We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.
Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.
SHETTA CLE S D E
LY WwW O © D
UN MAESTRO DE DE ESPAÑOL
Por un
¿Q UIEN es Don Teodoro? ...
He ahi la cuestión. Nadie lo sabe a ciencia cierta, por la sencilla razón de que él mismo parece haberse olvidado de cuál es su verdadera personalidad. Para mí, en los momentos actuales es una abstracción, un simbolo.
Le conocí en París, hace varios años. Luego me le encontré en Londres. Más tarde en Nueva York. Y por último aquí en Hollywood, hace algunos meses.
Don Teodoro no ha cambiado, no ha envejecido un sólo día en todos estos años. Yo en cambio en París era joven y hasta puedo permitirme la inmodestia de decir que “buen mozo”; y ahora peino infinitas canas y padezco de artritis.
Lo más extraordinario es que don Teodoro tampoco ha cambiado de traje, y que el mismo traje descolorido de color café que llevaba en París, en Londres y en Nueva York, es el que lleva aquí en Hollywood.
De edad indefinida, lo mismo puede tener 50 años que 70. Atildado, limpio, de limpieza pobre; el escaso cabello castaño siempre muy peinado; claro el mirar vago y lejano de su miopía, y siempre una bondadosa sonrisa, amable para todos.
A pesar de su aspecto bonachón, anda siempre sólo. Pocas personas se detienen a hablar con él. Los hombres, en general, buscan objetivos concretos en una conversación, aunque sean éstos las puerilidades de la murmuración. Y un hombre como don Teodoro, de perenne sonrisa amable, no ofrece alicientes bastantes para los oradores de mesa de café. Instintivamente adivinan
Octubre, 1939
ESE ales
Veterano
en él a un soñador, a un hombre que vive en otro plano que no es el de las acritudes y acaloramientos de la vida diaria, y pasan de largo, dejándole sólo con su sonrisa.
Y efectivamente, yo, que le conozco bien, sé que el espíritu de don Teodoro flota siempre en la distantes regiones de la ensonación. Por eso cuando para conversar con alguien baja a la tierra, se coloca indefectiblemente sus finos quevedos, como si los cristales le sirvieran de ayuda para recoger sus pensamientos dispersos.
Es un hombre ajeno al mundo y a sus luchas.
Cuando le conocí en París, hace unos 18 años, daba lecciones de castellano. Y a través de los años, enseñando siempre el noble idioma, que habla con singular corrección, le encontré en Londres y en Nueva York y en Hollywood ; con una eterna cartera llena de papeles bajo el brazo, con la mirada perdida, y abstraido por completo de cuanto le rodea.
Nos conocimos ambos mientras tomábamos café, sentados ante la misma mesa en un boulevard parisino. Al parecer me tomó confianza y a las pocas semanas de conocernos me relató su historia.
Era sudamericano de nacimiento, pero rodando de un lado a otro con sus padres, cómicos españoles, a su mayoría de edad se estableció en Segovia, como maestro de español. ¡Nada menos que en Segovia donde se nace hablando el castellano de perfección suma!
Lo que nunca me contó, ni logré saber, era cómo había venido a dar en París. Porque a este hombre delicado era impropio
hacerle preguntas, tal vez indiscretas. Pero yo sospecho que en los motivos de este viaje a París se encerraba el secreto de su vida, su gran desilusión.
Pero dejando tiempos pasados, ya es hora de que cuente como llegó don Teodoro a Hollywood.
Su viaje a las lejanas costas del Pacífico lo decidió don Teodoro una noche que en un teatro latino de Nueva York fué a ver una película hispana hecha en Hollywood. ¡ Aquéllo fué espantoso para el maestro del buen decir! .. . ¡Qué manera de destrozar el idioma, de cambiar unas letras por otras, de decir en todo momento barbarismos sin cuento! ... Hollywood le necesitaba y para Hollywood vino, decidido a acabar de una vez para siempre con todos los atentados contra el idioma de Cervantes.
Con enorme sorpresa y alegría me tropecé con él una noche en el Simons. Me llamó aparte y me confesó que ese día no había comido y que estaba sin dinero. Le convidé a cenar y mientras comía me hizo partícipe de sus ilusiones.
i Hollywood era su campo de accion! .. . Y se sentía contento y esperanzado.
Pocas noches después de ésto se enteró de que en un estudio independiente se estaba haciendo una película en español titulada “La flor de la vida”. Se presentó y habló con el director de la película, un señor americano que entendía malamente el español. En el momento de llegar don Teodoro se había interrumpido la filmación, por haberse presentado un grave problema. El galán tenía que decir en su parlamento: “El agua mansa, clara y cristalina, corre buscando el mar, como mi amor busca tu Alma
—/Cut!—grito el director al llegar a este punto. Y añadió con voz tonante:
—j Usted se ha equivocado! .. . Agua es palabra femenina y mar es palabra femenina. Y usted ha dicho: “el agua y el mar”. Vuelva a repetir la escena y tenga cuidado de decir: “la agua y la mar”. Se armó en un instante la de San Quintín. (Continúa en la página 487)