Cine-mundial (1944)

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A ¡Todos admiran la fresca sonrisa que realza su atractivo! Esto lo debe a la Triple Acción de la Crema Dental Kolynos que limpia, embellece y refresca la boca. ¡Confíe en Kolynos para tener una dentadura hermosa y sana... una sonrisa cautivadora! | Usela con Confianza Y ahora cuando la estrella llega como ser humano a las páginas de la prensa y la sabemos capaz de esas emociones banales de las personas corrientes, nos parece algo vivo y real, que saltando de la pantalla viene a hacernos compañía, aún temblorosa... “¿Sabe usted? Un ruído me despertó y cuando abrí la puerta del dormitorio, ví la silueta de un hombre en el corredor...” Es una verdadera satisfacción tener el convencimiento de que, quien tan intensas emociones ha sabido interpretar en el lienzo de plata, no sea una ficción de la publicidad, ni una esfinge que actúa; sino una mujer de carne y hueso, que grita y siente miedo y pide auxilio! ¡Albricias! ¡La Garbo no es un robot; es una mujer artista! **** LOS CABALLEROS, Y EL MINISTERIO DE LA GUERRA, LAS PREFIEREN RUBIAS. —¿Recordáis aquella discutida obra de Anita Loos, “Los Caballeros las Prefieren Rubias,” que tanto ruído hizo en la década de 1920-30? La autora sin duda jamás sospecharía que quince años más tarde los técnicos científicos del Ministerio de la Guerra, iban a darle la razón—por lo menos al título de su novela. Página 464 El Ministerio de la Guerra norteamericano utiliza CABELLOS HUMANOS en alguno de sus más delicados instrumentos meteorológicos. El cabello se emplea para registrar la contracción y la expansión en relación con la atmósfera, para lo cual se lleva a altitudes hasta de 60,000 pies en globos cautivos... ¡Ah! ¡Pero sólo los cabellos de las rubias sirven para tal función! ¡No son las negras trenzas de Julieta, ni las crenchas brunas de las trigueñas meridionales las aptas para desempeñar tal misión científica de guerra! ¡Deben ser los bucles rubios de Lorelei y la ninfa del Rhin, de Jean Harlow la platinada, de las bucólicas pastorcillas de los cuadros de Watteau! ¡Son las hebras doradas las que registran esos cambios atmosféricos, las alérgicas a la altura, sensibles a la presión, susceptibles a la gravitación! ¡Otro mito que la ciencia echa a rodar! ¡El de la sensibilidad de las morenas y la frigidez de las rubias! Aunque hace ya siglos lo había dicho el clásico poeta castellano: “Quien de dos claros ojos, y un cabello de oro se enamora... ” ****T A DAMA CUBIERTA Y EL INSECTICIDA INOPORTUNO.—No se crea que es éste el titulo de uno de aquellos folletines por entregas que hacian las delicias del servicio doméstico en las postrimerías del pasado siglo. Sería grave error. Más bien es una fábula moderna, una verdadera parábola profunda que invita a la meditación sobre la trascendencia de las cosas al parecer insignificantes. Y si despojamos al caso de su manto de frivolidad casi bufa, llegaremos al convencimiento de que, gracias a un arranque de temperamento y a la inoportunidad de una “massacre” de cucarachas, se ha establecido el precedente legal que significa una nueva conquista femenina—conquista que coloca a la mujer en un plano de superioridad en relación al hombre. Pero expongamos suscintamente el caso. Las figuras del retablo son Miss Mildred Longbey —425 Grand Avenue, Brooklyn, motorista de un tranvía; Mr. Martin Ottman, su casero; y el Magistrado James A. Blanchfield, del Juzgado Correccional de Brooklyn. Miss Longbey desayunaba tranquilamente una mañana en su residencia antes de partir a empuñar los controles del tranvía. Pero un olor penetrante y una tos súbita interrumpieron su apacible yantar. El casero, armado con un atomizador, estaba rociando los rincones de la vivienda con un polvo insecticida, exterminador de cucarachas. Como es natural, surgió la protesta indignada de la muchacha al ver interrumpido su desayuno. De las palabras Mildred pasó a los hechos, y apoderándose del atomizador de insecticida con el mismo roció a Mr. Ottman el casero, cual si se hubiese convertido en una cucaracha gigantesca. Miss Longbey fué acusada por el casero de lo que aquí llaman conducta desordenada, y el caso se sometió al Juez Blanchfield. Aunque Mildred perdió su día de trabajo, permaneciendo toda la mañana en el salón del Cine-Mundial