Cine-mundial (1939)

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MENJOU ESTA EMPENADO EN TENER FAMILIA UE lo esperarse yo en la cantina y que él no tardaría en bajar,—me dijeron de parte de Adolphe Menjou. Y como las cantinas de lujo las pintan aquí de colorado con rayas de plata; y como la ocasión la pintan calva, aprovecharé para establecer diferencias entre cómo son los “cafés” de aquí, en contraste con los de Manzanillo, Rosario, Florianópolis y Guanabacoa. Por lo pronto, en los cafés no hay café, ni con leche ni de ningún modo; pero sí patatas fritas y una especie de rosquillas de consistencia pétrea. Tampoco se permite jugar a los dados en el mostrador, ni a la brisca en las mesitas circundantes; pero sí que las señoras entren, “salgan y den chillidos cuando se les sube el: daiquirí a la cabeza. Los hombres, en cambio, si se relatan cuentos verdes, ponen sordina a sus vozarrones; y si se enardecen comentando “la situación”, o si pretenden entablar descomunales peleas, se ven de repente en la calle, aunque no hayan pagado la cuenta. . . Ese es el escenario. Un sosiego de iglesia parroquial reina en mi derredor. Todo es propicio a las meditaciones. Mientras sorbo mi aperitivo, contemplo lo neurasténico del resto de la clientela. El espejo refleja caras largas, aires mustios y correcta circunspección. Sólo un gordo y un flaco disputan en voz alta. El gordo está como un tomate; el flaco, como un cirio. Ambos se lanzan miradas feroces. El flaco, retirando su copa—como para defenderla de los golpes que van a sobrevenir—dice, mirando con sorna la rala pelambre del gordo: —La próxima vez que te compres tupé, cómpratelo con sesos. El gordo pasa del escarlata al morado, se le hinchan las venas del pescuezo y el pliegue de grasa de la nuca y responde con una lentitud mordaz: —Esa sonrisita la vas a tener. que llevar a tu casa diente por diente. . Por fortuna, en aquel momento llegó Menjou y nos fuimos a un sitio apartado. —Me marcho de vacaciones a la América del Sur, con mi esposa. ¿Qué le parece, Guaitsel ? —Magnífico, hombre. Ya es hora de que lo conozcan personalmente sus amigos. ¿Cuándo la emprende? —Pasado mañana. Ya lo saben mis lectores. Lo que no saben es que Menjou es uno de los poquísimos sobrevivientes del cine mudo, en que debutó allá por 1914... con el mismo bigotito que no se afeita por nada del mundo, porque opina que le trae buena suerte. Eso y la ropa bien cortada. -Una modesta inversión de seis dólares y veinticinco centavos en un smoking que endosé para pedir empleo como “extra” en una película ¡todavía está rindiendo utili Página 166 Ploir Eduardo Gavavi tse! El eterno Adolfo Menjou, primer actor que ahora filma para la Universal. dades, al cabo de un cuarto de siglo!—me dice abotonándose un saco cruzado, verde con rayitas y ceñido por la cintura. —:No fue. usted, además de actor, productor de películas por el 1919?—le pregunté, ansioso siempre de desentrañar detalles poco conocidos. —Mi carrera como productor de películas resultó muy breve—replicó suspirando Menjou—pero en extremo movida: mi socio y yo acabamos a puñetazo limpio, por “cuestión plata”. Desde entonces, lo que gano lo gasto en automóviles, en viajes, y en alhajas para mi mujer . . . y dejo que otros se metan a filmar y a buscarse disgustos. : — También yo prefiero que otros se metan a empresarios. De espectador me divierto infinitamente mejor . . . . —A veces, el espectáculo resulta una desgracia. —Entonces es cuando me río con más gana. En cierta República de la América Latina estaban dando, hace años, una opereta sentimental. La que interpretaba a la heroina era una señora con buena voz pero mucho mejores carnes. Demasiadas carnes. Ocho arrobas macizas. Y había un momento en que el tenor se la tenía que raptar. Llegó ese momento y el joven—un joven anémico—la ciñó como un barril, intentando levantarla en vilo. Nada. Colorado y sudoroso, hizo otro esfuerzo, pujando mucho. Nada. Del gallinero, álguien sugirio: “¿Por qué no haces tres viajes ?”. Fue la opereta de más éxito que haya presenciado en mi vida. —S1 tuviera tiempo, yo le contaría una docena de incidentes por el estilo . . . y en una diversidad de lenguajes. . . —¿ Cuántos idiomas habla usted con soltura ? —Con soltura, sólo inglés, francés, español, alemán e italiano; pero en las películas he sostenido largos diálogos en quince distintas lenguas, inclusive las escandinavas. Aquí entro yo. El español lo aprendió en el Colegio donde estuvo de joven. Y no en las clases, sino en los corredores de la institución, porque una gran mayoría de sus condiscipulos venían de la América Latina y el castellano resultaba el lenguaje oficial obligatorio fuera de las cátedras. —Francamente,—insinué—;a qué atribuye usted su éxito perenne ante la camara? Claro que nadie le niega un talento excepcional, pero otros han brillado más, sin conseguir perpetuarse. . . —Creo que hay varias razones. Por lo pronto, rara vez me dejo atar por un contrato. Siempre estoy disponible para actuar con cualquier empresa. Además, he procurado que mis interpretaciones—que nunca son de galan—se aparten del molde corriente. Si se supone que soy malo, por ejemplo, note usted que no me limito a hacer maldades exclusivamente: siempre hallo ocasión de acariciar a un chiquillo; me abstengo de dar puntapiés a los perros y, en general, me conduzco como un malo simpático, de modo que, a pesar de mi aparente perversidad, no pierdo mis clientes. . . En mi larga lista de interpretaciones como traidor de película, recuerde que nunca le he pegado a una señora de edad, ni he olvidado hacer arrumacos a un bebé, ni, si se presentaba ocasión, he dejado de arrepentirme, en el último rollo, de mis numerosas culpas. Así quedo absuelto y listo para emprenderla de nuevo en mi próxima cin{loo 6 — ;Y qué planes tiene usted para el regreso de su viaje? —Voy a adoptar un hijo. A mi señora y a mí nos encantan los nenes. . . Es la primera vez que deploro llevar tanta edad a cuestas. Si no, le propongo a a Menjou que me adopte a mí. Entre otras ventajas, tendría la de poder ponerme sus trajes viejos. . . Cine-Mundial