Cine-mundial (1935)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

entradas han dado en la ultima temporada son americanos—Will Rogers y la chiquita Shirley Temple. Trae también el “Almanaque” muchos otros datos curiosos. Por ejemplo: la edad media de las grandes figuras de Hollywood es de 34 años entre las mujeres y de 39 entre los hombres; cada semana van al cine en los Estados Unidos cerca de 75 millones de personas; de los 18,250 teatros cinematográficos que hay en el país, sólo funcionan 13,500; de cada película es necesario imprimir entre 25 y 50 copias; y que el 85% de los espectadores adultos compran sus entradas al cine entre las 7 y 30 y las 8 y 30 de la noche. TNS La prensa conservadora de los Estados Unidos le esta haciendo la propaganda al comunismo casi a diario desde que los demócratas asumieron el poder. Cada vez que el gobierno de Roosevelt embiste contra los trabajadores, la gran prensa proclama que se trata de una medida salvadora; y cada vez que el gobierno favorece a los obreros o pequefios capitalistas, la misma prensa se horroriza y afirma que vamos derechos al comunismo. ISN Esta visto que Paulino Uzcudun no entiende de dictaduras. Es el unico individuo que ha logrado burlarse impunemente de Mussolini en Roma y de Hitler en Berlin. Cuando Carnera era campeon y se enfrentó con él en Italia, Il Duce pronunció un discurso rimbombante alusivo a las glorias del Imperio de los Césares y a la paliza que, por decreto irrevocable, había dispuesto que su “paesano” le atizara al chaparro y mal encarado vasco. Pero no hubo tal, y Paulino, aunque no ganó, puso en ridículo al mastodonte de Carnera y a los fascistas que fueron a divertise a costa del “espagnolo.” Ahora acaba de suceder lo mismo en Berlín. Los sesenta y cinco mil nazis que llenaban el Sportspallast estaban convencidos de que su ídolo, Schmeling, tumbaría patas arriba al leñador a las primeras de cambio. Hasta el mismo Schmeling parece que también se estaba haciendo ilusiones, pues al retirarse a su esquina al final del sexto asalto—y mientras el contrario se iba a la suya jadeante y quitándose la sangre de la cara—empezó a sonreir y a saludar al público, lo mismo que hizo en las peleas con Hamas, Neusel y el malogrado Streibling cuando se preparaba para rematarlos. Pero el amigo Paulino, que no se ha enterado todavía de la superioridad nórdica, y que se pone bastante bruto y salvaje( dispensa, chico) cuando traspone las cuerdas del ring, se le fue encima al inciarse la séptima vuelta con la primera trompada, un derechazo fenomenal, le puso las narices como un pegote, y a renglón seguido parece que se había empeñado en arrancarle la panza de cuajo al alemán a fuerza de Página 558 zarpazos con la izquierda. Nada, que se acabaron las bromitas ipso facto. El Fuehrer se puso serio, los nazis se ofuscaron y Ondra Nansen, la actriz esposa de Schmeling, palideció y comenzó a oler sales aromáticas. Después no hubo mas sonrisas. Schmeling hizo una mueca de conejo al final de la pelea, más que satisfecho de haber ganado por puntos, y Paulino mostró los dientes de oro que en otra época comprara al Dr. Roqué de Nueva York. AA En el ferrocarril subterráneo está prohibido fumar. El otro día venía un sujeto con un gran cigarro en la boca, pero sin encender, entretenido con la lectura de los anuncios que aparecen a los costados de los vagones. Por casualidad había poca gente y reinaba el silencio—silencio relativo, ya que en Nueva York se disputan el espacio centenares de ruidos a todas horas. De pronto se oye una voz desagradable que grita: “¡Tire usted ese cigarro al suelo inmediatamente!” que ha salido de la boca de una señora obesa que lleva varios bultos