Cine-mundial (1939)

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peligro y como Dios manda, los franceses ‘se figuraban que les habíamos traído un ¡buey amaestrado. | —¿Y es cierto que las charlotadas por [un poco acaban con el toreo serio? | —Algo hay de eso—responde. | En San Sebastian, hace años, conoció a Charlie Chaplin y le invitó a que presen¡clara una charlotada. Chaplin estuvo en ¡la plaza inspeccionando el redondel, el co[rral con los toros, la capilla y la enfermería _—todo menos los caballos de los picadores. | —No le quise enseñar las caballerizas— —¿Es usted supersticioso? —No, sefior. —Entances, présteme usted trece pesos. dice Don Eduardo—porque a mi tampoco me gusta entrar en ellas, y no las he visto nunca en los años que llevo en el negocio. Lo que más le sorprendió a Chaplin fue el instrumental quirúrgico, camas y mesas de operaciones de la enfermería, y recuerdo que me dijo que en Hollywood bastaba con un pequeño botiquín aunque la película que se filmara tuviese miles de extras. = —éY qué impresión le causó a Chaplin la corrida, Don Eduardo? —Ninguna. Se fue sin verla. Después de unos seis o siete ‘meses de altas y bajas, el Jai-Alai pasó a mejor vida en Nueva York. Hay quien sostiene que la defunción se debe a que la empresa del Hipódromo, donde se jugaba, nunca supo si estaba explotando un deporte o un espectáculo teatral, y los pasillos del local estaban siempre llenos de muchachas con mantones de Manila, “cantaoras” de flamenco, tangos, rumbas, etcétera. Otros achacan el fracaso—y estos son los que dan en el clavo—a que las autoridades neovorquinas no permitieron las apuestas, y sin Ramón Pereda, actor-productor, que acaba de obtener un gran éxito en Nueva York con el estreno de “México Lindo". Abril, 1939 ellas jamás se ha logrado sostener la pelota vasca en ninguna parte del mundo. COMUNICAN de Lima que en las calles de Celedín le cayó encima un rayo a una hermosa muchacha, y le pulverizó la ropa dejándola completamente desnuda. La joven no sufrió lesión alguna, pero el efecto que le produjo a un sordomudo verla en semejante estado fue de tal intensidad, que, ipso facto, recobró el uso de la palabra. El diario neoyorquino que trae la noticia dice que tampoco la cree, pero que sería curioso averiguar qué fue lo primero que dijo el mudo. o A UN redactor de esta revista le dió un vahido la otra noche y en seguida se fue a consultar a tres médicos amigos, que diagnosticaron, por unanimidad, que tenía muy baja la presión arterial. El primero, un yanqui que no fuma, le dijo que no iba a perder el tiempo con medicinas; y que era imprescindible que dejara de fumar en el acto y en absoluto. Nuestro redactor se puso de un humor de perros ante la perspectiva, y el médico, para apaciguarlo, le recetó unas pildoritas blancas. El segundo, español y fumador empedernido, dijo que la bebida era fatal en su caso; pero que, en cuanto a fumar, recomendaba que no abusara del tabaco. El tercero no ejerce desde hace tiempo y es un setentón ruso que tuvo que salir de su patria a toda máquina cuando llegaron los bolcheviques. En la actualidad se gana la vida dando clases de piano y relatando a sus discípulos cierto lance que tuvo con una marquesa austriaca durante la apertura del canal de Kiel. Este dijo que lo indicado era tomarse una copa de buen coñac o whiskey en los momentos de debilidad. —¿Y para qué necesita usted tres pares de espejuelos, profesor? —Un par para ver de lejos, otro par para ver de cerca... —¿Y el otro par? —Para buscar los otros. Con todos estos consejos el compañero ha recobrado rápidamente la salud, y ahora fuma un cigarrillo de vez en cuando, toma un trago cuando se siente flojo y una pildora cuando recuerda el patatús de la otra vez. Oo E L Doctor Gallup, en otra época catedrático de universidad, se gana la vida pulsando la opinión pública y se hizo célebre cuando predijo con exactitud matemática el resultado de las tres últimas elecciones en los Estados Unidos. No es ningún brujo ni cosa por el estilo, y se vale de métodos científicos a base de investigadores de ambos sexos, bien aleccio(Continúa en la página 190) 165 Página