Cine-mundial (1940)

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А М U J ER PAJARO Por Un Sı en lugar de tratarse de una mujer se tratara de un hombre, nos resistiríamos a escribir el subtitulo. No queremos exponernos a las iras de nadie ni a que se nos tache de frescos. Pero es una mujer. Y por lo tanto ... Hagamos historia. Yo era hasta ayer un hombre presumido de mi sabiduría en materia de cosas hollywoodenses. Me tenía por un oráculo y estaba positivamente cierto de que nada de esta fauna y de esta flora de ciudad adentro, me era desconocido. ¡Oh flaqueza humana! . . . ¡ Y cómo la Providencia castiga, sin palo ni piedra, a los fatuos! Ayer me encontré, como suele decirse, con la horma de mi zapato, cuando álguien con mucha sorna me preguntó en el estudio de la Universal, señalándome a una mujer: —; Sabes quién es esa? ... —No,—respondí.—No la he visto nunca y debe ser tal vez una visitante. —i Estás fresco !—replicó mi contrincante.—Esa mujer es una artista y notabilísima. Una artista múltiple, que trabaja en las Página 68 ЖЕСЕ а! veterano películas constantemente y que es única, ¡fíjate bien, UNICA!, en su clase de trabajo. Esta tarde es cuervo y grazna. Cuando mi colega dijo esto respiré. Mi compadre, sin duda, había bebido un poco más de la cuenta y estaba divagando. Mi orgullo de sabiondo no sufría merma. Pero en aquel momento un canario flauta dejó oir sus delicados trinos en mi propio oído izquierdo. Yo dí un salto. ¿Un canario en medio del “set”? .. ¿Un canario en la mazmorra de la Torre de Londres, que era donde estábamos metidos, viendo como el verdugo (Boris Karloff, en este caso) atormentaba cruelmente a unos cuantos infelices? ... El cuervo que Karloff llevaba sobre el hombro batió las alas al oir los trimos у graznó desentonado, como en respuesta, con gana al parecer de manducarse al desenfadado pajarillo. El director, que en un descanso de la filmación hablaba con su ayudante, volvió la cabeza riendo. Yo estaba atónito. Mi aparato de pensar comenzó a dar vueltas. . . . ¡Canario ... cuervo . .. mujer! ... Y de una cosa en otra, sin poder relacionarlas, saqué la consecuencia de que en todo aquel busilis había algo extraño. Algo que era menester que yo averiguara, para quedar en buen lugar ante el vulgo y ante mí ánima. Y me acerqué a la mujer, para tratar de desenredar la madeja desde el principio. Me presenté a ella, saludándola no como “extra,” sino como periodista. Un carnet de prensa es el “ábrete sésamo” de la mayor parte de las puertas. En este caso concreto la “puerta femenina” giró completamente sobre sus goznes y me dejó paso al interior. Es decir, al alma de la bella. Porque me había olvidado decir que es bella y joven y simpática y graciosa, la mujer en cuestión. Y he aquí lo que escuché de sus propios labios, propicios a la confidencia: Miss Marion Darlington, que tal es el nombre de la dama, es, efectivamente, “el pájaro oficial de Hollywood.” Cuando en una película tiene que salir a escena un volatil, desde un simple gorrión hasta una feroz águila, y el volatil tiene que hablar, se Пата a Miss Darlington. Y ella silba, grazna o cacarea, a voluntad. Posee un repertorio de más de 5000 voces de pájaros, tan perfectas e inconfundibles, que se engañan con ellas hasta las propias aves. Miss Darlington fué, en una tarde, las bandadas de pájaros de la ribera del Danubio en “El Gran Vals” de Metro. Fué otro día los pajarillos alegres que con sus trimos animáron el camino del bosque recorrido por Blanca Nieves, en la película de dibujos de Disney. Había sido esta tarde el cuervo agorero de Karloff. Y en su infinita interpretación de aves de todas clases, tamaños y colores, lo único que la falta, según dice, es haber sido avestruz. Pero no pierde la esperanza de serlo algún día. Ella me explica que nació con el don de silbar, como otros nacen con una voz de soprano o de barítono; y que un buen silbador o silbante, como lo es ella, se divierte enormemente y le saca con su arte un gran placer a la vida. A veces se le ocurre silbar por la calle para que la sigan los pájaros y éstos se vuelven locos tratando de localizar la voz del compañero. Y cuando no está ocupada en los estudios, cosa que ocurre muy pocas veces, exhibe su arte en los Clubs, en las iglesias y en reuniones particulares, recibiendo por ello una buena remuneración. —El secreto de todo ello—me dice—es tener buena dentadura. Sin ella no es posible silbar con perfección y recorrer toda la gama de los arpegios y trinos de las aves. Y después, por supuesto, no ponerse nerviosa, no reirse mientras se silba y procurar no estar nunca en frente de una persona que esté chupando un limón. Me asombra este pájaro raro, tan alegre y simpático, con el que quisiera seguir conversando toda la tarde. (Continúa en la página 83) Cine-Mundial