Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL —Ese condenado viejo y Dupont la guardan demasiado bien — se dijo con rabia — de modo que, si he de alcanzar éxito en mis proyectos, es indispensable que comience yo por quitarlos de en medio. ¡Con tal de que Kali no me haga traición...! Pero Kali tarda mucho tiempo en venir ... El navio en el cual debió llegar, ha tocado ya el puerto y sin embargo no tengo noticia alguna de él . . . Y el criminal misterioso e implacable medía a grandes pasos la habitación, buscando en el fondo de su tenebroso cerebro, nuevos medios para llegar a la consumación de sus planes. Canñeld, entre tanto, babia pasado largas horas de terror, temeroso de que la policía descubriera que él era et autor del asesinato de Ned, pero como la prensa, aunque dio la noticia del crimen, no parecía ocuparse de él ni había barruntos de que se le anduviera persiguiendo, el "dandy" resolvió regresar al seno de la Banda Negra, en la confianza de que podría explicar satisfactoriamente su ausencia al Rostro Fantasma. No sabía que este último había escuchado sus palabras cuando riñó con Renard y Vera y declaró que en lo sucesivo "trabajaría" solo. El teléfono de la Banda — que tenia un hilo privado — estaba dejando escuchar su campanilla cuando Canfield entró a la sala. Canfield descolgó el audífono y recibió un mensaje que no pudo entender ; — Kali el pigmeo está en la Cafetería . . . Canfield dejó el teléfono y frunció el ceño.. ¿ Qué nueva conspiración estaban preparando sus compañeros de la cual no sabia él una palabra? — Averigüemos primero qué Cafetería es esa. que ya habrá tiempo, más tarde, para transmitir el mensaje al Rostro Fantasma. Pero el Rostro Fantasma estaba demasiado irapaciente para no hallarse alerta, de modo que cuando la campanilla del teléfono sonó, había acudido a tiempo para ver a Canfield acercarse al aparato y recibir el recado. Y cuando el recién venido se dirigía a la puerta, el jefe de la Banda le preguntó imperiosamente, a través de las cortinillas de biombo de bambú : — ¿Qué mensaje recibiste? ¿Dónde está Kali? Canfield repitió e! nombre de Kali como si fuera la primera vez que lo oía en su vida y con el aire de la mayor sorpresa. Pero el Rostro Fantasma extendió el brazo y, asiéndole brutalmente por la garganta le gritó con rabia: ^j Habla, traidor I Canfield, pálido de miedo, repitió el mensaje transmitido por teléfono y Vera y Renard, que penetraban en aquel momento en la habitación rieron burlonamente al verle humillado. Canfield. ciego de coraje, se lanzó contra Renard, pero la voz tonante del Rostro Fantasma se dejó oir. ordenándole que saliera. Y cuando el pisaverde hubo cerrado la puerta tras sí. el jefe se dirigió a Renard diciéndole : — Vé a la Cafetería de Luis, busca a Kali y tráelo aquí. Vera se quedará conmigo . . . Y luego regresó a su guarida mientras Renard se apresuraba a cumplir sus mandatos. La Cafetería de Luis era un sótano obscuro al cual se llegaba directamente desde la calle a través de los destrozados peldaños de una corta escalera. A causa de las tinieblas que allí reinaban perpetuamente, una pestilente linterna ardía día y noche en el centro de la cueva alumbrando escasamente con sus rayos rojizos el piso desigual y cubierto de serrín, extendido allí para disimular la mugre. Encaramado en la chimenea que habla en medio de la tenebrosa habitación, un loro parlante divertía a los clientes con su vocabulario, que era de lo más pintoresco — por su obscenidad— y con sus palabrotas, aprendidas de las gentes de baja estofa que frecuentaban el tugurio. Porque es de saber que allí acudían gentes de todas las razas y de todos los países y que la pesada atmósfera del sótano, saturada de tabaco, café y