Cine-mundial (1939)

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EN BROAD Clon Joss Monos y En neoyorquino de la clase media que pierde el empleo y se le agotan los recursos antes de encontrar otro, se mete a vender seguros de vida; y en análogas condiciones, el hispano se dedica a traducir cartas, catálogos y anuncios. Hay momentos que parece que en la metrópoli no hay más que agentes de seguros y traductores. EL otro día le dieron a Bonita Granville el primer beso cinematográfico. Bonita acaba de cumplir diez y seis años, y hasta la fecha sólo había hecho papeles de niña malcriada, y, por lo regular, bastante chismosa. Los besos que le daban antes en escena mo eran del calibre romántico de éste a que se alude ahora, y las amigas en el estudio le preguntaron qué efecto le había hecho. —Es una boberia,—dijo—pero no está mal. e E N Filadelfia—en los laboratorios de la Empresa Telefónica de Bell— acaban de perfeccionar un autómata metá 164 Página Hermida Chistes ee W'A N Riveron lico que conversa en voz alta y baja, canta canciones clásicas y populares, e imita el cacareo de las gallinas y los gallos. Por razones que se desconocen, lo han bautizado con el nombre de “Pedro”. EN Washington circula la siguiente definición de las teorías de gobierno que hoy privan: SOCIALISMO—Si tiene usted dos vacas, le da una al vecino. COMUNISMO—Le da usted las dos vacas al gobierno, y el gobierno le devuelve parte de la leche. FASCISMO—Se queda usted con las dos vacas pero le da la leche al gobierno, que después le revende a usted parte de la leche. EL NUEVO IDEALISMO — Mata usted una de las vacas, ordeña la otra, y luego tira la leche al basurero. El diario neoyorquino que publica esto dice que se supone que el autor sea un político octogenario derrotado en las pasadas elecciones. Eduardo Pagés, el empresario de toros más fuerte del mundo. —V E usted aquel señor alli— dice uno de los amos del restaurant Fornos de Nueva York señalando a un comensal vestido de negro, que está solo en una de las mesas laterales y cuyo aspecto revela profundo aburrimiento.—Es Eduardo Pagés, el empresario de toros más fuerte del mundo. Tiene contratados en exclusiva a Domingo Ortega y Juan Belmonte, hijo, y trabaja las plazas de San Sebastián, Sevilla, Zaragoza, Salamanca, Valladolid, Santander y Jerez de la Frontera. Como por aquí no se ven empresarios de toros todos los días, me acerco a su mesa y le hago una pregunta; y Don Eduardo me dispara a quema ropa doscientas respuestas mal contadas. Me entero de que muchos toreros ganan más de lo que la gente cree, porque en España sucede lo contrario que en Hollywood, donde los artistas son muy aficionados a exagerar en cuestión de sueldos. Luego cuenta cómo inventó las charlotadas. Parece que por casualidad fue una vez a un cine de Barcelona donde daban la película “Charlot, pastelero”, y pudo observar el entusiasmo que despertaba cualquier gesto de Chaplin. Este hombre es una maravilla, se dijo. Todo lo que hace, todo lo que lleva puesto tiene una repercusión sensacional en el público. Allí nació la idea que luego tomó cuerpo en la cuadrilla de Charlot, Llapisera y su Botones, mezcla grotesca de destreza, sangre y risa que vino a convertirse en el espectáculo máximo de España. —Parece increíble que se pueda jugar así con reses bravas—le digo. —Facilisimo. El buen torero domina al toro por completo y hay momentos en que puede hacer con él lo que le da la gana— hasta sacarlo del redondel por la oreja, no lo dude usted. Lo malo es que ciertos públicos no entienden. En las plazas del sur de Francia tuvimos que modificar las charlotadas para que el toro diera brincos y resoplidos, y escarbara en la arena. Si la cuadrilla hacía las suertes exponiéndose al Paul Muni en el papel de Juárez, de la película Warner del mismo nombre, discute su caracterización con el productor Henry Blanke. Cine-Mundial