Cine-mundial (1937)

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Esta vez, por el contrario, los pobres se levantaron temprano, se colocaron en fila, y apoyaron al urico politico que en la historia de la nacion ha intentado defender sus intereses. Resultado: once millones de mayoria. Comarcas consideradas hasta ayer reductos inexpugnables de “los buenos contribuyentes” que aplastan a los “‘candidatos de arraigo” como si fueran cucarachas. La división no deja lugar a dudas. De un lado, las masas; y del otro, los de arriba. No conviene dar a los números mayor importancia de la que tienen, pues si es cierto que en este país mo existen quince millones de ricos, cifra a que ascendió el voto total de Landon, también lo es que aquí, como en todas partes, abundan los soplapitos que, por muertos de hambre que estén, tachan de chusma al que trabaja con las manos y miran con recelo todo lo que huela a democracia. Tan bien se deslindaron los campos que dos ex candidatos presidenciales del Partido Democrático, Smith y Davis, fueron los que con más saña atacaron a Roosevelt. De manera que hoy todos sabemos a qué atenernos. El Presidente tiene el camino libre y puede establecer las reformas de su programa, o ampliarlas, sin temor al Tribunal Supremo ni a las protestas de sus enemigos entre los altos elementos mercantiles. La América Latina está de plácemes. No sólo continuará la política de acercamiento, sino que irá acentuándose. Мі se subirán los aranceles ni se vendrá el mundo abajo cada vez que una de nuestras repúblicas introduce aquí materias en supuesta competencia con productos americanos, ya que este gobierno reconoce que una nación acreedora, como los Estados Unidos, no puede exigir que le paguen lo que le deben y, a la vez, tener balances favorables año tras año en su comercio internacional. Tres originales de Segar, de los que se usan como modelos para animar los sainetes cinematográficos de “Popeye el Marinero”. Enero, 1937 Caricatura del presidente Roosevelt hecha la noche que habló en Madison Square Garden durante la última campaña electoral. En cuanto a Hoover y demás sostenedores de regímenes arcaicos, están hoy aún más desacreditados que cuando se inició la desbandada preliminar hace cuatro años. Estoy por decir que no ha quedado uno solo con cargo público electivo—ni en la Presidencia, ni en el Senado, ni en el Congreso, mi en las Gobernaciones, ni en las Alcaldías, ni en parte alguna. Los han pulverizado. Estoy por decir que no ha quedado uno tido Republicano tal como está constituído en la actualidad, que pasará a la historia si no elimina de su seno a los reaccionarios que lo dominan desde los tiempos de McKinley. No fueron, sin embargo, los políticos obscurantistas ni los magnates del dinero los que más desairados salieron en estas elecciones. Fué la Prensa, que hizo un ridículo colosal y quedó a la altura del betún. Y por un poco quedan a la altura de los árboles unos cuantos compañeros que se salvaron en un tris de que los lincharan en Chicago cuando Roosevelt recorrió la ciudad durante la campafia—tal era la indignación que los diarios locales provocaron en el pueblo con sus ultrajes al presidente. El espectáculo dado por la Prensa americana no puede ser más triste. A juzgar por los periódicos, y más del ochenta y cinco por ciento estaba en contra de Roosevelt, la elección de Landon era pan comido y todo iba a marchar sobre rieles en cuanto se iniciara la marcha hacia atrás, hacia la “época gloriosa” de los Harding, los Coolidge y los Hoover. Los escabechamientos frustrados de redactores y reporters по surtieron gran efecto entre las empresas editoras, ya que es notorio que los escritores abundan y se reponen con facilidad; pero a última hora se vinieron a dar cuenta de que algo raro pasaba cuando comenzaron a perder circulación en cantidades alarmantes. En fin, que el grueso de la Prensa americana dió una prueba irrefutable de estar fuera de contacto con la realidad. Y ahora que se ha visto que su poder es un mito, y que, lejos de influir y encauzar la opinión, ni siquiera se percata del sentir de sus lectores; ahora, en este preciso momento, la Prensa soberana revela un cinismo sin precedente dedicándose a dar consejos al hombre que hasta ayer calumniaba, y en edición tras edición amonesta a Roosevelt y le dice lo que debe hacer y lo que no debe tocar; le explica el significado de los votos que ha obtenido, y, en general, le ensefia como debe comportarse durante sus próximos cuatro años еп la Casa Blanca. Página 17