Cine-mundial (1944)

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gada a esta ciudad, estando en la playa de Acapulco, presenció el terrible incendio del vapor argentino “Río de la Plata,” que convertido en fantástica hoguera estuvo ardiendo tres dias y tres noches, hasta convertirse en cenizas. —Por fortuna—nos decía el señor Rodriguez—el incendio estalló antes de que embarcaran los pasajeros y no tuvo las consecuencias terribles de pérdida de vidas que podía haber tenido. Y la nota emocionante la dió uno de los pasajeros que entró como loco en el barco, metiéndose entre las llamas, para salvar a dos hermosos gatos que con él viajaban en su camarote. Todo el mundo le daba por perdido y la ovación que se ganó al aparecer en la cubierta, con un gato debajo de cada brazo, no es para contarla. No escuchamos ya más al narrador y nos fuimos al telégrafo. El viajero de los gatos no podía ser otro que Devesa. Y los gatos tenían que ser forzosamente el “Coco” y la “Pinta,” de 15 años el primero y de ocho la segunda, de los que Elisa y Jaime no se separan nunca. Y así era, en efecto. A nuestro telegrama contestó Jaime Devesa con la confirmación de cuanto habiamos supuesto. El matrimonio andariego ha perdido en el siniestro una fortuna y todo su archivo. Pero mo les importa. Comenzarán de nuevo y ambos se sienten felices de que la “familia completa” haya quedado viva, aunque según nos dice Jaime el “Coco” se resiente de la altura de Méjico y anda todo el día mareado, como si estuviera en alta mar. Ahora esperan otro barco para dirigirse a la Argentina. Aquí se explica gráficamente la enorme de manda de empleo que hay para formar parte del cuerpo de guardia de los talleres de la Universal en Hollywood. La explicación se llama Vivian Austin. LUIS ALBERNI, el artista español del cine americano, se halla también enredado en las marañas de un divorcio, en las que le ha metido su segunda esposa Wanda. El gracioso comediante ha representado su mejor escena dramática ante el juez Stanley Mosk, de manera tan convincente, que éste, dándose cuenta perfecta de la situación, ha condenado al infeliz a pagar a la esposa que quiere separarse de él, la suma fantástica de un dólar mensual, mientras se tramita el divorcio. La escena consistió en un largo monólogo en el que Alberni, con su inglés de Cataluña, dijo al juez: —Señor Juez: yo gano $150 por día, pero es cuando trabajo, y ahora no trabajo hace tiempo. Mis gastos consisten en $141 al mes, pero tengo que mantener a mi primera esposa y a tres hijos y tengo ya con ellos una deuda de tres meses. De mi salario, cuando lo cobro, tengo que pagar el 10 por ciento de impuestos atrasados; el 10 por ciento a mi agente; el 50 por ciento a mi Jon Hall y Louise Allbritton (por los suelos la infeliz) en una de esas antigua mujer y a mis hijos; el 2 por ciento | escenas "de familia" que tan divertidas hacen sus cinecomedias en ee BS los talleres de la Universal. (Continua en la pagina 618) Diciembre, 1944 Pagina 603