Cine-mundial (1945)

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DESPIERTE LA BILIS DE SU HIGADO... Sin usar calomel—y saltara de su cama sintiéndose “a las mil maraviilas” Su hígado debe derramar todoslos días en su estómago un litro de jugo biliar. Si ese jugo biliar no corre libremente no se digieren los alimentos. Se pudren en el vientre. Los gases hinchan el estómago. Se pone usted estreñido. Se sientetodo envenenado, amargado y deprimido. La vida es un martirio. Una mera evacuación del vientre no tocará la causa. Nada hay mejor que las famosas Pildoritas Carters para el Hígado para acción segura. Hacen correr libremente ese litro de jugo biliar y se siente usted “‘ las mil maravillas”. No hacen daño, son suaves y sin embargo, son maravillosas para que el jugo biliar corra libremente. Pida las Pildoritas CARTERS para el Hígado por su nombre. Pielirritada por desodorantes inferiores ARRID es la crema blanca, innocua, que no irrita SUPRIMA LAS MANCHAS DESAGRADABLES EN LAS MANGAS CON LA NUEVA CREMA COSMETICA PERFUMADA QUE NO IRRITA ¡No busque que hablen mal de usted! Las manchas de sudor en las mangas del vestido son imperdonables, especialmente cuando se pueden evitar tan fácil y eficazmente. ARRID, la nueva crema desodorante, mantiene las axilas secas, y evita el olor debajo de los brazos. ARRID es innocua, y digna de confianza, y ofrece estas cinco ventajas: 1. No irrita la piel. No daña ni aun los vestidos más delicados. Evita las manchas ofensivas en las mangas y espalda del vestido. Su efecto es duradero. Evita el olor del sudor. Tiene una delicada fragancia. Tiene la fina textura de una crema de belleza. Es blanquísima, sin grasa, no mancha, desaparece al instante. En extremo económica. 4 El Desodorante Que Ma e Vende Página 308 Cuanto más Malos, más Buenos (Viene de la página 239) taciones, ¿cómo son en la vida real? Citemos unos pocos por no hacer esta crónica interminable. Ahí tenemos a Joseph Calleia, a quien antes nos referimos y de quien nadie sospecharía, recordando el papel de criminal que realizó en “Small Miracle,” hace unos años, que es un amante fervoroso de la música y en particular de la ópera. Nació Calleia con este lirismo y su cultivada voz de barítono le ha hecho soñar en glorias dentro del marco de la ópera, que habrían de llevarle a la “Scala” o al “Metropolitan.” Tiene además este “villano” impenitente del cine, extraordinario talento creador que nadie podría deducir de los torpes y bruscos papeles que las empresas cinematográficas le obligan a hacer en la pantalla. Calleia compone canciones y dos de ellas, tituladas “Adelaida” y “My Heart is Calling” (“Llama mi Corazón”), han sido publicadas y gozan de cierta popularidad. Ha escrito también el argumento de una película, que titula “Luna Llena,” y cuyo traslado al lienzo blanco gestiona en Hollywood. La única manera de librarse de la perenne maldad en la pantalla ha sido dejando a un lado a las empresas que lo tenían fichado para tales interpretaciones. Hoy Calleia es un actor independiente que no siempre acepta papeles de “villano,” gracias a lo cual hubimos de verlo recientemente en la simpática encarnación de “el sordo” de la adaptación cinematográfica de la novela Hemingway, “Por Quien Doblan las Campanas.” George Sanders, por otra parte, si ha sido rebelde en la pantalla no lo ha sido menos en la vida. La villanía de este fino actor en las películas es de tipo intelectual. No es el “gangster” que escupe por el colmillo y maneja la pistola al compás de soeces palabras, amedrantándonos con la fiereza de expresión y la brutalidad de acciones. Sanders, en las cintas en las que ha sentado plaza de perverso, ha sido el talento criminal inductor, lo que los norteamericanos llaman el “master mind,” o cerebro maestro. Ha sido el jefe distinguido de la escuadrilla de malhechores, como luego, trocado en el policía Falcón, papel que hoy desempeña su hermano, hizo una creación del detective. elegante e ingenioso. Sin embargo, en la realidad de su existencia, George Sanders ha sido lo que pudiera denominarse una bala perdida. Nació en San Petersburgo, en 1906, de padres ingleses; se educó en Inglaterra y terminados sus estudios en la Escuela de