Cine-mundial (1942)

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AVION ree Sana RI Pas IO La Necesidad Tiene... (Viene de la página 468) porque voy camino de ella, tomaba a veces parte también en los partidos del clásico juego. Vino después la guerra y no sé por qué el parquecito se ha ido quedando solo. Ya no acuden los viejecitos. Sólo los pájaros, bulliciosos y parlanchines, continúan con sus abluciones matutinas. Y pensaba yo en el dicho galo: “Tout passe, tout casse, tout lasse” ... ¡Todo pasa! Cuando de repente, días pasados—el día del aniversario un tiempo famoso—mirando yo la estatua desde mi ventana y pensando con cierta tristeza en los aniversarios de antaño en que venía la enlutada enamorada a depositar al pie de ella la ofrenda de sus flores, veo que se acerca una figura de mujer también de luto, aunque mucho más alta que la de años atrás. Se acercó a la estatua y depositó unas flores al pie. El hecho de que la silueta de la mujer no correspondiese con la que vivía en mi corazón de romántico, me picó la curiosidad. Y encasquetándome el sombrero, salí para el parque con el fin de ver quién era la nueva dama. Esta, al verse seguida, apresuró el paso. Yo alargué los míos resuelto a verle la cara de todos modos, cuando de repente: “¡NO ME SIGAS, IMBECIL!”, tronó una voz de hombre, no desconocida para mí. Tan imperativa fué la orden que me paré en seco sobre los talones, con lo que dí tiempo a que el fantasma desapareciera tras una esquina; y, encogiéndome de hombros, volví a meterme en mi casa. Poco después sonó el teléfono. Era mi amigo el viejo y apuesto director de las películas mudas, de quien he hablado varias veces a mis lectores, que me dijo: “Espérame, que voy a verte, Tengo que hablarte.” Página 494 AR ae SOLUCION DEL FOTOCRIMEN "UNA SOLUCION RAPIDA" La cuerda atada a la pata de una mesa que aparecía a varios metros de la ventana, vino a indicarle al Profesor que se trataba de una estratagema para dar la idea de que el ladrón era alguien de la calle. Si hubiera descendido un hombre por la cuerda (como aseguraron Beverly y Godfrey), la mesa estaría contra la ventana, después de haberla arrastrado por el cuarto. Sorprendidos al oir pasos de alguien que subía por la escalera, Godfrey sólo tuvo el tiempo preciso para huír con los cuadros, y Beverly, aterrorizada amarró la soga a la pata de la mesa—que fué lo primero que vió. El "hallazgo" en el armario fué otra artimaña para sugerir que el ladrón había estado escondido. Por supuesto, Fordney arrestó a Godfrey y Beverley. Encontraron los cuadros en un escondrijo oculto en la capota del automóvil de Godfrey. Ambos fueron condenados a prisión. Y llegó el hombre al poco rato, acompañado de un “extra” que traía una Kodak.' Y el director me explicó: —Hay un diario de gran circulación en Los Angeles que paga todos los días $10.00 por una instantánea fotográfica que sea de interés público. Yo necesitaba esos dólares. ¡Ima ginate que si mañana no le entrego esa suma a la casera me toca dormir en la calle! Y se me ocurrió una idea brillante y salvadora. Pedí a Pepe—el “extra” de la Kodak—que trajera la maquinita. Le puse en antecedentes de mi apuro. Y le pedí a Lola—la mujer de Pepe— que me prestase un vestido, un sombrero y un velo, para que me sacara éste una instantánea de la enlutada de las flores de Valentino. ¡Imagínate la sensacional noticia! Mañana publicará el periódico: “¡La enamorada de Valentino ha vuelto!” . . . Estoy seguro que me dan no $10.00, sino $20.00. Le doy cinco a Pepe, pago a la casera y me quedan cinco. ¡Estoy salvado! ... Le miré con profunda lástima. —Puede que sí,—le dije, con cierto enojo.—El público suele ser tonto y se deja engañar fácilmente. También yo me tragué aquello de que los habitantes de Marte habían invadido la Tierra y estuve enfermo del susto. ¡Pero que usted, precisamente usted, sea el autor de esta superchería, no me cabe en la cabeza... ! Y el viejo director de cine, que a Valentino tuvo en no pocas ocasiones bajo su batuta, no me dejó seguir, interrumpiéndome: —Tienes mucha razón. Pero tienes también que creerme si te juro que no fueron solamente los $10.00 del premio los que me indujeron a la farsa. Me duele el corazón cada año que pasa sin que la enamorada de Valentino aparezca; sin que esa bella leyenda de dolor y de amor perdure indefinidamente. ... Y por eso... Ahora fuí yo el que no le dejó seguir. Verdad o mentira, el hombre me había puesto el dedo en la llaga. Y no sólo le prometí guardar el secreto de lo que había visto, sino que para premiar su fidelidad a una memoria a la que yo también soy fiel, le dí otros $10.00 de mi bolsillo, que pusieron al hombre más contento que unas Pascuas. ... Cine-Mundial