Cine-mundial (1945)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

pidió mil perdones, alegando que en un momento de alucinación la había confundido con su propia muler. LA OTRA SEMANA un compañero se tropezó en Broadway con Mister Austin, un yanqui de pelo colorado que desde hace años se gana la vida representando a la cantante puertorriqueña Rosita Ríos, al ventrílocuo madrileño Wences y a otros artistas hispanos; y al preguntarle cómo marchaban sus actividades teatrales, dijo que ahora se dedicaba a otros negocios y le alargó una tarjeta con*el siguiente letrero: RANCHO GRANDE COMPANY 220 West 13th Street New York 11, N. Y. Tamales... Chile con Carne... Tortillas EL TIEMPO ha venido a demostrar que el campeón Joe Louis no es tan corto de luces como aseguraban cuando empezó a destacarse hace seis años. Es cierto que habla poco, pero siempre dice algo. Cuando le informaron que a Paulino Uzcudún nunca lo habían dejado sin sentido, dijo: “todo tiene su principio”; y la noche que los periodistas quisieron que fuera a ver la película de su encuentro con Conn, se limitó a comentar: “¿Para qué? Yo ví la pelea.” UN JOVENCITO que vino de Méjico a pasarse una semana de vacaciones en Nueva York, hizo amistad en el tren con un pastor protestante. Este presbitero le comunicó que en el hotel Waldorf-Astoria se iban a reunir, en asamblea magna, delegados de las innumerables sectas religiosas — Tiene tan mala memoria que siempre que sale vuelve a casa sin sombrero. que hay en Jos Estados Unidos; “y le propuso que asistiera representando a Méjico, pero con una condición ineludible: tenía que ir vestido de charro, con sarape, espuelas y todo lo demas. El joven aceptó y se pasó una semana recorriendo las tiendas del distrito teatral que se especializan en disfraces. “Figúrese usted el aprieto en que me ha puesto ese señor cura,” decía. “Yo que no sé inglés, y que no he visto más charros de verdad Atenodoro haciendo? — ¡Don siempre Junio, 1945 tratando de ¿Secándose la espalda o bailando la rumba? ¿Qué estará epatar! ¡Ahora lleva repuestos! que los que salen en el Cine.” Después hemos sabido que la asamblea del Waldorf-Astoria terminó con un banquete opíparo; que hubo varios discursos elocuentes; y que “El Delegado de Méjico” tuvo un éxito sensacional con un traje de charro que le alquilaron por tres dólares en la calle 45. NO ES DIFÍCIL predecir el puesto que la historia les tiene reservado a Mussolini y Hitler. Por la matanza de que ha sido responsable, hoy Hitler ocupa el centro del escenario y Mussolini sólo inspira desprecio; pero a medida que pase el tiempo, cuando los actos del uno y del otro se analicen con calma, es indudable que la figura del dictador italiano empequeñecerá la del alemán. Fué Mussolini el primer político a quien se le ocurrió mantener el statu-quo por medio del terrorismo—que eso es el fascismo; y no se puede negar que hubo momentos en que sus ideas cundieron por todas partes, llegando a establecer una hermandad internacional entre grupos numerosos e influyentes, obsesionados por la revolución comunista en Rusia. Pero en cuanto Hitler se metió a enmendarle la plana a Mussolini con sus absurdas y sanguinarias teorías raciales, que afectaban no sólo a los judíos sino a todo el que no fuera de origen germano; y cuando estas barbaridades culminaron, como era inevitable, en pavorosos campos de concentración y asesinatos de millones de inocentes, se atrajo el odio del mundo entero y acabó con Alemania. 283 Página