Cine-mundial (1944)

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[1 | | | 1) | | | | Del DIVORCIO., Media Palabra ni Paramount, Dick Powell, as de la canción y de la empresa saludando efusivamente a nuestros lectores en la persona de Guaitsel. Por Eduardo Guaitsel RECISAMENTE fué la víspera de que Joan Blondell anunciara, con una postdata en verso, que iba a divorciarse “definitivamente” de Dick Powell cuando estuvimos de palique con él. Y como puede que esta charla resulte, por lo mismo, relativamente histórica, conviene detallarla punto por punto, coma por coma y sin perder ni el más leve arqueo de cejas, mi la más nimia sonrisa, ni la más ligera alusión. Y conste que de todo hubo. : Por lo pronto éramos varios en la lista de charlantes, en orden de estatura y de abajo a arriba, a saber: un brasileño de reconocido talento y fecunda verba; una sueca de pelo negro y ojos pardos—a lo cual no hay derecho—, un inglés que, siéndolo, no dijo más que dos palabras durante la visita pero, eso sí, dos palabras casi sensacionales, y, por supuesto, el de Uds. atento y seguro servidor. Marzo, 1944 En el reparto figuraban cuatro “extras” : Paul Ackerman, jefe de publicidad extranjera de Paramount, una niña preciosa, menuda y sonriente que no sé cómo se llama, un caballero que maneja los asuntos de radio de Dick Powell y, por último, mi enemigo personal: un fotógrafo. La primera sorpresa fue notar que Dick es alto, aunque no lo parece en la pantalla; la segunda, que es menos rubio en realidad ; la tercera, que si yo me endoso un traje como el que él llevaba y lo luzco por la Quinta Avenida, me fusilan. Paul Ackerman nos presentó y el colega británico dijo las dos palabras. Se expresó en los siguientes, elocuentísimos términos: —Me llamo Powell también. Y cerró los labios meditando sin duda en los caprichos de la suerte, en lo chico que es el mundo, en la torre de Babel, en lo absurdo de los apellidos y en otros te mas pertinentes, pero ajenos en absoluto a aquella concurrida tertulia. — Parientes ?—inquiri por si acaso. El inglés me miró un tanto azorado pero sin abrir la boca. Dick fué más franco: —Ahora lo averiguaremos. Pero no se averiguó mada, conste. Y se añade un misterio más a los otros que quedan pendientes... como el de quien le puso el agua al coco. Cada cual se acomodó en las sillas circundantes y Dick, por respeto a mis venerables canas, me guió hacia el más cómodo de los divanes y me dijo en español: —Siéntese usted aquí, caballero... Hágame el favor. Con lo que, en vez de arrellenarme, pegué un salto. Esto del español se está poniendo contagiosisimo. La pelinegra escandinava fue la primera en enarbolar el lápiz, preguntando “¿Qué dijo? ¿Qué dijo?” Lo que dijo fue que está aprendiendo español en serio, y que su maestro es un joven chileno, doctorado en Santiago y de excelente dicción. Su discípulo es muy aprovechado a juzgar por lo bien que se entiende con los nuestros cada vez que sale por el resto de América... una vez al año por lo menos. —No he aprendido a cantar “Chichicaxtenango,” pero he estado ahí,—nos comunicó sonriendo—y en toda la América Central, y en Guaymas, de Méjico, donde he pescado cada animalazo así... Y extendía los brazos, como si fuera a (Continúa en la página 152) Victor Moore, Dick Powell y Dorothy Lamour corriendo a través de la carretera y del celuloide en "La Sultana de la Suerte", la animada cinta de Paramount. Página 123