Cine-mundial (1935)

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Por muchas y poderosas razones, toda criatura, al llegar a esta edad, debe tener su cuarto propio, en el arreglo y cuidado del cual vaya desenvolviéndose su personalidad y afinandose sus gustos, para lo que, ante todo, el amueblar dicho cuarto debe ser cosa del dominio casi absoluto de su pequeño ocupante. Rita María, por ejemplo, con sus once añitos largos, no es demasiado pequeña para elegir el mobiliario del primoroso cuartito lleno de sol, que María, su madre, bella y joven, ha destinado para ella en el alegre chalet del Almendares, en la Habana. María, sin embargo, cree que la niña no tiene todavía, como es lógico, el buen gusto suficiente para dicha selección, y con previsión y tino ella misma le va indicando aquello que es más adecuado e indispensable, dentro de la suma sencillez que debe presidir en el arreglo del cuarto de la niña, dejando a ésta en libertad para que elija por sí propia los colores de cortinas, alfombrillas y cojines, que han de servir de adorno. María, educada en un gran colegio de Bélgica, recuerda que las monjas hacían decorar su propio cuarto a cada muchacha mensualmente, guiadas por la maestra, pero dejándolas siempre en libertad para la elección de los colores, por cuyo “cursillo doméstico” recibían después mejores o peores notas en las clasificaciones mensuales, lo mismo que las que recibían en los cursos regulares de aritmética, bordados o dibujo. Pensando, al recordar esto, que si Rita María ha de ser en el futuro una mujer de gustos refinados no es demasiado pronto para comenzar esta enseñanza a los once años, esta madre moderna y ejemplar ha discutido paciente con la niña los detalles acerca del mueblaje de su cuartito, instruyéndola con acierto sobre aquello que es bonito y sobre aquello que es feo; enseñándola revistas ilustradas de decoración interior, y llevándola de tiendas para que vea alfombras, cortinas, lámparas, y cuanto en el cuartito se puede necesitar. La chiquilla ha sacado de todo esto un placer mayor que cuando la llevan al cine y ha recibido así, de manera divertida y práctica, su primera lección de buen gusto. ARIA, a la que muchas de sus amigas no , ] han dejado de censurar esta actitud de (Jm w <—se O LLUN DELA TO tolerancia y acatamiento hacia los gustos de la niña, así como la idea de ponerla cuarto tan pronto, se ríe de las críticas. Ella sabe muy bien que no hay tal acatamiento y que es el gusto suyo, en realidad, el que ha imperado en el arreglo. Para algo había de servirla el ser una mujer de mundo, acostumbrada a encauzar la voluntades de los que la rodean sin que ellos se den cuenta, con la exquisita diplomacia que es el arma invisible y poderosa de las mujeres de talento. Y por lo que se refiere a la segunda parte de la censura, no se preocupa mucho tampoco. Sabe también que este cuartito no constituye solamente la satisfacción de un capricho de la niña, ni una malacrianza o mimo excesivo por su parte. Su hija aprenderá en él no sólo a hacerse mujer de orden y a tener independencia, sino a estudiar mejor sus lecciones y a concentrar mejor sus ideas de lo que pudiera hacerlo en el comedor o en la sala de la casa, entre las conversaciones y el ruido. Los resultados.que espera y que indudablemente son seguros, compensan el esfuerzo. No falta por esto en el cuarto de Rita María —considerado no sólo como cuarto de dormir, sino como cuarto de estudio—una mesa de tamaño adecuado para poder dibujar, escribir o esparcir papeles y libros sobre ella; una lámpara portátil, que puede ser transportada a diversos rincones, con una sencilla pantalla forrada en color ámbar para que dé buena luz sobre el papel; un pequeño escritorio; la camita, que de día se convierte en un cómodo sofá; el armario ropero para los vestidos y una cómoda con bastantes cajones. La niña está feliz. Y la madre goza lo indecible viendo cómo ésta deliciosa mujercita en miniatura va comenzando a ver la vida, ante la que sus ojos se abren curiosos, en un plácido ambiente de sereno reposo formado por el encanto del color, la armonía de un conjunto agradable, el aliciente del orden y la limpieza, y la satisfacción de la propiedad. Gran conglomerado éste de alicientes magníficos y envidiables para toda criatura, que a María le han costado mucho menos que la casa de muñecas que para Bebita se trajo de París, o que los aretes diminutos de brillantes que la madrina le regaló a Chichí para su santo. Y ni Bebita ni Chichí, las dos amigas íntimas de Rita María, disfrutan con sus regalos la milésima parte de lo que ésta disfruta con su lindo rincón propio en el chalet del Almendares, donde ella se siente ama y señora. Aeman NO (Viene de la página 490) rasurados. ¿Tantos médicos del siglo pasado hay en Nueva York? En la Academia de Medicina me dijeron que el número de médicos barbados era insignificante. Ahora, por lo vis Cine-Mundial