Cine-mundial (1936)

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Den oda (Viene de la página 229) mío, ya dije que fue privado) las modelos con las ropas puestas. En las películas habrán notado ustedes que, para casos así, la dama se exhibe con aires de reina en lo alto de una plataforma, o bajando una escalinata, pero aquí estábamos en una habitación estrecha y, cuando tocó el turno a los trajes de baño, aquellas carnes palpitantes (¿así se dice?) estaban. al alcance de cualquier pellizco. Lo malo es que tanto tafetán, georgette y satén sólo interesaba a mis colegas con faldas y la que me había cedido el asiento estaba muerta de risa, mientras sus compañeras tijereteaban a su gusto a las modelitos. A mí me correspondió, como de costumbre, iniciar la desbandada general. A una de las chicas se le quedó colgada de un botón la etiqueta que marcaba el precio de la prenda y, apenas "pasó a mi lado, sonriendo seductora, pregunté: —¿Eso es algún adornito modernista ? Ben Lyon me llamó majadero, los demás se burlaron de mi ignorancia, la niña se puso como un tomate, y hubo que irse a almorzar. Por el camino, Ben nos explicó que su mujer (a quien él llama “Bibi”, conste) y la de Skeets Gallagher se han metido en el negocio de mo distas, o como se llame, y que eso les conviene tanto como andar en películas. Las “creaciones” que sus costureras fabrican bajo la dirección de ambas son originales y se venden a las estrellas de cine y al público femenino en general. Nos sentamos a la mesa y yo, enardecido por aquellos prólogos, dejé turulata a la concurrencia, pidiendo al camarero ¡una lonja de pezespada! Me permito recomendar este plato a los gastrónomos: la carne no es ni blanducha ni dura y, por supuesto, el pez envaina la hoja antes de dejarse guisar, de modo que no hay peligro de perforarse las entrañas. A todo esto, Ben Lyon seguía charlando incesantemente. Ese hombre no pára. Chistes, pullitas, informes, proposiciones mercantiles, cuentos . . . recuerdos: —Cada vez que regreso a Nueva York y contemplo las costas de New Jersey, me entra una tristeza invencible, porque me acuerdo de cuando comencé a filmar películas. Me pagaban, en un taller de New Jersey, que era el más importante del país en esa época, tres dólares por día ... a condición de que llegara vestido de rigurosa etiqueta a las nueve y media en punto de la mañana. .. . Nunca nadie perdió más dinero en un empleo. .... El alquiler del frac eran dos dólares cincuenta; los pasajes, tranvías y trasbordador, cerca de cuarenta centavos; la merienda, como mínimo, treinta centavos. Tuve que renunciar, amenazado por mi madre, que era quien nivelaba el presupuesto a fin de semana. ... —Otro sitio que me hace parpadear y sonrojarme cada vez que paso por delante del edificio es el Hotel Claridge. Cuando contaba yo dieciseis años, el Claridge tenía el restorán más aristocrático y más caro de la ciudad. Y yo, que estaba enamorado como un bestia de cierta joven de ojos románticos, reuní suficiente valor, y ocho dólares, para invitarla a cenar a la famosa fonda. Me había quedado con el frac alquilado y me sentía como el Duque de Buckingham del brazo de la reina de Francia, o como un poste de la luz eléctrica. . . . Consciente de cada traspiés que daba en la sala liena de comensales y de la pegajosa obsequiosidad de la servidumbre, me parecía que todo el mundo se fijaba en nosotros. . . . Nos sentamos. En derredor, creí reconocer a varias cele Abril, 1936 bridades. Mi novia, como si hubiera comido ahí todos los días, pidió dos chuletas de carnero. Yo, haciendo cuentas mentales, me conformé con una democrática tortilla. Me molestaba el cuello. Sin duda que todo el Claridge tomaba nota de mí, de mis trasudores, de lo alquilado de mi frac. Comimos y, al terminar mi novia, llamó