la primera racha de popularidad, el cantante no bajó del candelero: se dedicó a dirigir orquestas, a presidir números de variedades, a presentar aspirantes de porvenir, a filmar películas, a prestar sus músicos para salas de baile y de concierto y a viajar, siempre con su séquito de instrumentos, veintisiete filarmónicos, cargados de atriles y papel pautado; su secretario, su cocinero y su chofer, por todo el país. No creo que haya otro artista por acá de más fama, ni que la haya conservado por tanto tiempo: lleva largos años de entretener al público de diversos modos. Lo raro es que Vallee no responde a la idea que tenemos de un señor inquieto y de inagotables energías. Nada de síntomas de mal de San Vito; mada de andar siempre corriendo y llegando tarde; nada de tics nerviosos ni aire preocupado. Rudy ni se apresura ni gesticula; habla lentamente, sonríe sin cesar, viste con cuidada elegancia, tiene tiempo para todo, rebosa salud en su semblante de colegial y, aunque combine los oficios de músico, actor, financiero, concertista, locutor de radiodifusión, cantante, Warner Brothers, entre Wallace y Noah Beery, de tertudia en Nueva York. Rudy Vallee, as de director de orquesta y empresario, sus ademanes revelan fuerza muscular en vez de fatiga y sus ojos azules alegría de vivir en vez de trasnochadas. —Déme usted la receta—le pedí apenas nos sentamos a una mesa sembrada de líquidos ambarinos—para conservar el buen color y el optimismo con tanto quehacer. . . —Soy un adicto a las lámparas de luz de sol artificial—me dijo ahuecando la voz, como si me revelera un secreto capitalísimo y nunca antes del dominio público. Que tengan la bondad de apuntarlo las personas pálidas y desveladas, como lo apunté yo; pero advierto que las susodichas lamparitas cuestan un ojo de la cara. —Y cuénteme, — proseguí — ¿eso de Vallee es francés? —; Qué duda cabe? Pero, francamente, ignoro cuantos bisabuelos debo contar antes de tropezarme con Francia, porque mi sangre es una combinación complicadisima de razas europeas, aunque sospecho que predomina lo escocés. Al menos, eso afirman quienes me tildan de tacaño. . . —Tal vez porque no es manirroto,— apunté. —O quizá porque me enseñé desde muy temprano a conocer el valor del dinero. (Continúa en la página 456) Cine-Mundial