Cine-mundial (1943)

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E L lector, echándoselas de ingenioso, a la pregunta de lo que hacen las estrellas de noche, responderá que lo que han hecho siempre: sembrar de puntitos luminosos el firmamento. Nosotros nos referimos a las otras estrellas, a las humanas, a las que cautivan nuestra atención en la pantalla. ¿Es que ahora las estrellas, al ponerse el sol, hacen cosa distinta a lo que realizaban antes? La vida nocturna de Hollywood ha cambiado radicalmente desde que los Estados Unidos han tomado parte en el conflicto mundial. De noche, en la actualidad, las estrellas tienen algo más que hacer que recorrer, divirtiéndose, los famosos cabarets que, proyectados en la pantalla, se han hecho universalmente conocidos. Otro Hollywood nocturno La ciudad del cine, tan alegre y luminosa en las noches, se ha oscurecido. Aunque el peligro de raids aéreos por parte del enemigo es remoto, no por eso déjase de tomar precauciones. La sorpresa pudo haber acarreado uno de los grandes desastres con que los Estados Unidos iniciaron la guerra, el de Pearl Harbor; pero lo inesperado no volverá a conquistar a los japoneses la más trivial victoria. Hollywood, como todas las ciudades del oeste de los Estados Unidos, permanece alerta de día y de noche, acentuándose las precauciones al invadir las sombras la ciudad. Los cabarets están abiertos, los restaurantes famosos no han cerrado, pero hacia la calle, al igual de lo que ocurre en Nueva York, no se proyecta ninguna luz. Hollywood, de noche, permanece a oscuras y da la impresión de una ciudad muerta. Se ven circular escasos automóviles, pues racionada la gasolina y suprimida la venta de neumáticos, el recreo automovilista ha dado a su fin mientras dure la guerra. A lo mejor pasa rauda una motocicleta en la que quiza vaya montado Dick Powell, que en razon de la economia de guerra ha sustituido el vehiculo de dos ruedas por el de cuatro. Mas ya puede usted frecuentar los lugares habituales de recreo nocturno de Hollywood en busca de las estrellas, que no las encontrará. El firmamento cinematográfico está nublado ahora de noche. A los astros, la guerra se los ha llevado de Hollywood, si eran jóvenes. A las estrellas se las ha llevado la guerra, de restaurantes, cabarets y fiestas sociales. De vez en cuando aún se da en Hollywood un “party” que recuerda los buenos tiempos, pero по se organiza, como antes, con el propósito único de divertirse. Siempre tiene un fin caritativo. Recoger dinero para la U.S.O., socorros a las familias de soldados y marinos, u otro propósito benéfico. En una clínica de Los Angeles, la estrella de la Warner, Ann Sheridan, ofrece su sangre, que luego, embotellada, la enviarán a los hospitales de las distintas zonas combatientes. Abril, 1943 ¿Que hacen ahora de moche las estrellas? POR A. P. CANIDO Hoy, en Hollywood, las estrellas no deslumbran más que en la pantalla... y en las cantinas. Las cantinas patrióticas Es prudente explicar lo de las cantinas a fin de que el lector o lectora no tenga una idea errónea y se figure que, desoladas por las guerra, las artistas de cine se han entregado a la bebida y frecuentan las cantinas. Nada más lejos de la verdad. No sabemos por qué razón se le ha adjudicado el mombre de cantina a unos lugares, por lo regular en un sótano, donde las artistas obsequian con emparedados y café con leche o té a los soldados y marinos. En ocasiones, hay apamitos de música a cuyos acordes Ann Sheridan о Неду Lamarr bailan con un muchacho uniformado, enteramente desconocido para ellas. En estas “canteens,” así llamadas en inglés, y por traducción directa cantinas en español, únicamente se permite la entrada a marinos, soldados y aviadores. Ningún paisano puede concurrir a ellas. Estas cantinas están abiertas todas las noches hasta las once o doce. Las artistas que concurren a ellas como un debe patriótico, el de exaltar el espíritu de los combatientes, se turnan. Unas veces se ve a Bette Davis, muy entusiasta, presidenta de una de estas organizaciones de cantinas patrióticas, y otras a Norma Shearer o a Rosalind Russell. Rara es la estrella que en una ocasión u otra no (Continúa en la página 178) Página 151