Cine-mundial (1920)

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C I X E .M U \ DIAL El autor de "Los Enemigos de la Mujer" habla de cinematografía con William Farnum, durante su visita al taller de la casa "Fox", a los pocos días de llegar a Nueva York. ted no sólo anuncios de películas yanquis, sino teatros, letreros, carteles y fantásticas manifestaciones de "reclame", al estilo de por aquí, cuyas luces incandescentes deslumhran a los parisienses sorprendidos. . . — ¿De modo que es ima victoria norteamericana. . . ? — Indudablemente. Han ido al terrreno enemigo a plantar sus tiendas, es decir, a comprar sus teatros, a imponer sus producciones y a inundar las capitales europeas con sus cintas, sus anuncios y. . . sus dólares. Y únicamente mirándolo puede uno formarse idea cabal de la influencia que eso tiene, no sólo desde el punto de vista comercial sino desde el punto de vista psíquico. . . —¿Por qué dice usted eso? — El Cine es uno de los medios más formidables de cultura que existen. Mirando en Europa las cosas que en el mundo ocurren a través de la mentalidad yanqui, es decir, por medio del cine de este país, por fuerza tiene la gente que formarse una opinión de ellas idéntica a la norteamericana. Y ésto es de una trascendencia inaudita. Además, significa un acercamiento de mentalidad que tiene que resultar provechoso. La excelencia de la producción norteamericana, por otra parte, servirá para estimular a los manufactureros de otros países y para mejorar la producción general de películas. En Europa, hay que tener en cuenta, asimismo, que nadie hace películas, porque no hay dinero; de manera que ahí, como en el resto del mundo, se están acostumbrando a la producción yanqui, y la piden, la aplauden y la hacen subir incesantemente. Esto es una maravilla de audacia que a mí me sorprendió. El espectáculo de un productor norteamericano apoderándose de París y lanzando sobre las aceras del bulevar el re-flejo de oro de su marca, Enero. 1P20 < reproducida en innumerables foquillos eléctricos, es una de las conquistas más evidentes del genio mercantil y artístico de esta gente. — Usted nos dijo que iba a hacer una película suya. . . ¿Se trata acaso de la adaptación de alguna de sus obras, aparte de las que ya ha mencionado? — No. Es una ilusión que he tenido desde hace mucho tiempo y que espero ver realizada pronto. Ocho años llevo de preparar, en mi propia mente, esa película que deseo llevar al lienzo con el mismo afecto que una novela. Quiero que sea el mejor capítulo de mi vida de hombre de letras. Y la haré por puro entusiasmo patriótico y artístico. . . Una obra española, clásica, que encarne toda la psicología de nuestra raza. . . — Un nombre, señor Blasco. . . Díganos. , , — ¿Un nombre?... Don Quijote... — ¡Don Quijote! — No se precipite usted. No será el Quijote escrito por don Miguel de Cervantes y llevado al lienzo, como cualquiera adaptación de la excelsa obra. Eso no. Quiero hacer una película de lo que soñó el Quijote. . . de lo que no está en el libro de Cervantes, pero que todos adivinamos en el reblandecido cerebro del Caballero de la Triste Figura. . . Quiero llevar al lienzo, no la venta desastrada sino el palacio de plata que esa venta fingía a ojos de Don Quijote. . . Quiero. . . Pero no nos dijo más. Al contrario, pareció arrepentido de haber hecho vislumbrar, en su entusiasmo, un poco de esa obra que con tanto cariño está preparando. No obstante, la revelación era bastante. El entusiasmo que se traslucía a través de la forzada reserva del entrevistado — luchando entre el deseo de callar y la fuerza de las imágenes que la idea despertaba en él — nos hizo recordar la frase clásica, que resumió el primer encuentro de Lamartine con Napoleón: "Y el genio se halló frente a frente". . . Cervantes y su imperecedero monumento de gloria, más alto que todos los mármoles y que todas las torres, frente al crisol de un temperamento que lo comprende y que quiere interpretarlo en una forma nueva y a través del moderno criterio estético! El genio estaba frente al genio. Y, satisfechos y agradecidos, dimos por terminada la entrevista. Francisco José Ariza. El famoso novelista español en la casa de Pearl White. De izquierda a derecha los dos intérpretes, Leo A. Pollock, Blasco Ibáñez, Wallace MacCutcheon, Miss Blylh Daly, hija de Arnold Daly, y la picara Pearl White, que es una de sus admiradoras fervientes. -> PÁGINA 88