sobre el regazo. El aludido se pone más rojo que un tomate y se niega a obedecer, afirmando que el tabaco está apagado y, por tanto, que no molesta nadie. La polémica dura siete u ocho minutos hasta que por fin se apea el hombre refunfuñando que hubiera dado cinco dólares por cambiarle el sexo a la mujer y poder arrearle un puñetazo. Incidentes como éste ocurren con frecuencia en la metrópoli. Lo del “Mind your own business” es un mito. Aqui todo el mundo anda inmiscuyéndose en los negocios del vecino, y metiéndose en lo que no le importa. Sin ir más lejos, a mí mismo el domingo pasado me vinieron a despertar a las diez de la inañana un par de viejas para preguntarme si era católico. —Por supuesto—contesté medio dormido. z — Entonces, ¿por qué no va usted a la iglesia ?—exclamaron a coro.—Dice el Padre O’Brien (luego me enteré que era el párroco del barrio) que no ha aparecido usted por allí una sola vez. En seguida prometí ir el domingo siguiente, ya que no era cosa de entrar en explicaciones en aquel momento. Me regalaron una estampita al despedirse. AA La otra noche me sorprendio oir a Dolores del Río llamar “Gosi” a Leo Carrillo, que hace el papel de su apoderado en la ultima cinta que ambos interpretan para Warner Brothers. ¿Qué clase de nombre será ese?, me dije, y me puse a escuchar con detenimiento hasta que averigúé que se trataba de “José”. Lo de “Gosi” debe ser la pro nunciación que se le ha ocurrido a Dolores para que se entere el público de que ya conoce tan bien el inglés que hasta en castellano se le nota el acento. ARTA U N tal José Fernández, de la América del Sur, vino a Nueva York hace seis o siete meses y entabló relaciones con una señorita yanqui. Iban juntos a teatros y fiestas, se llevaban muy bien, se veían o telefoneaban a diario y por fin llegaron a entenderse. A partir de esa fecha, el sudamericano se puso flaco, se puso neurasténico y andaba desesperado por la ciudad hablando de su enamoramiento a los amigos. _—Vamos a casarnos—le dijo a quemarropa un día a la muchacha. —i Para qué? —¿Cómo para qué? ¿Te has vuelto loca? ¿No ves que nos queremos entranablemente? ¿No te das cuenta de que estamos hechos el uno para el otro? Hubo una pausa. La joven se miraba sin ver la punta de un zapato. —Mira, Pepito—le dijo al fin: —como novio, tu estás bien y no tengo nada que reprocharte; pero el casamiento es un acto muy serio. Pudiera ser que no congeniáramos y tuviésemos que divorciarnos. No. No seas cursi y quítate eso de la cabeza. ¡No me caso! A TRANSCURREN dos semanas. El enamorado, que se ha convertido en un energúmeno, no puede resistir más y toma una determinación violenta. Se va a la casa de su amada, entrega su tarjeta al portero y le dice que desea hablar con el padre—un señor cincuentón que ha tenido bastante éxito en el mundo de los negocios. —¿En qué puedo servirle?—dice éste ofreciéndole una silla. —Dispense usted, Mister Fulano, pero yo soy el novio de su hija. —¡ Ah, si! Tanto gusto. A la verdad, no estaba enterado. .. . —Yo soy, repito, el novio de su hija, Mister Fulano, y quiero asegurarle, en la forma más solemne y hasta donde me lo permitan mis escasos conocimientos de inglés, que esta usted hablando con una persona honorable. Su hija y yo hemos incurrido en ciertos deslices, pero estoy dispuesto a casarme inmediatamente .. . le daré mi nombre . . . le daré todo lo que poseo . . . le daré. . —Un momento, jovencito. Calmese usted. Esos líos no son de mi incumbencia y le aconsejo que hable usted con ella. —Es que yo quiero que usted sepa que soy un caballero y estoy dispuesto a asumir toda la responsabilidad . . . que estoy dispuesto a ir al altar. . . (Continúa en la página 599) Cine-Mundial