Cine-mundial (1942)

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| | | | | Republica de Colombia, Dr. Gabriel Turbay. ... Adiós, María Luisa López. Ya no cantará más rancheras. Se ha dedicado por completo a la vida hogareña. . . . El licenciado Gilberto Concepción de Gracia, al que conocimos en la redacción del fenecido diario español neoyorquino “La Voz,” habló admirablemente en el homenaje a la memoria de José de Diego, el bardo borinqueño, en la velada de la Academia Musical María Luisa Lecompte. . . . Myrna Loy está enamorada de un médico. ... La otra tarde conocí al Sr. Alí, mahometano de luengas barbas nacido en la India Inglesa, que compra películas en Nueva York para exhibirlas después . . . en Portugal y en España, nada menos. Está casado y tiene seis hijos con una española, y reside en la Península Ibérica desde hace veintiseis años. Al enterarme de su nacionalidad, le pregunto: “¿Pero cómo se le ocurrió a usted ir a España desde la India?” “Ironías del Destino”, me dice, “muy largas de contar”. Luego quise saber si en la India había en realidad treinticinco millones de “intocables”, como afirman los periódicos, y si era cierto que la gente no se les acercaba—y que tenían que mantenerse por lo menos a cinco metros de distancia de cualquier indio de otra casta que anduviera por los alrededores. El Sr. Alí me asegura que esas son habladurías y embustes; que ni hay tales cinco metros ni tales treinticinco millones. La India es un país relativamente pequeño, dice, y de gran densidad de población; y si los indios de casta superior tuvieran que mantenerse a cinco metros de distancia de cada uno de los supuestos millones de “intocables,” todo bicho viviente andaría bailando por el espacio. En la India, según el Sr. Alí, no hay arriba de quinientos mil “intocables”; y no gozan de popularidad porque se dedican a limpiar letrinas, recoger animales muertos y otros oficios por el estilo. Son poco aficionados al baño y despiden un olor de mil demonios; y si uno de ellos cayera por Nueva York, tampoco los tocaría ni se les acercaría nadie. SEIS SEMANAS CON JOAN CRAWFORD (Viene de la página 325) su vida, desde que ganaba 8 dólares a la semana como vendedora de medias; desde que ganó 25 como corista de última fila en un teatro de Broadway; desde sus comienzos en la pantalla cuando ganaba 75, ya dentro del cine; desde los concursos de Chárleston, el baile entonces de moda, en que ganó trofeos a montones; desde su debut en la primera parte importante de “Sally, Irene and Mary,” en que apareció en la pantalla con Constance Bennett y Sally O'Neill; desde todas sus luchas, ascendiendo, ascendiendo siempre, hasta llegar a la cima con un contrato de cinco años con la Metro a razón de $1,500,000 anuales. En la quinta semana sabemos más. Sus proyectos inmediatos de convertirse en productora . . . ¡de buenas películas! —Porque durante mis viajes a través del país —nos dice Joan—he hablado con el pueblo que va al cine y que paga por ver las películas: porteros de los trenes, camareros de los hoteles, encargados de estaciones de gasolina de los caminos y gentes de todas clases y condiciones, de los que he sacado la impresión que una mala película no solamente es un mal negocio como película, sino que arruina el negocio que debieran hacer las buenas. En cambio una buena cinta es algo inapreciable para una sala de exhibición. Y nos da la razón en nuestras opiniones per Julio, 1942 Wl XQ za Oa fat) Ltt ÄN LLL BETTE — ? ” OLIVIA O AVIS de HAVILLAND GEORGE BRENT DENNIS MORGAN ESTA NUESTRA VIDA" (“In This Our Life”) Por Ellen Glasgow Novela laureada con el premio ''PULITZER"' CHARLES COBURN FRANK CRAVEN BILLIE BURKE Dirigida por JOHN HUSTON Screen Play by Howard Koch + Music by Max Steiner Es un film WARNER BROS. UR sonales de hace años. El argumento es lo primero—nos dice.—La dirección lo segundo. Y las estrellas lo tercero, en el triunfo de una película. Historias hay muchas y buenas, y el caso es dar con ellas alentando a los jóvenes escritores a poner sus ideas en el papel. Directores hay también muchos y buenos; y muchos y buenos son los artistas dispuestos a cooperar con ellos. Lo importante es no hacer malas películas, y cuando se haga alguna, por descuido, el caso es archivarla sin llegársela a mostrar al público; porque aunque esto signifique una pérdida inmediata para alguien, significará a la larga para el resto de la industria un beneficio inmenso. Creemos en Joan Crawford como productora, al oirla hablar, y con nosotros debe creer Louis B. Meyer, cuando la ha prometido incorporarla a la producción de su gran estudio. A la sexta semana, aún sabemos más. Hemos buceado en el alma de la artista y conocemos sus bondades. No por ella,—que jamás nos dejaría sospecharlas—sabemos de sus obras de caridad; de las salas del hospital que sostiene en Hollywood, con un costo de muchos miles de dólares anuales, donde al pequeño Billie Black, el hijo de un utilero de los “sets” de la Columbia, se le ha salvado la vida, cuando jugando con sus amigos a un juego llamado “¡Entréguense!” se le alojó una bala en el cráneo. El hecho descubrió la caridad de Joan. Sabemos de muchas otras generosidades, como la de obsequiar con un magnífico regalo a todas las personas que directa o indirectamente han estado asociadas en la filmación de la película, caso hasta ahora sin precedentes. Sabemos de su desprendimiento al donar íntegro su sueldo de $112,500, recibido por la película, a obras de caridad. Y sabemos que es éste el ideal de la artista: dar, dar, dar. Dar siempre, a manos llenas... ¡de todo! Dinero, afecto, gentilezas, consideraciones. ¡Seis semanas al lado de Joan Crawford es poco tiempo y es mucho! Hemos coleccionado durante ellas material suficiente para un libro . . . ¡que desgraciadamente no tendremos ocasión de escribir nunca! Página 349