Cine-mundial (1939)

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Pepe Elizondo, chis peante escritor que ha sido nombrado corres ponsal de esta revista en Méjico. EN BROADWAY Con Jorge Hermida Monos y EL “Figurin” Don Collins, como lo llaman entre la gente del bronce, es un timador de oficio y de avanzada edad que se distingue por sus modales finos y la elegancia en el vestir. Lo han prendido muchas veces, la última hace cuestión de semanas, y lo probable es que pase en presidio el resto de la vida. Un capitán de la policía neoyorquina, que lo conoce desde hace treinta años, dice que hubo una época en que Don Collins trabajaba honradamente en los circos de los Estados Unidos, y era el propietario de una gran jáula y de un león. Collins se montaba en una bicicleta y daba vueltas sobre un alambre en la parte alta de la jáula, mientras el león lo seguía con la vista desde abajo, relamiéndose de gusto con la esperanza de que algun día le fallara un pie. Una noche pa Chistes de Riverón rece que Collins estaba un poco borracho y se cayó con bicicleta y todo encima del león, al que inmediatamente atizó un puntapié en las costillas. El felino, lanzando rugidos pavorosos, contestó la agresión con un zarpazo en la cabeza; Collins en seguida le rompió un colmillo metiéndole el manubrio de la bicicleta por la boca, y cuando la pelea estaba en su apogeo entraron en funciones los empleados del circo y sacaron al acróbata de la jáula. Intervino después la Sociedad Protectora de Animales y le quitó el león a Collins, que desde entonces no ha vuelto a dar un golpe. Los productores de Holly wood hacen las cosas en grande. No se DON CHUCO—¡Hoy cumplo quince años de casado con la misma mujer, Don Federico! . . . DON FICO—¿Se acuerda usted lo que le dije cuando rompió el espejo? Página 364 conforman con un solo país cuando filman una escena que se supone ocurrir en la América Latina, sino que meten en medio rollo de celuloide cuanto consideran típico de todo el continente—gallos, sarapes, tamales, rumberas, gauchos, plátanos, palmeras, llamas y los eternos burros y pencos. “Todo amenizado con música ratonera, remeneos afro-antillanos y ladridos de perros, de manera que llega uno a figurarse que la vida en nuestras repúblicas se desarrolla en una especie de ataque continuo de alferecía. Er corresponsal ambulante de esta sección manda la siguiente noticia desde la Habana: Acabo de entrevistar a Miaja y a Zamacois. Empecemos con el primero. Hotel Palm Beach, bastante bueno. El General está sentado a la mesa en el vasto comedor con dos ayudantes, su esposa y su hija. Se ve el vestíbulo lleno de turistas yanquis. El grupo termina de comer, pero el General se queda atrás hablando fogosamente con el camarero. De vez en cuando el anciano militar se da golpecitos en la frente, así como para recalcar un punto. A medida que se aproxima a la mesa vuestro redactor viajero, va notando que el General viste traje de dril amarillo y unos borceguies de punta chata, amarillos también. Son los zapatos más anchos y grandes que en su vida ha visto este corresponsal, y sólo puede compararlos con los que gastan los viejos polizontes irlandeses de Nueva York. Sus espejuelos tienen unos lentes tan gruesos que cuesta trabajo verle los ojos. Me presento y le comunico que vengo a caza de una entrevista, y que CINE-MUNDIAL circula en 21 naciones de la América Latina. Le enseño un ejemplar. El General contesta con mucha calma y no menos firmeza: —Lo siento, pero me sería lo mismo si esa revista circulase en todas las comarcas del orbe. —Francamente, General: nuestro público pertenece a todos los matices políticos . .. de manera que, tanto para protegerlo a usted como a nosotros mismos, solo quisiéramos obtener algún dato de interés que no despertara rencores. ... Aún así, lo siento por usted; pero he dado mi palabra de no hablar. —Entonces, perdone la molestia y muchas gracias. ¡Adios! —¡Salud!, responde sonriendo el General, que se vuelve y reanuda la charla con el mozo. Zamacois trabaja en “El País” y se le encuentra a diario en “Los Precios Fijos”, una tienda de ropa bastante grande situada en la esquina de las calles Aguila y Reina. Tiene la familia en París. Está escribiendo un libro sobre la guerra, y hay que hacer votos porque no tenga la misma acogida que el último que publicó en España, titulado “El asedio de Madrid.” Aquel le valió que lo condenaran a muerte, y se salvó de milagro. Se hospedaba Zamacois en las afueras de Barcelona cuando un buen día pudo observar que un contingente de tropa italiana Cine-Mundial