Cine-mundial (1939)

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de la Habana que con frecuencia se mete a empresario, esta en Nueva York de paseante en corte. El buey solo, bien se lame. Dicen que ya a llevarse una compañía de ópera y una gran montaña rusa, espectáculos que no se han visto en Cuba desde hace doce y veinticinco años respectivamente. . . . Regresaron a Méjico Rodrigo de Llano y Pepe Elizondo, el director y el redactor máximo de “Excelsior”. Por cierto que Gorostiza, el delegado de Bellas Artes que trajo a Nueva York la revista teatral “Mexicana”, está indignado con Don Pepe. Alguien dice que ha dicho Gorostiza: “Si la obra era tan mala, ¿porqué la vió tantas veces? . . .” Llegó hace una semana Figwart Kusiel, representante de Columbia Pictures en Méjico. ¿A qué vendrá? ¿A discutir las películas de la próxima temporada? ¿A finalizar algún contrato de filmación con productores de Méjico? ¿O vendrá para llevar a su novia al altar? ... Pues sí, precisamente Kusiel ha venido a casarse. . . De vacaciones en Nueva York: Juan Pulido, el barítono, y su esposa Dalia Iníguez, cuyos recitales en la América Latina le han dado fama y fortuna. Mega un Astro Hace unos días Robert Taylor llegó a Nueva York tan guapo como siempre y con una orbata multicolor que partía los corazones. os de unas docenas de estenografas—jy algua casadita también!, no crean ustedes—que le speraban quedaron hechos picadillo a fuerza de uspiros. “¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!” era lo único que se oía. Jo parecía sino que en lugar de recibir a obert Taylor habían venido a darle la bienenida a la Dolorosa. Lo verdaderamente gracioso pasó dentro del ren. En Chicago por más señas. Y dicho sea e paso, aunque no venga aqui a pelo, Chicago s la ciudad más sanguinaria del mundo. En inguna parte corre la sangre como alli. Los nataderos se encargan de hacer correr—j qué orrer!, galopar—la sangre de las reses que acrifican, y los “gangsters” se encargan de haer correr la de los que se comen las reses. Bueno, pues en Chicago, que como se ve es Ina gran ciudad—y si usted no lo ve con mucho rusto se le enviarán postales y ademas de posales las dimensiones exactas de la misma—el regrito del “pullman” (coche para empaquetar 1 los viajeros durante la noche) llamó aparte ıl apuesto peliculero, le mostró un precioso reloj y le dijo: —Señor Taylor, ¿qué le parece a usted este reloj? El quebrantador de corazones no sabía qué hacer con el reloj en la mano. Le daba vueltas, hasta el punto de que por poco el reloj se marea, lo contemplaba de frente, por detrás y de canto y.. . lo único que de verdad pensaba Robertito era, reloj en mano, que quisiera ser prestidigitador para meterlo dentro del sombrero y convertirlo en una pareja de palomas. —j Mirelo bien, mirelo bien!—decia el negrito sonriéndose. Taylorcito lo miraba tanto que parecia que se lo queria aprender de memoria. Y entonces se fijó, ¡acabáramos!, que en la esfera cada una de las horas estaba señalada por una letra. A las doce horas correspondían las doce letras siguientes: R-O-B-E-R-T (aquí venía el segundero) T-A-Y-L-O-R. Entonces el famoso y codiciado (¡ay me lo comía! que dicen algunas) galán de la pantalla se dió cuenta. Y se echó reir. Por cierto que Robert Taylor tiene una magnífica dentadura. Agosto, 1939 Ben y Cammack, sub-gerente general de Exportación; Bert Reisman, representante en el Perú, y Mike Hoffay, jefe de publicidad, todos de la RKO-Radio, en los salones del célebre Westchester Country Club, en Nueva York, donde se reunirán en convención este mes los altos funcionarios de esta empresa que dirigen sus actividades en el extranjero. Buena ocurrencia la del negrito. Por lo visto también le había partido el corazón al negrito, ya que era un admirador suyo que llegaba al extremo de regalarle un original reloj con las letras de su nombre en forma de horario. Taylor pensó: “¡Y luego dicen que estas cabezas con el pelo ensortijado no discurren!” Y se apresuró, apoderándose definitivamente del reloj, a dar las gracias por el obsequio. —;¡ Oiga, caballerito!—le dijo el negro amoscado.—Tenga la amabilidad de devolverme el reloj. —Ah, ¿pero no es un regalo para mi? —j Regalo de qué, chico! ¡No seas bobo! Yo me llamo también Robert Taylor y ese es mi reloj. Así es Nueva York y al que no le guste que lo deje. Y en 22 millas cuadradas viven dos millones de habitantes que usan 550 millones de galones de agua diariamente y tienen 96 bibliotecas circulantes con libros en 12 idiomas y pueden echar cartas en 49 casas-correo. Y adiós, que se me hace tarde. En cuestión de bellezas, se cuentan más reinas por acá que en toda una colección de barajas francesas. Esta niña, por ejemplo, es "la Reina de las Playas"; se llama Norma Ellis, cuenta diecisiete años y nació en California. Conquisté la corona contra la voluntad de otras 221 concurrentes al respectivo certamen. Página 357