Cine-mundial (1942)

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POSTALES DE HOLLYWOOD NACE un EXTRA mí im Por un “Extra” veterano : ESDE que las duras exigen cias de estos tiempos de guerra aventaron el nido de mi tranquilidad, separandome de mis viejos companeros de casa y de oficio, he andado de la ceca a la meca, como sin sombra y desorientado, porque la soledad me espanta. Me refiero a la soledad entre las multitudes, que es muy distinta a la soledad de los campos y de los bosques. Contemplar la salida del sol desde to alto de una montaña, perderse entre las selvas escuchando en silencio el canto de los pajaros o el rumor del torrente, eso no es soledad, sino convivir con la naturaleza y sentir en lo mas hondo de nuestro ser su abrazo maternal. Felizmente empiezo a tener amigos nuevos. Un simpatico cubiche, Raul Morones, comparte ahora conmigo mi pequeño “bungalow.” Ya vendrán otros, si la fortuna ST MON'S 1942 Diciembre, nos los depara, a entibiar el helado ambiente de nuestra soledad, que ahora ya no es tan grande. : Anoche, Raúl me dió un susto. El es, como todo cubano, alegre, dicharachero, afectuoso y compañero leal, en toda la extensión de la palabra. Por eso me sorprendió verle sentado frente a una taza de café, con la cabeza entre las manos, presa de negra desesperación. —; Qué te pasa, viejo?—le dije al entrar en casa y encontrarle en tal actitud. —¡Que estoy desesperado y desilusionado!—me contestó.—;¡Estoy convencido de que no sirvo para nada y de que Dios no me ha llamado por el camino del Arte!... —j Vamos, hombre, no será para tanto! —le repliqué.—Pero cuéntame qué es lo que te ocurre. Debo decir que Raul hace algunos meses que llegó de Nueva York, donde trabajaba tocando las maracas en una orquesta típica cubana. Como es bien parecido, y, a veces, en el cabaret donde actuaba, además de hacer ruído con las maracas, solía cantar alguna canción lucumí, llamó la atención de un sabueso del Cine, que le esperó una noche a la salida del cabaret y le preguntó si le gustaría ir contratado a Hollywood. Raúl dió un salto mortal, para sus adentros, ante la pregunta. Creyó que soñaba despierto. ¡ Un contrato en Hollywood ! ¿La celebridad, la gloria, el dinero, LA PANTALLA!... Todos estos espejisimos daban vueltas en su cabeza como un trompo embrujado. Y después de recobrar el aliento, mientras el cínico y cascarudo sabueso observaba el efecto del veneno que acababa de inyectarle, pudo contestar Raúl, creyendo que se hacia valer dándose importancia: —j Hombre, no había pensado nunca en ir a Hollywood, porque aquí me sobra trabajo y gano todo el dinero que me hace falta; pero, si se me ofrece un contrato ventajoso, no tengo inconveniente. Tal vez. . . . ¡Déjeme estudiar un poco la COS Una semana después llegaba Raúl a Hollywood, como un fardo más. Y con un contrato en el bolsillo, que él creía estupendo. Desde la estación casi, fué llevado al estudio a tocar las maracas y a cantar su pregón, en una película de ambiente tropical. Allí le conocí, porque yo trabajaba de “extra” en la película aquel día, pintado de negro jamaiquino. Hace de esto cinco meses y el pobre Raúl no ha vuelto a dar un golpe en el yunque de la fama, y de ahí su desesperación. Traté entonces de darle ánimos y le dije: —Oyeme, Raúl. Lo que a tí te pasa ahora, me pasó a mi también y les ha pasado a miles, como tú y como yo; y, no por aquello de que “mal de muchos, consuelo de tontos,” sino a modo de ejemplo, voy a contarte las tribulaciones porque está (Continúa en la página 577) Página 565