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Jackie Coogan en la debutó ante la camara, colaborando con
Charlie Chaplin, en "Εἰ Chiquillo.'
época en que
Este MUCHACHO de que voy hablar estaba en la cima de su carrera artística a los tres años de edad. De modo que ahora a los 23 es un verdadero anciano, artísticamente.
A los tres años salía al escenario con una melena recortada muy simpática. Hablaba con trabalenguas tan gracioso que era para comérselo a besos. Hoy, veinte años después, tal en las novelas de Alejandro Dumas, no sólo es un muchacho espigado sino que como Edmundo Dantés está dispuesto a vengarse de los que le usurparon su fortuna. Y como los tiempos han cambiado, en lugar de preparar la tizona está aprendiendo el zapateado y busca con entusiasmo un especifico para el pelo. Su familia se lo ha tomado tanto que ya le clarea.
Este anciano de 23 años πο es otro que Jackie Coogan, a quien todos recuerdan con placer de muchacho, pero nadie parece tener mucho interés en ver ahora que tiene cerca de seis pies de alto.
Comenzó su vida cinematográfica tan temprano y en tan buena compañía, la de Charlie Chaplin, que actualmente, para los efectos del cine, es una especie de Lewis Stone con la infortunada desventaja de que no le es dable desempeñar papeles de viejo, porque físicamente es todavía muy joven.
Su existencia es una proporción inversa. A medida que subía en años, disminuía en valer artístico. Le crecía la nariz y le bajaba el sueldo. Dejó de enseñar las pantorrillas, se colocó unos pantalones largos y perdió todo el encanto. De niño, las mamás en el cine se quedaban boquiabiertas y en éxtasis viéndole ambular por la pantalla. Era el Shirley Temple masculino de la época. Creció y la única persona que le mira entusiasmada es Betty Grable, su joven esposa.
En arte, esta visto, no se puede predecir nada. En 1910 Picasso funda una escuela de arte pictórico, sacada de un geómetra
Septiembre, 1938
UN ANCIANO DE 23 ANOS
Por Aurelio Pego
Jackie Coogan con su mujer, Betty Grable, nerviosisimo durante una pelea de boxeo en el Olympia de Los Angeles.
vuelto loco, llamada cubismo. No hay dios que entienda sus cuadros, y le siguen, en esta manía de convertir la pintura en rompecabezas, pintores tan diestros como Albert Gleizes, Juan Gris, Fernand Léger, Jean Metzinger y George Braque. Todo el mundo predijo que estas gentes cambiaban de modo de pintar o paraban en un manicomio. Pues nadie acertó. Ni dejaron de pintar ni se han vuelto locos. Algunos de los que adquirieron sus cuadros sí se tornaron maniacos o francamente dementes.
A lo que iba. Hace veinte años, los que velan a Jackie Coogan pronosticaban infaliblemente que en aquel chiquitin simpático había un futuro Valentino. A los 15 años, después de haber hecho Oliver Twist, desaparece de la pantalla. Por entonces no estaban de moda los secuestros y nadie sospechó que lo hubieran robado. Los espectadores de cine, tornadizos como ellos solos, se olvidaron del muchacho que se había hecho célebre con Charlot.
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