Cine-mundial (1935)

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eee VIDA DE GARDEL L robar a sus innumerables A admiradores de ambos con tinentes un artista singu larisimo, la muerte nos despojó a no pocos de un camarada: Carlos Gardel tuvo el raro don de hacerse de verdaderos amigos y de conservarlos. Generoso, bohemio, sonriente y bonachon, era en la intimidad más simpático aún que en las tablas y el lienzo que consagraron su fama de trovador. En Tolouse había nacido, muchos años antes de lo que su rostro juvenil aparentaba. En Montevideo y en Buenos Aires se lanzó a la carrera del arte y ahi también, viviendo los argumentos de sus tangos sentimentales y trágicos, aprendió a cantarlos mejor que nadie: se los sabía de memoria porque resultaban, en parte, trasunto de las tempestades de su juventud. Tuvo aventuras, triunfos, dolores y decepciones. Dicen que llevaba una bala en el cuerpo, resultado de cierto lance. . . . Con el tiempo, Argentina lo tomó por suyo y argentino era sinceramente. Entre argentinos comenzó a cantar por simple afición, rasgueando su inseparable guitarra, a la que hacía gemir y sollozar.... (Recuerdo una tarde en que, a tiempo que su agente de negocios y el representante de una empresa de cine discutían un probable 1935 Septiembre, Instante en que el fuego de los aviones desplomados incineraba a Gardel y a sus compañeros. contrato, él se encerró conmigo en la cocina de su casa, en Nueva York, y dió, para mí solito, un concierto inolvidable. Mientras hacía llorar a su guitarra, derramaba él también las lágrimas del artista legítimo). El barítono en una escena de “El Tan 33 go en Broadway”, que hizo para Par amount con Blanca e Vischer. En los talleres de Paramount en Astoria, Gardel con el director francés Louis Gasnier, con el jefe de producción hispana R. Snody y con el escritor Alfredo Le Pera. Tan genuinamente superior era su interpretación de la música típica argentina, que no tardaron sus amigos en convencerlo de que debutara profesionalmente. Desde entonces triunfo y se hizo el predilecto, no solo de los suyos sino de Paris, adonde lo llevó su espíritu inquieto cuando ya pasaba do los treinta años. Fue en la Ciudad Luz artista destacado del Casino y del Folies Bergere . . . y acabó por tener su propio teatro. ... El dinero le llovía, pero lo desparramaba a puñados. Su pasión eran los caballos. Ganó y perdió fortunas con ellos... y con sus amigos para quienes nunca fue tacanc. Una tarde, calculaba en compañía de cierto inseperable camarada cuanto le habia producido su voz. Ambos hicieron cuentas y llegaron a la cifra exacta: cuatro millones. i —¿ Y cuánto tienes ahora?—preguntó el compañero. —Cuarenta centavos, —respondió francamente el barítono después de registrar todos sus bolsillos. No era extraño. (Gardel no medía sus ganancias, como no medía sus fuerzas (lo único que cuidaba religiosamente era el ritual de su diaria gimnasia, al que se adheria rigidamente) y lo mismo malgastaba sus energías que sus billetes de Banco. Más de una vez lo ví, después de una árdua jornada de trabajo, salir de francachela, bailar y alegrarse hasta la madrugda . . . ¡y ponerse a cantar, a todo trapo, en el aire traicionero del amanecer! La suya era, en realidad, garganta privilegiada. Se lo hice observar, maravillado, y me contestó: —Es un truco. das vocales. pleto. Como todos los artistas, era victima de los amigos. Una tarde, dos íntimos, sin más preámbulo que un telefonema, se presentaron en su domicilio, a preparar— con su ayuda, naturalmente, porque guisaba muy bien—una lasañeta italiana. Dos horas después, la casa estaba llena de comensales. Y Gardel, encantado. (Continúa en la pagina 591) Nada daña a mis cuerLas he domesticado por com Página 553