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—Sirvenos el té...
Y se sentará entre Borzage y Gary Cooper, diciéndole a éste, como antes le solía decir a Sternberg:
—Este cake lo hice yo misma. .....
Porque el mayor placer de Marlene es ese: hacer cakes, pasteles, dulces. . . . ¡Hasta guisar! Cuando tiene en su casa algún invitado íntimo, siempre le hace algún plato. Y no la preocupa que no la elogien su labor artística, con tal de que se la reconozcan sus méritos culinarios. Un buen plato tiene para ella más valor positivo que una buena: película. ...
A de noche nos vamos a Beverly Hills, a
casa de Eric von Stroheim. Queremos presentarle a una estrellita argentina, Elisa Muriel, que vino desde Buenos Aires con la ilusión de trabajar en Hollywood... . En cuanto llegó se puso a estudiar inglés día y noche, y ya lo habla “on fluidez pasmosa. .... Ha conocido a Borzage, a Sternberg, y ahora quiere conocer a Stroheim, cuyas primeras películas, siempre recordadas, fueron de las más maravillosas. . . . Pero encontramos al gran director preocupado y triste: hace ya casi dos años que nadie quiere acordarse de él. .... Vamos a pedirle que se interese por Elisa Muriel, tan inteligente y tan culta, y nos dice con amarga ironía:
—Me ¡interesaré, me interesaré. . . . Pero, ¿quién se interesa ya por mí? ... Y nos cuenta las penas que le afligen. A su
esposa, que se estaba peinando en un Salón de Belleza, la quemaron horrorosamente el rostro, desfigurándoselo para el resto de su vida. Y a su hijo, de trece años de edad, que hace poco se rompió el cuello jugando en una playa, ¡le atacó ahora la parálisis infantil! ....
Stroheim vive de tragedia en tragedia. Y, siendo genial, ni siquiera se le da trabajo. .... Ganó varias fortunas, las gastó, siguió luchando, y en el apogeo de su vida, cuando ya saboreó la gloria, se ve olvidado hasta de los que más de cerca le rodean. . . . ¡Que así es Hollywood!
Los que hacen las películas se ven a menudo deshechos por ellas. Como Mauritz Stiller, como Eric von Stroheim. ....
SO MIEDOS...
(Viene de la página 41)
Hay además dos técnicos para el sonido; una chica conocida con el nombre de “script girl,” y que es, como luego explicaré, una especie de revisora del libreto; no falta el maquillador, ni el peinador, ni la mujer del guardarropía, ni cuando menos un sirviente para cada uno de
los cuatro actores. Llevamos ya dieciséis. Aun hay más. Tenemos que contar a ocho electricistas.
¿No se podría rodar la película con algunos menos? Sí, pero, ¿y el prestigio de la casa que produce el film? Una película digamos con cuatro electricistas se diría al correrse la voz, que era una película pobre técnicamente y haría oscilar la reputación de una gran empresa cinematográfica. Quedan, pues, en pie los ocho electricistas.
Carpinteros sólo se necesitan tres. La carpintería es un oficio menos técnico y brillante que la electricidad. Ahí sí se utilizan los indispensables. También hay tres obreros para hacer el trabajo que técnicos, expertos y ayu
dantes no harían sin desprestigiarse. O sea para el trabajo duro y anónimo.
Ya van treinta. Pocos quedan. No hemos contado todavía al encargado del mobiliario
ni a los cuatro suplentes. Total, treinta y cinco. Cerca de cuarenta personas, incluyendo los
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protagonistas, para rodar una escena sencilla. Imagínese el lector esas escenas en que aparecen multitudes. Decididamente el cine es una cosa muy complicada y es una injusticia que se le trate con frivolidad.
De toda esta gente mirona, la curiosidad del lector se habrá acuciado ante los cuatro suplentes. ¿Que sustitutos son esos? ¿Es que se teme que fallezca alguien y se les tiene allí a mano para reemplazar a los caídos? ¿A quién sustituyen?
Su asombro subirá de punto en cuanto le diga que esos cuatro suplentes lo son de los cuatro artistas que están haciendo la película.
