Cine-mundial (1942)

Miniatura de “6 Destinos”, de 20th Centar El sastre más famoso de Nueva York confecciona un traje de frac para el gran artista Orman (Charles Boyer). A la regia mansión del artista llegan con el traje cuatro mensajeros del sastre, que son recibidos por el ayuda de cámara, Luther (Eugene Pallette), quien coloca el traje en un maniquí para que su amo lo vea. El artista aprueba la obra, mientras que uno de los mensajeros del sastre relata la discución sostenida sobre el frac por los oficiales de la sastrería, uno de los cuales afirma que traerá suerte a su poseedor, mientras otro asegura que le traerá desgracia. Aquella misma noche vemos a Boyer asesinado por una mujer celosa. Pero la cámara se aparta y el falso asesinato resulta ser la última escena de una obra teatral. Al terminar la representación, el artista corre al lado de un antiguo amor, Ethel (Rita Hayworth), casada ahora con Halloway (Thomas Mitchell), un sportman cazador de fieras, que sorprende las protestas de amor de la pareja. Un rifle se descarga accidentalmente, y el artista, que está herido, se burla de la mujer, cuya falsedad conoce en aquel instante, haciendo creer al matrimonio que no lo está. y-Fox Eugene Pallett, mientras su amo permanece en el hospital, lleva el frac a su compañero Edgar (Roland Young), para que éste le preste por el diez dólares. Roland Young sirve a un rico soltero, Harry (César Romero), que se va a casar aquella misma noche con Diana (Ginger Rogers). César Romero duerme todavía su borrachera cuando su novia llega a buscarle para almorzar. Instigada por una amiga, encuentra en el bolsillo del frac una carta comprometedora. El novio llama a su amigo George (Fonda), para que haga aparecer el frac como suyo. Charles Laughton, después de su triunfo, desecha por inservible el frac, que va a parar a manos de unos misioneros que sostienen un asilo de caridad para los pobres vagabundos, en la parte más humilde de la ciudad. Debidamente cosido y arreglado, el frac sirve para efectuar la regeneración del profesor Browne (Edward G. Robinson), permitiéndole asistir a la comida anual que celebran sus antiguos compañeros de Universidad, donde después de un episodio de gran intensidad dramática, se abren para su vida nuevos horizontes. No parece difícil el caso, al poder el criado entregar a Henry Fonda, cuando éste entra en la casa, el frac famoso para que haga creer a la muchacha que lo cambió por el del novio la noche enterior. Henry Fonda se presta a la farsa para salvar al amigo. Pero la suspicacia de Ginger Rogers primero y la aparición de cierta bella rubia (Marion Martin), después, dan al traste con la boda que iba a celebrarse y son inicio de un nuevo amor, está vez más real, entre el honesto Henry Fonda y la engañada Ginger Rogers. Una vez ya cosido el frac, los misioneros pueden venderlo a una tienda de ropas de segunda mano. Pero no han acabado sus aventuras. Un ladrón lo roba cierta noche en que necesita ir vestido de etiqueta para dar un asalto en un garito donde se juega en grande. Una vez cometido el robo, el ladrón (J. Carrol Naish), toma un avión para ganar la frontera de Méjico, antes de llegar a la cual se ve obligado a desprenderse del frac, por un fuego, tirándolo al aire, sin recordar el dinero que hay en su bolsillo. Es llevado el frac más tarde a una casa de empeños por los dos criados, uno de los cuales quiere recobrar sus diez dólares. Y allí lo ve la esposa de infeliz músico Charles Smith (Charles Laughton), al que la fortuna depara una sorpresa: la de dirigir su propia sinfonía en un gran concierto. La esposa (Elsa Lanchester), compra para el caso el célebre frac, que por venirle estrecho al compositor está a punto de dar al traste con su gloria, al abrirse por la espalda mientras empuña la batuta la noche del concierto. Para las almas sencillas del campo de negros del Sur, donde cae el frac lleno de billetes, aquello es "maná del cielo". El Señor en la Navidad satisface de aquel modo las peticiones modestas de todos, sin dejar a nadie olvidado. Y hasta el viejo centenario Christopher (George Reed), ve colmado su único anhelo de poseer una vestimenta para su espantapájaros, a fin de que no le molesten los alegres animalitos. Por extraño simbolismo, el frac, en su constante descenso, sólo ha traído mala suerte para los que han tenido malos pensamientos.