Cine-mundial (1942)

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A LA MA RESENTO, señores Dos figuras de leyenda recortan sus siluetas sobre las blancas arenas del Desierto bañadas por la luna, en las soledades del Africa. Es la bizarra figura de un mahometano que estrecha entre sus brazos apasionadamente a una bella mujer. La hora es de paz. Y al unirse sus labios en un beso, parecen ambos perder la noción del tiempo. Un silencio majestuoso les rodea y el vuelo de una mosca parecería, en tal instante de embeleso, rugido de huracán. Cuando se deshace el embrujo en que nos ha sumido la contemplación de la escena de amor en tal ambiente, nos parece mentira encontrarnos rodeados de bullicio y de gente, que en todo piensa menos en romanticismos. El mahometano arrogante se adelanta hacia nosotros, trayendo de la mano a su compañera y nos la presenta. El es Dennis Morgan, antiguo conocido, del que hace mucho tiempo somos devotos fanáticos. Ella es Irene Manning, la estrella gentil a la que acaba de presentarnos la Warner no hace mucho en una de sus grandes películas, “Triunfo Supremo.” Precisamente el hecho de saber junta a esta pareja es lo que nos ha traído hoy al estudio, para darnos el placer de verles y oirles. Hace mucho tiempo que esperabamos que los productores dieran a Dennis Morgan la oportunidad de lucir su bellisima voz de barítono en la pantalla. Y como si los productores quisieran alentar nuestras esperanzas, no solamente presentan a Dennis Morgan por primera vez en el cine DELA TUNA Por Elena de la Torre como cantante, sino que lo presentan con Irene Manning, otra cantante notabilisima, en una gran pelicula en colores que lleva el sugestivo título de “The Desert Song.” “La Canción del Desierto,” es marco apropiado para que destaquen las figuras radiantes de Dennis y de Irene. Conocimos a Morgan como cantante hace algunos años, en ocasión memorable. Andrés de Segurola, el prócer del Arte, daba en su aristocrática mansión de Hollywood una fiesta suntuosa en honor de Lucrezia Bori. Y para festejar a la eximia artista presentaba a sus discípulos más notables en un íntimo concierto de selecciones escogidisimas. Stanley Morner, nombre propio del artista por el que se conocia entonces a Dennis Morgan, cautivó la atención del centenar de amigos de Segurola reunidos en sus salones, por su figura apuesta, por su empaque de buen mozo y por la gracia atrayente de su sonrisa contagiosa. Y cautivó la atención de la homenajeada Lucrezia Bori, por la belleza de su voz de barítono, que mereció los más cálidos elogios de la famosa cantante. Cuando poco después, reconocidos los talentos de Dennis Morgan, le presentó la RKO con Ginger Rogers en la película “Kitty Foyle,” que valió a esta gran estrella el premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, esperamos con afán el momento en que en la pantalla le presentaran como cantante. ¡Espera inútil, que parecía, por las trazas, que iba a ser eterna! Y sentimos una especie de satisfacción intima al ver que ya por fín nuestros deseos se han hecho realidad. Es una especie de romanticismo éste que sentimos, que se desvanece al tener a Dennis Morgan ante NOSOtTOS. Porque Dennis, lleno de vida, pleno de ilusiones, feliz en la ventura de un hogar dichoso que alegra un angelote de cuatro años, vivo retrato del padre, no deja margen para sentimentalismos. Llega bromeando con Irene Manning, sobre el abrazo apasionado que acaba de darla, en las arenas del Desierto, a la luz de la luna. —¿No se ha fijado usted —nos dice—que las únicas que se quejan siempre de los besos ante la cámara son las estrellas? Cuando se da en la pantalla un beso de amor, la estrella sufre horrores. Nueve veces, de cada diez, sale con una “‘torticolis.” Tiene que torcer la cabeza en el angulo preciso que le interesa al “cameraman,” para lograr el deseado efecto de luz. Tiene que preocuparse de que no se despinten sus labios, de que no se le desarregle el cabello y de que su expresión refleje serenidad, amor apasionado y embeleso, sin que su belleza se descomponga. Y el galán, en cambio, todo lo que tiene que hacer es besar, estrujar a la dama fuertemente entre sus brazos y no preocuparse de nada, porque todo lo que se verá de él en la pantalla es su nuca, o cuando más la oreja izquierda. Irene Manning le mira, burlona, y él continúa diciéndonos: —¿Sabe usted cuanto ha durado este beso que acaba de ver filmar? Pues exacta (Continúa en la pagina 529) Irene Manning y Dennis Morgan en una de las escenas de la soberbia película en tecnicolor "La Canción del Desierto", de Warner, adaptada de la opereta del mismo nombre. Es la primera vez que, en una producción de cine, Morgan luce su espléndida voz.