Tecnología de Manchester, intentó dedicarse a negocios de tejidos. Todos sus esfuerzos comerciales fracasaron. Luego fué viajante de una fábrica de tabacos, que lo llevó a realizar un recorrido por la América del Sur. Más que al tabaco se dedicó a hacer el amor, para el que su elegante presencia y sus ademanes distinguidos le prestaban extraordinarias facultades. Hasta, por cuestión de faldas, sostuvo duelos en los que corrió la sangre. Afortunadamente para el actor, la sangre vertida fué siempre la de su adversario. De vuelta en Inglaterra, abandonó toda pretensión de continuar en la carrera mercantil. Se dedicó a tocar el piano y a cantar en los cafés, y figuró en varias obras de teatro, en el coro o en papeles insignificantes. En una de éstas, con Noel Coward, el famoso actor y dramaturgo inglés, vino a parar a Nueva York. El hombre díscolo, indisciplinado, voluntarioso, de vuelta en su país, trabajó en la radio y probó fortuna en una película inglesa, “El Hombre que Podía Hacer Milagros,” en la que en calidad de dios pagano, aparecía desnudo, jinete en un caballo. Iniciado ya en el cine, como se quemaran los estudios en que trabajaba, emprendió viaje a Hollywood y tuvo la fortuna de que la Fox lo tomase para actuar en “Lloyds de Londres.” Su carrera de “malo” se inició entonces. Nunca lo ha tomado en serio y las terribles interpretaciones que le obligan a llevar a la pantalla, le producen extraordinario regocijo. George Sanders es el hombre que disfruta siendo “malo.” Y a capa de sus malas acciones ante la cámara y sus pecadillos ante la vida, se ha ido creando una personalidad de actor cinematográfico, con características propias, que han sabido aplaudir por igual público y crítica. Otro artista que se muestra cruel en sus películas es Albert Dekker, al que le arrebata la psiquiatría. Probablemente por esto nunca fué más feliz, en su vida de actor, que cuando hizo hace unos años el papel de Dr. Cíclope, un científico que había descubierto el medio de reducir el tamaño de las personas a la categoría de figurillas. Su renombre no se lo proporcionó la ciencia, sino el brutal realismo con que interpretó el sargento alemán, Schwartz, en “Beau Geste.” Aunque Albert Dekker es una excelente persona, en la intimidad su mirada es como la que le observamos en la pantalla; dura, penetrante, fiera. Es además hombre corpulento en contraste con los otros “malos” que hemos mencionado. Si Basil Rathbone es el tipo del “gentleman” y Sanders el del “debonair” y elegante aventurero cosmopolita, como Calleia el de un hombre serio, trabajador, de pocas palabras, Dekker, al lado de los otros, ofrece un aspecto imponente, de solidez, de brusquedad, cuyos cabellos rubios no bastan a atenuar. Su nombre verdadero es Van Dekker y es hijo de un coronel del ejército. Caso extraordinario en Hollywood, lleva casado con la misma mujer quince años y tiene tres hijos varones. Aunque ofrece aspecto extranjero, Albert Dekker nació en Nueva York y se educó en Maine, en donde era la pesadilla de sus condiscípulos por su manía de querer someterlos a estudios psicológicos, intentando a veces hasta hipnotizarlos. Le atraía la Medicina y durante sus tiempos de estudiante ayudaba con placer morboso al médico forense en el levantamiento de cadáveres. Estos comienzos para ser luego un “hombre malo” del cine, no creemos que estén del todo mal. Le gustan a Albert Dekker las camisas negras y las corbatas amarillas, todo lo cual, aun: dentro de la elegancia masculina, resulta un tanto terrorífico. Al terminar sus estudios en Bowdoin, atraído por el teatro, con una carta de recomendación de un reputado actor comenzó a trabajar por los pueblos con una compañía de repertorio dramático. Era incansable. Aun recuerda cuando en “Los Millones de Marco” hacía en la misma obra de un chino de cuarenta años, un persa de cincuenta, otro personaje oriental y de sacerdote italiano. Albert Dekker se lanzó a Hollywood por su cuenta y riesgo en vista de que nadie se tomaba el trabajo de “descubrirle.” Tuvo sus altas y bajas, pero mientras no haga ascos a la interpretación de personajes odiosos, tiene su pan asegurado. No es tan malo ser malo, a condición de que sea en Hollywood. 0 Cine-Mundial