Cine-mundial (1943)

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POS TA ESE Por un "Extra" veterano “De sabios es mudar de consejo” М5 los “extras” estamos clasificados por nuestro tipo y también por la estatura, por la calvicie, por el tamano de la nariz, por la edad y por el volumen de nuestra barriga. Cuando nos Патап а un Estudio no lo hacen “a tontas y a locas”, sino que se tiene en cuenta que encajemos dentro del cuadro—y aún del marco—que en su mollera lleva el Director. Rara vez nos eligen en montón. Eso ocurría antes, en las grandes películas de multitudes, como las famosas de DeMille, en que los "extras" nos convertíamos en “atmósfera”. Hoy la cosa ha variado, por la indole de las obras, y también por economía. El hecho es que, últimamente, para los “extras” de mi grupo, andaba escaso el trabajo. Con la carestía de la vida, la cosa no está para juego, y de vez en cuando nos buscamos la vida fuera del Cine y aceptamos cualquier “changuita” que se nos presente, durante los compases de espera. En la búsqueda de una de estas gangas estaba yo cierto día, cuando me llamó por teléfono un Sub-Director, que me distingue con su protección y que sabe que garabateo cuartillas. “Vente en seguida al estudio”, me dijo. Y allá me fuí. ' Se trataba de que a dos escritores famosos, Jack P. y John X., que, como los hermanos Goncourt, siempre escriben juntos, se les había ido la secretaria, una jamona cuarentona, que ha ingresado en el Ejército y que ahora viste el uniforme de sargento—que le cuadra a maravilla—de uno de los servicios militares. S Yo debia substituír a esta secretaria. A mí me encantó la oportunidad y el honor de trabajar para estos principes de la pluma y de los fabulosos salarios. Previas las presentaciones de rigor y después de comprometerme a obedecer la consigna de no hablar y no interrumpir, sino de limitarme simplemente a oír y a escribir lo que oyese, me instalé ante la maquinilla. Y a poco, sin más preámbulos, dale que le dale, empecé a darle al teclado. Debo dejar aclarado antes—y bien acla rado—un punto importantísimo. Estos dos escritores sostienen la paradójica tésis de que las películas no deben escribirse, sino hablarse. ¡Cualquiera entiende este jeroglífico o a El día en que yo entré en funciones, era el de la ocasión más alta y solemne en la vida de la creación artística de todo genio. Por lo menos, eso me creía yo. Estaban este par de Calderones de la Barca en el mayor silencio, recostados en sendos divanes, uno frente al otro, fumando aromáticos habanos. Yo, en silencio también, esperaba el momento del alumbramiento. De repente uno de ellos, Mr. Jack P., pegó un salto y gritó: “¡Ya lo tengo!” Yo dí otro salto de susto, que estuvo a punto de dejarme caer de la silla, y empecé a teclear. —j Lo tengo! . . . Escucha—siguió diciendo en éxtasis.—Hay una muchacha. ¡Es pobre! Trabaja en la gran tienda de Merlín. ¡Trabaja para mantener a su madre, a su pobre madre, que es pobre! Llega el día del aniversario de la fundación de la tienda. La tienda está llena de gente. . . . —jNo sigas!—interrumpe John X.— Escúchame. Sé cómo debe desarrollarse la trama. El día del aniversario entra en la tienda el hijo de Merlín y se enamora de la muchacha. Ella le corresponde. Hay algunos obtáculos, que el amor salva, y se casan por fin. ; Qué te parece? . . . Jack aprueba y deciden comunicar la idea al productor magnate, Mr. W. Le llaman por teléfono, llega y se la explican. —Esta bien, está bien, —dice Mr. W.,— pero falta algo, falta algo. La idea es admirable y sin embargo, ¡no acaba de gustarme! . . . ; Qué les parece esto? ... La muchacha pobre es un gran acierto. Pero en lugar de trabajar en una tienda, es sirvienta de una dama de sociedad. Dejemos también lo de que mantiene a su pobre madre. El hijo de la dama llega de vacaciones de la Universidad. Ve a la muchacha y se enamoran. Después de algunos obstáculos, que el amor salva, se casan. ¿Qué tal? — | Magnífico! . . . ¡ Soberbio l—exclaman a dúo Jack y John. Entusiasmados los tres, deciden llamar inmediatamente al famoso director N. para comunicarle la colosal idea. Le llaman por teléfono, llega y se la explican. —Está bien, está muy bien,—dice el director—pero yo haría un pequeño cambio. En lugar de que la muchacha sea pobre y (Continúa en la página 223) Cine-Mundial