Cine-mundial (1944)

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DE Mascota Por Eduardo Guaitsel Ya se sabe por qué Jalisco Nunca Pierde. Bueno, ya lo sé yo y conviene que lo sepan otros, ahora que las peleas están a la orden del día y deben aprovecharse todas las ventajas. La máxima de “Quien no tenga valor, tenga pies” no se puede aplicar con provecho cuando el terreno es resbaladizo. A mi me consta, pero esos son asuntos personales. Ibamos en lo de Jalisco Nunca Pierde. No pierde porque tiene una Mascota. La cual es una población que así se llama. Cuatro mil y pico de habitantes según el último censo. Clima benigno, sequías uno que otro año, sarampión entre la niñez y viajes a Guadalajara de cuando en cuando. Entre los vecinos de la susodicha Mascota ya no figura Esther Fernández. Pero ahí nació y desde entonces el nombre aparece con letras más grandes en los mapas del pais. Cuando vi a Esther por primera vez, estabamos Tito Guizar, su sefiora y yo mirando “Alla en el Rancho Grande”, y, apenas salió la niña a escena empecé a lanzar signos de admiracion en la obscuridad del cuarto de proyección. —Se llama Esther Fernández, y estése quieto, —me conminó Nanette. De modo que, cuando la conocí en carne y hueso, ya no me sorprendió tanto lo pícaro de la nariz, lo bien proporcionado de la repetida carne y los aludidos huesos, y, en general, el garbo y simpatía de la artista. Pero sí el modo de manejar los ojos: a veces como abanico: a veces, como daga florentina, y, a veces, como ametralladora. Apenas empezamos a charlar, encontramos coincidencias en nuestras respectivas vidas. Ella tuvo una tía, igual que yo. La mia se empeñó en hacerme violinista y .. . aquí me tienen Uds., al cabo de los años mil, sin saber silbar siquiera. La de Esther se propuso convertirla en actriz de cine y a la vista está el sonado éxito que coronó sus nobles esfuerzos. Mayo, 1944 Esther Fernández, que hizo el papel central de "Santa", en charla con Francisco J. Ariza, Jefe de Redacción de de esta revista. La actriz mejicana vino a Nueva York bajo los auspicios de Artistas Unidos, empresa distribui Hay la diferencia de que mi tía estaba empeñada en que tocara yo el violín para acompañarla en el piano, mientras que la tía de Esther a donde quería acompañarla era a los talleres de cine, para que le dieran un papelito . . . a ella también: a la tía. Y lo curioso es que debutó antes que la sobrina. Así empezó—en familia, como si dijéramos—la carrera artística de Esther. El debut estuvo un poco fuerte, pues salió para quitar un poco de lo mucho de susto que tenía a una cinta de Ramón Pereda que se llamaba “El Baúl Macabro”—; imaginense Uds. qué horror! Pero luego comenzaron a disiparse las tinieblas y Esther a lucir sin necesidad de baúles ni tramoyas para meter miedo. Ahora acaba de estar en Nueva York para recibir las felicitaciones de propios y extraños por su premio como la máxima intérprete de México durante 1943 por su interpretación de “Santa.” La empresa de Artistas Unidos, que distribuye la película en el resto del mundo, trajo a Esther a que recorriera el país . . . y el país encantado. dora de ese fotodrama. Le pregunté qué era lo que hacía cuando se presentaba en los campos de entrenamiento a adornar con su presencia los ejercicios de los soldados, o en los centros de recreo a donde acuden a distraerse cuando les dan licencia. Y me explicó. —Como no sé cantar, ni bailar, me limito a lanzarles sonrisas y a decirles cuánto gusto tengo en conocerlos. Luego, para que se animen, les enseño cómo se expresa el cariño en México . . . y comienzo a repartir abrazos entre la concurrencia. Entonces ellos me dicen que aquí en los Estados Unidos se estila besar . . . y me lo demuestran. . . . Y todas mis visitas han resultado sensacionales. Oír el fotógrafo a Esther y disponerse a entrar a filas fué todo uno. Y eso que ya lo habian rechazado antes porque dicen que anda medio mal de la vista. ¡Qué va a andar! Esther estuvo dos años en Hollywood, por cuenta de dos grandes empresas productoras, y los supo aprovechar muy bien, aunque no figurase, como han figurado varios de sus compatriotas, en películas (Continúa en la página 242) Página 227