al criado y, en alta voz, le ordenó: “Envuélvame las sobras en un papel... para mi perro.” Yo creo que el camarero lo hizo adrede: envolvió aquellos huesos en el comedor mismo y con un ruido de papel que parecía una tempestad tropical. Todo el mundo lo miraba y nos miraba, sonriendo. Y así fue como terminé con mi primera novia y contraje mi primera indigestión. Cada vez que paso frente al Claridge, juraría que escucho silbas. .... —Pero no quiero acordarme de cosas amargas. . . . Es preferible mencionar las graciosas. Un amigo mío, abogado, tiene dos chiquillas de siete a nueve años. La otra noche, cuando llegó a su casa, las niñas acababan de hacer una serie de atrocidades de esas que dejan al hogar como campo de batalla. Mi amigo les dió una ligera azotaína y las mandó a acostar. A la mañana siguiente, cuando abrió su propia habitación, halló, clavado con un alfiler en la puerta, el siguiente mensaje apocalíptico, escrito con lápiz: “Si quieres que tus hijas sean buenas contigo, sé bueno tú con ellas—Dios.” ADA MO (Viene da la página 206) un disco de la propia voz, colocarlo en un fonógrafo y comprobar si se oía con claridad o no. A nadie se le ocurre en estos gloriosos tiempos de la aviación, para viajar, montar sobre la grupa de un borrico. En Hollywood se va al sastre o a la modista a que le pruebe a uno los vestidos y al “ingeniero del sonido” a que le pruebe la voz. El “ingeniero” le oye, hace un cálculo matemático, resuelve una ecuación y pronuncia una sentencia: —Cincuenta ciclos. No vale. Como desquite, el infortunado aspirante puede ponerse a cantar un bello trozo de “Aída” o a dar gritos estentóreos. Será inútil. Aquella voz preciosa al aire libre, una vez introducida en el micrófono sólo da cincuenta ciclos, no tiene suficiente sonoridad. Y no hay salvación para el neófito a menos que el ingeniero se haya equivocado en sus cálculos. Por cierto que el “ingeniero” le prueba la voz sin verlo siquiera. Medida acertada para evitar prejuicios de simpatía o antipatía. Medida acertada para evitar que el aspirante rechazado, lleno de cólera, no la emprenda a golpes con el “ingeniero”. El “ingeniero”, que en realidad no lo es y se trata sencillamente de un técnico experto en el cálculo de la sonoridad, pero en el país de las películas todo se exagera y a la actriz le llaman “estrella” y al técnico “ingeniero,” obra siguiendo el procedimiento del verdugo. Y verdugo es para el pobre a quien aniquila su carrera artística por insuficiencia de sonoridad en la voz. Aludo, por supuesto, al yerdugo moderno, al que electrocuta, al que siguiendo la moda de Hollywood podríamos denominar el “ingeniero de la muerte”. Sabido es que el verdugo no ve a su víctima sentada y maniatada en la silla eléctrica. Está en una pequeña habitación donde hay palancas, botones, cordones eléctricos, contadores de electricidad. El verdugo está en su taller. Un botón se enciende para anunciarle que el reo está preparado, perfectamente fijo a la silla. ... Una dentadura brillante, lustre y color NATURAL El Polvo Dentífrico CALOX es el único dentífrico que emplea OXIGENO, el agente limpiador natural de eficacia y penetración comprobada. Al ponerse en contacto con la humedad de la boca se forman millares de burbujitas que penetran en todas las cavidades e intersticios desalojando partículas de alimentos, limpiando la boca, purificando el aliento y devolviendo a los dientes su lustre y blanCALOX también contiene agua calcárea que ataca activamente la acidez y protege el esmalte y las encías. cura natural. CALOX es 1009, soluble — no queda la menor partícula de polvo en los dientes, y, añada a estas virtudes, su gran econo HE PERFECT DENNIFRICE mía —dura dos veces más e TOOTH POWDER que la pasta. 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