Cine-mundial (1941-01-01T23:23:59Z)

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| meses, la corista, es el que hoy más escasea. L Dr. Harvey S. Lehman, de la cátedra de psicologia de la Universidad de Ohio, acaba de propasarse afirmando que después de los cuarenta años, el hombre tiene el cerebro lleno de virutas y serrin. No usa esas palabras, pero es lo que quiere decir. Lo malo es que este profesor ha escrito 1 varios libros sobre la materia, ha recopilado f una serie imponente de cuadros estadísticos, | p | ! | y está muy documentado y tal vez tenga razón. Segun él, las grandes doctrinas filosóficas, las novelas y poemas de más fama, lo mismo que los inventos y descubrimientos científicos de mayor trascendencia, fueron todos obra de hombres que no habian cumplido los cuarenta años. Los libros que más han influido en el progreso de la civilización, dice, fueron —Las películas han cambiado una barbaridad en los últimos tiempos. Primero eran mudas, después vinieron las habladas y ahora... —¿Y, ahora, compadre? —¡Ahora hay algunas que apestan! escritos por hombres de 35 a 40 años. Algunos autores tenían de 30 a 35 años, pero se han dado muy pocos de menos de 30 o más de 40. Los químicos, los físicos y los inventores trabajan mejor entre los 30 y los 34 años; los médicos, los matemáticos y los biólogos, entre los 35 y los 39. Los poetas están en su apogeo entre los 20 y los 29; los novelistas, allá rondando los 40. Y casi todas las grandes sinfonías fueron compuestas por músicos cuyas edades variaban entre los 30 y los 34 años. DE arribada forzosa, acaba de llegar a Nueva York un periodista español cuyo nombre tal vez no convenga mencionar. Ha corrido medio mundo; se ha visto Noviembre, 1941 —¿Ha padecido usted alguna vez de dispepsia? —Pues, padecía muchísimo de chico, cada vez que tenía que escribir esa palabrita en la escuela. mezclado en algunas aventuras increíbles; y ha pasado hambre en todas partes. Esa es su característica. Ha estado a punto de perecer de inanición en la Habana, en Panamá, en Méjico, en: Buenos Aires, en Nueva York—en todas las capitales de América. No se ha muerto de hambre por milagro. Ahora viene de Madrid, y trae una dentadura postiza nueva, que le está bastante grande; y cuando habla, a menudo contrae toda la cara en una especie de rictus canibalístico, estirando los labios de oreja a oreja y apretando los dientes—tal vez para evitar que se le salgan de la boca. —¿De manera que viene usted de Madrid ?—le preguntamos. —Sí, señor. Allí me pasé la guerra civil. — ¿Usted conocería a Fernández Cué. .. —. . . que fué corresponsal de ustedes en Hollywood. . . . ¡ Ya lo creo! ¡Intimo amigo mio! En el Hotel Dardet vivía .... y por más señas, a principios de agosto del "38, su secretario me invitó una mañana a tomar chocolate a la española, espesito, con panecillos suizos, en una taberna a la entrada de la Puerta del Sol... —No lo dudamos. Pero, diganos, ¿estaba Fernández Cué comprometido en la causa del gobierno republicano? —Sií11, compañeros, síf11; muy comprometido. En lo de la propaganda, como saben ustedes. Tenía el despacho cerca de la Gran Vía, y trabajaba con un sindicalista inglés y un anarquista austriaco. Muy buenos chicos éstos dos. Una tarde me llevaron a una fondita de un vasco, allí al lado, y me invitaron a comer unas chuletas de ternera con un vinillo gallego. ... (Continúa en la página 542) —¿Y qué se ha hecho de aquella secretaria tan bonita que usted tenía? —Pues se hizo mi tesorera desde que me casé con ella. Página 519