Verá usted. Las películas se toman ante unas potentísimas luces de arco voltaico. No hay quien pare bajo ellas. Se suda, se siente uno incómodo, da la sensación de que la película se está rodando en el mismo centro del sol o en algún estudio del infierno. A las estrellas, a las que las empresas cuidan como las señoras a los canarios o a los gatos de Angola, el calor y el torrente de luz les puede ser perjudiciales, y así, en cuanto se ha filmado una escena y se preparan las cámaras para la siguiente en el mismo lugar y con los mismos personajes, toman sus puestos para no perder la posición, la distancia y otros detalles los cuatro suplentes. Los artistas descansan, se limpian el sudor, se arreglan el maquillaje mientras los sustitutos aguantan el calor y la luz torrencial de los focos y arcos voltaicos. Se tardan sus buenos veinte minutos en preparar la escena para tomarla desde otro ángulo. Al reanudarse el rodaje, los artistas están frescos, dispuestos a proseguir sin contrariedades ni mortificaciones de los elementos. Los cuatro suplentes están medio calcinados.
¿Qué hace el director ayudante? Desde luego no dirige la película aunque se enferme el director. Ha de cuidarse, como si fuera un mayordomo, de que los artistas lleguen a su hora al estudio. Es igualmente el encargado de comunicarles al terminar el rodaje del día si
Maria Osbelia Robles de 17 años, de la
Academia No. 24. “Lerdo de Tejada”, de Méjico, que obtuvo el primer lugar con premio de medalla de oro en
el concurso de Taquigrafía, efectuado en el Palacio de Bellas Artes.
es necesario que vuelvan al siguiente y a qué hora en caso afirmativo. Luego hace los recaditos que le encargue el director.
El dialoguista está allí para vergúenzf suya. Sí, señor, para que se avergúence. Porque su misión consiste en sustituir el diálogo que al hablarlo los actores suena mal. El dialoguista está allí para enmendarse la plana. Y los treinta y cuatro mirones para ser testigos de lo mal que lo ha hecho.
El “cameraman” en jefe no toca una máquina. Se dedica a dar instrucciones a sus ayudantes y recibirlas a su vez del director. Al frente de sus imponentes cámaras semeja un general de artillería.
¿Qué hace la “script girl”? Tiene en la mano, mientras se rueda la película, la obra completa con el diálogo, las indicaciones de por donde han de entrar y salir los actores, el traje que han de llevar, el mobiliario de la escena, los objetos sobre cada mesa... . Su misión es observar minuciosamente los más insignificantes detalles. No hay hombre que pueda desempeñar esta labor, por eso se conoce al oficio con el nombre de “script girl.” Apenas nota un detalle inapropiado, una falta, una incorrección durante el transcurso del rodaje, llama la atención del director, éste corta la escena, se remedia el mal y se prosigue. La “Script girl” viene a ser un par de ojos de repuesto que tiene el director.
Entre los ayudantes hay un fotógrafo a quien llaman “still man,” hombre parado, y que se dedicar a sacar fotos de las escenas, que luego sirven para ilustrar los periódicos y para colocar a la puerta de los cimes donde se proyecta la película.
No requiere explicación la labor de los técnicos del sonido, el peinador, la mujer del guardarropía, destinada a coser un botón que se cae o una falda que se rasga; el del maquillaje, que arregla los rostros de los artistas entre escena y escena, los obreros que trasladan las decoraciones y el material; el de mobiliario, que a su vez está encargado de suministrar el florero o la caja de cigarillos o cualquiera otro objeto necesario en la escena.
Como son treinta y cinco, el trabajo, la verdad, no mata a nadie.
Seis (ios
(Viene de la página 25)
nómadas y le dió esta orden:
—Hacer salir a Fetoma.
Abrieron las telas de la amaría y una repugnante vieja fué descendida penosamente de lo alto del dromedario.
—¡ Señorita! —exclamó el mayordomo— Es la bruja de la otra noche.
La muchacha se estremeció de horror contemplando a la anciana.
—Ignoraba que “eso” existiera todavia—dijo dirigiéndose al nómada.
—¿Qué es eso?—le pregunté yo.
—LIa hierba de los monstruos.
El nómada intervino diciendo:
—Pues existe y ya ven ustedes los resultados.
—¿Quién es esa vieja? —preguntó el mayordomo viendo que la anciana se le aproximaba.
—Madame Bordeaux—contestó la espía.
—¡ Imposible!
El nómada dijo:
—Seré breve en el relato: Mi nombre, como les he dicho, es Príncipe Ibn-el-Saura y esta mujer se llama Fetoma Srega.
“Pertenecía a un oasis cercano al mío y estaba concertado nuestro matrimonio. Un día, los franceses se acercaron a la palmerania. Monsieur Bordeaux se enamoró de Fetoma, le prometió casarse con ella y la raptó. Huyeron
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