Cine-mundial (1944)

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de la Gail Russell No Tuvo Tiempo De Escribir. Por Muy querida Carmelita: Dira Ud. que quién es este tipejo que le escribe sin tener el gusto de conocerla mas que por referencias, y que, en vez de mandar la carta por correo, se la dispara en letras de molde y asi se van a enterar los vecinos ¡Dios nos asista! Bueno, la culpa no es mía, de modo que apresúrese Ud., Carmelita, a darme la absolución para que lleguemos cuanto antes al principal objeto de estas intempestivas líneas. Y ahora, vera Ud. lo que pasó. Tengo un medio compadre, que se llama Pablo como el santo, pero que de canonizado no tiene ni pizca. Este Pablito siempre me anda metiendo en compromisos, llevándome a visitar personas, haciendo citas a “horas extraordinarias” y, en general, poniéndome a trabajar ... y por eso me nota Ud. esa tos que tengo. El cual Pablito, ayer, me mandó un recado que decía más o menos: “A las ocho y media en punto, sin falta, en el hotel fulano. Es una chica muy joven y que no está acostumbrada a entrevistas. No la vayas a asustar.” Gail Russell en el papel de Stella Meredith en un momento del fotodrama "El Mandato de la Difunta", de Paramount, que acaba de estrenarse en el teatro Globe de Nueva York. Escribo Yo Eduardo Guaitsel ‘ome, pues, mis precauciones, poniéndome lo menos espantajo que pude, y me presenté en el hotel Fulano, donde Pablito estaba ya, con una cara de sueño... Subimos, entramos y ¿quién cree Ud., La lectura de una escena de "El Mandato Difunta”. Alan Nadier, Ruth Hussey, Gail Russell y De izquierda a derecha, Ray Milland. Carmelita, que nos estaba esperando? Adivine. ¡Gail Russell! Sí, la amiga íntima de Ud., su compañera de paseos y de salones de patinar, su confidente... Se acababa de levantar y tenia un pijama color de rosa pálido, un brazalete que Ud. no conoce porque se lo había comprado la vispera (cadena de gruesos eslabones de oro), únos pendientes en aro y esos ojos enormes, entre verde y azul que ya le conoce Ud. y que, cuando me vieron entrar, se hicieron más grandes todavía. Gail estaba tomando café y me ofreció una tacita... que acepté y que se bebió Pablo, probablemente para despabilarse, el pobre. Inmediatamente salió el nombre de Ud. en la conversación, Carmelita. Que si era Ud. así, que si era del otro modo; que si le iba a comprar a Ud. un recuerdito (¿se le compró o estoy metiendo la pata?) Y (Continúa en la página 202)