Cine-mundial (1939)

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SP BUSCA Por A. Ds ¡A suerte parece que mo le acompaña mucho a Jackie Coogan. Anda buscando trabajo. A Jackie Coogan le ocurre lo contrario que a la mayoría de los mortales, y es que a éstos no les ofrecen trabajo cuando son niños sino cuando ya se han hecho mozos, y a Coogan le dieron trabajo de niño y ahora, hecho un hombre, anda en huelga involuntaria de brazos caídos. Es posible que Jackie Coogan sea una victima de la precocidad. Las gentes que lo ven en la pantalla, a menos que sean muy jóvenes, instintivamente lo recuerdan cuando era un niño; y al establecer una comparación entre su actuación de ayer, de pantalones cortos, y la de hoy, de pantalones largos, sufre esta última. Ese consejo paternal que todos hemos oido en nuestras casas: “Hay que hacerse hombre”, que implicaba enfrentarse con la vida, luchar y vencer, en el caso de Jackie Coogan debiera convertirse en: “Hay que hacerse niño”. Lo difícil es convertir a un buen mozo como Jackie Coogan en el “Chiquilin” que fué bajo la tutela artística de Charlie Chaplin. Por ahí anda, a los ventidós años, con la carga de todo un pasado. Tras sus primeros triunfos cinematográficos infantiles, todo parecia conreirle en la vida. Estaba predestinado, viéndole crecer fuerte, sano, de buena estampa, a ser un galán favorito del público. Luego se convenció de que no basta con la apostura. Buenos mozos los hay en abundancia, pero Robert Taylors, Tyrone Powers y Clark Gables constituyen una insignificante minoría. Y es que para ser un galán que cautive a los espectadores de cime se precisa, además de una buena figura y un derroche de simpatía personal, teamericanos denominan vagamente “it”, un algo indescifrable, eso que los norcierta misteriosa fuerza de atracción que muy pocas personas poseen. Está visto que el pobre Jackie Coogan carecía de “it”. Lo contrataron porque se llamaba Jackie Coogan y figuró, sin pena ni gloria, en dos o tres películas, en papeles secundarios. El gran artista que fué de niño, de la mano de Charlot, se había desvanecido al paso por el colegio. Salió de las clases hecho un mocetón; pero, por desgracia, apagada la llama artística que le iluminaba en la niñez. Buena presencia, pero nada más que buena presencia. Esta le bastó, sin embargo, para matrimoniar con una muchacha muy guapa, Betty Grable, que esa sí, poseyendo cierto “it”, está llamada a triunfar en la pantalla. Es bonita, moderna, dinámica, joven. Julio, 1939 BARCA BoA O Canido Luego Jackie Coogan, falto de recursos para vivir la vida espléndida de las estrellas de Hollywood, recurrió para conseguir dinero a entablar un pleito contra su propia madre y su padrastro. Su majestad el Público, que tiene una idea estrecha y tradicional de la moralidad, no aprobó el que el hijo se reloviera en los tribunales de justicia contra la que le dió el ser. El pleito era de cuatro millones de dólares, y si ambiciosa resultaba la madre al no compartir con su hijo la fortuna que éste había ganado en el cine durante sus primeros años, no era menos deprimente ver al hijo, hecho un hombre sano, fuerte y educado, recurrir a la justicia en busca de un medio fácil de adquirir una fortuna. La impopularidad que viene a ser la peste bubónica de los artistas, persiguió a Jackie Coogan antes de que hubiera tenido ocasión de demostrar que, aún habiendo crecido, tenía facultades para el cine. Y mientras su esposa, Betty Grable, trabajaba incesantemente, él permanecía en la sombra, se iba borrando el nombre de Jackie Coogan y tornábase ominoso en “el marido de Betty Grable”. Ambos, a raíz de la boda, se instalaron en una suntuosa mansión en Beverly Hills. Como todo parecía sonreirles por entonces y ambos disponían de dinero, gastaron una fortuna en amueblarla y decorarla. Aunque ellos acababan, por decirlo así, de aparecer en el firmamento cinematográfico de Hollywood, no eran menos que las estrellas consagradas. Pronto se hizo eco todo Hollywood del lujo y el esplendor de la casa de los Coogan. Pasaron los meses y Jackie no conseguía que lo contratasen. Betty continuaba trabajando activamente. Jackie terminó, desilusionado, por abandonarse. Ya se tornarían las cartas, y por de pronto su joven esposa, que ganaba el dinero con facilidad, proveeria. Betty Grable, ademas de bonita, de rubia, de bien formada, debe ser una muchacha inteligente, o si no lo es, sabe asesorarse (Continúa en la página 332) Jackie Coogan y Betty Grable, marido y mujer, aunque por ahora relativamente separados. Se supone que viven aparte, por economía, pero ella tuvo apendicitis y él acudió al hospital a mimarla . . . como aquí. Página 311