Cine-mundial (1943)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

Blanco... Durazno ... lila... Verde зсоја entre estos ае О Pañuelos Desechables KLEENEX Todo mundo usa Kleenex ...en el bao... en el cuarto del bebé . . . en la recámara . . . en el auto ... para fiestas campestres ... y centenares de otros usos. Ten$a siempre una o dos cajas a la mano. Sólo Kleenex ofrece la caja que ''evita desperdicio" — tome uno y el otro queda listo. La otra ha sido la estrella del "it," palabra sin traducción posible y que representaba el más alto grado del atractivo femenino. Fué la estrellas más retratada y la más ponderada de su tiempo. La que suscitaba posiones más violentas en la juventud espectadora: Clara Bow. Hoy vive pacíficamente olvidada en Nevada, que viene a ser en comparación al resto de los Estados Unidos algo así como donde Cristo dió las tres voces. El más perfecto lugar para vivir en el más completo anónimo e ir envejeciendo lenta y magníficamente. роснае е (Viene de la página 124) Lo boca se nos hacía agua. Tal era mi apetito y mi ilusión, que al sentarme a la mesa no me dí cuenta de que los manjares que se hallaban sobre ella no humeaban. Y esperábamos impacientes, pintada en el semblante la expresión del gozo anticipado, la sabrosa comida que estábamos prontos a saborear, cuando a través del micrófono se dejó oír la voz del director: — | Atención, señoras y señores! . . . Al escuchar la palabra del propio director, dedujimos que se trataba de algo muy importante: ¡Y vaya si lo era! —Antes de empezar a filmar, hacerles una advertencia. Hasta aquí el tono de voz, aún a través del micrófono, era sereno, tranquilo, como el de persona que va a tratar de un asunto insignificante. Pero repentinamente, el director, como enardecido con su propios pensamientos, nos espetó con voz ampulosa la siguiente arenga bélica: tengo que Página 134 —Estamos comprometidos en una guerra total, en una guerra de mundos contra mundos, del Bien contra el Mal, de la justicia contra la barbarie y contra la ambición. Esta guerra nos impone sacrificios sin fin, que hemos de sobrellevar con gran estoicismo y con la sonrisa en los labios. Hay que hacer estos sacrificios en favor de nuestros soldados y en favor de nuestros aliados. Y sobre todo hay que hacerlos en la cuestión de los alimentos. ¡Todo debe ser para ellos! Por eso en este banquete que ahora vamos a filmar, los manjares serán sólo una ilusión de realidad. ¡Todo será falso! ¡No habrá un pollo, ni un filete de ternera, ni un emparedado de jamón, al que se pueda hincar el diente! Pero eso si, espero, señoras y señores, que se porten en la mesa como buenos, dando al público la ilusión de que están comiendo de veras. Hagan, pues, que comen, sin escatimar el uso frecuente de la servilleta después de cada bocado, como si comieran de verdad. ¡Todo es ilusión en la vida y la ilusión hace milagros, hasta cuando se tiene el estómago vacio! Señoras y señores, ¡he dicho! Y empezó la filmación y se prolongó la comida ficticia hora tras hora, para martirio nuestro. A Raúl y a mí, que habíamos llegado al Estudio sin almorzar, no tardó en empezar a torturarnos el hambre. Y cuando a eso de las seis mos sirvieron la comida en el estudio, yo abrí mi cajita de cartón correspondiente esperando hallar en ella los consabidos “sandwiches” de jamón y de pollo, desdeñados tantas veces, y considerados ahora como manjares exquisitos. Pero, ¡mísero de mí!, había olvidado que era martes, día sin carne en la nación, y tuve que conformarme con un “sandwich” de queso viejo, que más parecía de suela. Cuando a las once de la noche el director dió por terminada la escena del banquete, corrí al restaurante italiano que se halla frente al estudio, dispuesto a saciar mi hambre con un plato de tallarines como una torre. En el restaurante, oscuro y solitario, me esperaba la tercera o la cuarta decepción del día. Un gran letrero a la puerta decía concisamente: “Cerrado por falta de servicio y de víveres.” Entonces y sólo entonces, pensé en los frijoles a medio cocinar que había en casa. Y se me hizo la boca agua con la perspectiva del banquete que me iba a dar con ellos. ¡Qué ricos estarían sin otra salsa que la mejor de todas: el hambre! ¡Benditos frijoles, aunque me cayeran como un plomo! ... Y he aquí lectores que en este caso concreto, como en todo en la vida, lo MEJOR es enemigo de lo BUENO. Lo MEJOR era el pollo, por el que dejamos los frijoles y que resultó un engaño. Y lo BUENO eran los frijoles, que calmaron nuestras ansias y nos dieron alientos para esperar el nuevo día. Hollywood (Viene de la página 120) todas castas y tamaños, unos diminutos como dijes y otros enormes como elefantes. Todo iba bien hasta hace poco. A John Hubbard le gustan los perros, y, como buen amigo de sus amigos, no le importaba cuidar de ellos. Pero ha llegado el momento en que la palabra cuidar tiene un significado difícil. Con el racionamiento de carne, la jauría de John Hubbard se ha indisciplinado, porque los pupilos caninos no se avienen a ser vegetarianos. Y como no se conforman con el nuevo régimen de alimentación, exteriorizan su protesta ladrando a más y mejor, en todos los tonos de la escala. Por lo cual el artista de la Republic se ha visto en la imperiosa necesidad de dejar su casa a los perros, mudándose a un hotel para poder dormir mientras dure la guerra y no pueda deshacerse de sus huéspedes. La historia de Bernard Shaw será llevada a la pantalla por la 20th Century-Fox, que prepara esta película con el mayor entusiasmo, faltando en estos momentos que ultimar algunos detalles para que el dramaturgo firme el contrato de autorización. Hace muchos meses que se entablaron las negociaciones con el gran escritor inglés, que no acababa de decidirse a dar su aprobación, porque no estaba seguro de qué artista debería representarle. El mismo sugirió los nombres de varios actores ingleses, con los que no estaban conformes los productores, porque en nada se parecían sus características a las del biografiado. En una de las discusiones, el representante del estudio le dijo a Bernard Shaw: —Acabamos de contratar a un artista capacitado para representarle en la pantalla: es Monty Woolley. —i Ese hombre antipático !—protestó Bernard Shaw.—j De ningún modo! Pocas semanas después se reanudaron las discusiones y el representante de la 20th Century-Fox volvió a mencionar a Monty Wooley, preguntando a Bernard Shaw si le conocía. —No le conozco—respondió Bernard Shaw— pero me basta y me sobra con lo que he oído decir de él. Cine-Mundial