aguardiente, daba abrigo a más de un criminal que escondía su rostro y sus remordimientos en el seno del cafetín. Su propietario, Luis de nombre, era un miembro de la banda y tenía una catadura digna de su Cafetería. Canfield miró rápidamente en torno suyo al penetrar allí. En uno de los rincones, un marinero levantino bebía lentamente una taza de café hirviente mientras Luis, apoyado en el mostrador, leía trabajosamente un periódico. Al otro lado del sótano se apilaban grandes sacos de café y ei resto de la cueva parecía completamente desierto. Por ningún lado había indicios del pigmeo tras cuyo rastro venía Canfield. — Vine a ver a Kali — dijo entonces dirigiéndose a Luis . . . Pero el propietario le miró de arriba a abajo sin decir una palabra y continuó leyendo: no había recibido el "santo y seña" convenidos y los esperaba antes de entrar en materia. Canfield lo comprendió así y, rabiosamente, se sentó junto a una mesa con la esperanza de sorprender algún indicio que descubriera el paradero de Kali, aunque sin lograrlo. En aquel instante Renard penetró en la Cafetería y mirando a su rival, alzó los hombros y le dirigió una mirada de odio. Luego se acercó a Luis, murmuró algunas palabras a su oído y. volviéndose hacía Canfield que miraba todo aquello con interés y que continuaba sentado a la mesa, di jóle en tono breve y que no admitía réplica: — j Lárgate ! Canfield obedeció, aunque con repugnancia y salió a la calle. Renard había dado el santo y seña requeridos por Luís y éste dejó su periódico sobre el mostrador y se puso a registrar los bultos de café. Escogiendo con cuidado, apartó uno de ellos, lo levantó con grandes precauciones y abrió la parte superior con una navaja. De aliió salió Kali, el pigmeo, el heredero de una de las tribus más poderosas del alto Orinoco. Kali había venido en la cala de un buque inglés, sejrún explic Luis a Renard, mientras éste se preparaba a llevarlo al lado del Rostro Fantasma. Canfield, entre tanto, viéndose arrojado de la casa de sus compañeros de crimen y hasta de la Cafetería, en donde más de una vez se habían reunido todos a preparar algún golpe de mano, comprendió que ya no podía contar con la Banda, de la que quadaba proscrito para siempre, y decidió vengarse de Vera a la que culpaba de su caída. Vera, que esperaba el regreso de Renard, no se dio cuenta de la presencia de Canfield hasta que sintió en torno de su garganta los dedos nerviosos de su antiguo amante, que silbó a su oído: -JW De pronto sintió ciae alguien la asía firmemente en los brazos y qae ana pesada mano ahogaba sus gritos — Esta vez no estará aquí Renard para protegerte . . . Pero antes de que pudiera estrangular a la mujer, sintió que. como un reptil, se enredaba en torno de su cuerpo la delgada cuerda de un látigo. Soltando a Vera, volvióse con rapidez y se encontró cara a cara con el Rost ro Fantasma. Este, lanzando blasfemias, azotó a Canfield con furia infernal y lo arrojó a latigazos de la casa, jurando matarle si volvía a ponerle los pies allí. Cuando Kali llegó a la presencia del Rostro Fantasma, se inclinó profundamente, haciendo varias reverencias y dijo : — Esta es la hierba que roba la razón de los hombres y huye con ella al espacio. El Amo me ordenó que la trajese. — Kali, es necesario que vayas a buscar a tu compatriota Dacca, a fin de que Dupont y Sutton acudan a la Cafetería de Luis, en donde esta hierba nos será muy útil — contestó el Rostro Fantasma. ■ — Kali obedecerá. El espíritu del hombre blanco sigue siendo soberano a las márgenes del Orinoco— replicó con ademán respetuoso el pigmeo. Dupont sospechó que se le tendía un lazo cuando Dacca, en el colmo de la excitación, contó que había encontrado a Kali, y que éste decía que deseaba entregar