Cine-mundial (1935)

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Ocho Corazones : de Por Luis Antonio ( Conclusión ) PENAS habia amanecido cuando 1-K122, que no habia podido conciliar el sueño pensando en el misterio de los ocho corazones que, encerrados en tubos de metal, latian como si continuasen perteneciendo a cuerpos vivientes, salió de la casa mora de Kudia Baida y se asomó al jardin, haciendo un descubrimiento que puso arrugas en su clara frente. ¡Contra la tapia habia cuatro muchachas desnudas! Se acercó a ellas y entonces pudo percatarse de que la muñecas y los tobillos los tenian sólidamente atados con cuerdas de cáñamo. Una inspección más detallada le probó que las ligaduras estaban hechas como acostumbraban a ponérselas a sus prisioneros esos piratas del Desierto que forman las diversas tribus medaganats. La muchacha a quien los Gabinetes Negros designan con la ficha I-K-122, habla el árabe con la misma perfección que su propio idioma, que es el francés. Por eso se dirigió a las acaneladas desnudeces que tenia frente a si, preguntandoles : —; Quiénes sois? Las cuatro jóvenes pusieron unos ojos redondos de estupor, v no contestaron a la pregunta. —; Quién os ha traido ?—insistió. Una de ellas, con grandes dificultades de pronunciación, le respondió. —Manaaraf l’arbia (No sé arabe) E indicando a las otras e indicándose a sí misma, añadió: —Chleujas (Bereberes) Julio, 1935 l-K-122 los nudos billos de las que de tan inesperada mane deshizo de los to habian aparecido junto a la tapia de Kudia Baida, pero se libró muy bien de desatarles las munecas. Luego les hizo una señal indicándoles que le siguieran. Vega ASÍ fué como un amanecer saharino se presentaron en mi habitación cuatro africanas, azaradas y desnudas. Una luz leve entraba por la puerta que se abría sobre el patio. I-K-122, me dijo esta sola palabra: —Bereberes. —¿Qué quieren?—le pregunté yo procurando sacudir el sueño, todavía adherido a mis párpados. —No lo sé. No hablan árabe. Me refirió la manera cómo las había encontrado en el jardín y fracasó al intentar conversar con ellas. Las chicas, avergonzadas de que su desnudez fuera contemplada por un hombre, — para ellas un musulmán, pues yo me había tumbado en la colchoneta moruno puesto,—no se atrevian a levan tar los ojos de los mosaicos minúsculos que formaban el suelo de mi alcoba Les interrogué en lengua chleu; —¿ Quiénes sois? Y una de ellas, contestó: —Yo soy de Ait Ainin (Los hijos de los ojos) en las orillas del Draa —; Y desde alli vienes? — Desde allí me han traído. con el calzón —; Y estas otras? —No sé; anoche las vi por primera vez En tu jardín hemos pasado la noche con versando, pero no les he preguntado de dónde son ni cómo se llaman Hablaron las muchachas at E Dos de ellas eran hermanas. Las habian raptado cerca de Khenassa, donde una pu blicidad, no bien aclarada, se empeña et que desde hace doce años viven. en escla vitud, dos centenares de prisioneros esp: noles de la guerra del Rifi Khenassa muchas, a leguas del Draa, en un territorio que \ está a muchisima no es marroquí sino argelino. La otra i ven era oriunda de Beni Mezuv, en plen Sahara | Yo conozco el mapa del Norte de Afr (Continua en la paain pp Páaina 439