al "brujo" (el doctor Sutton) ciertos importantes documentos relativos a Violeta. El doctor Sutton. por su parte, reaordando la lucha que había emprendido contra la muerte el día del nacimiento de Kali. pensó que quizá sería posible que el jefe de la tribu tuviese algunos documentos pertenecientes a Bronson y que en realidad fueran importantes. En consecuencia, no vaciló en aconsejar a Dupont que acudiera a la cita en compañía de Dacca. Renard y Vera estaban ocultos en un pequeño cuarto que había en la parte posterior de la Cafetería de Luis esperando la llegada de Dupont. La obscuridad reinaba cuando Roberto se presentó en el sótano. El aspecto siniestro de aquel tugurio del que se escapaban emanaciones de taberna impresionó desagradablemente al doctor y tanto él como Dacca se detuvieron con aire dudoso en los desiguales peldaños de la entrada. Dupont casi estaba decidido a volver atrás, porque su instinto le hacia temer una estratagema, a pesar de los argumentos de Sutton, pero Dacca le aseguró que la Cafetería era el centro de reunión de sus compatriotas y, al fin, resolvió pasar adelante, aunque resuelto a defenderse en caso necesario. El sótano estaba vacio de clientes. Sólo Luis y Kali se hallaban dentro y Dacca se apresuró a presentar al segundo, que al principio se obstinó en guardar silencio, afirmando que no hablaría con nadie más que con "ei brujo", refiriéndose al doctor Sutton. Después de una discusión hecha en idioma ininteligible para Dupont. Dacca logró convencer ai pigmeo de que tratase con Roberto^ y el extraño personaje saliá de la habitación, según dijo, a buscar los papeles que había prometido entregar. Poco después, Luis le siguió hacia el interior. Ni Dupont ni Dacca habían notado que el propietario de la Cafatería había vaciado el contenido de una calabaza en una cafetera que estaba sobre el brasero de la habitación. Canfield, ardiendo en ira a causa de los latigazos recibidos del Rostro Fantasma, decidió hacer un esfuerzo más para secuestrar a Violeta y comenzó a rondar persistentemente la casa de Sutton. Cuando vio que Dacca y Dupont salían de la casa, penetró en ésta sirviéndose de cierto pasaje subterráneo que conocía y se escondió bajo la escalera. Allí permaneció hasta que el doctor Sutton y Violeta se hubieron retirado y. como conocía todos los pasadizos y entradas ocultas que la casa tenía, fácilmente pudo encontrar el lienzo movedizo de pared y penetrar resueltamente dentro. El aposento estaba completamente a obscuras, pero Canfield conocía paso a paso loda la casa y, silenciosamente, se deslizó escaleras arriba. Por el camino, tropezó con un mueble que lo obligo a dar un traspiés, que hizo el ruido consiguiente. El intruso se detuvo y puso el oído al piso. — Nadie ha escuchado — se dijo-^y dentro de un instante tendré a Bronson en mis brazos. Esta vez. trabajando solo, habré alcanzado mi pi-opó Violetá había desnertado al escuchar el ruSdo hecho por Canfield y se había lanzado fuera del lecho. Luego, con precaución, abrió la puerta de BU alcoba, y se asomó al balcón, de puntillas, recorriendo con la vista la sala. La luz que salía de la habitación iluminaba vagamente el salón y, al parecer, nadie había en él. La joven no pudo notar que. amparado por las. sombras de la escalera, Canfield se deslizaba como una culebra hacia ella. De pronto, sintió que alguien la asía firmemente en los brazos y que una pesada mano ahogaba en su boca los gritos. Volviendo hacia el intruso sus ojos aterrorizados, Violeta reconoció a Canfield y procuró desasirse con todas sus fuerzas, pero en vano luchó. El bandolero la arrastró implacablemente consigo, diciendo en voz baja: —No haga usted ruido ... no sea necia. La quiero salvar de las garras del Rostro Fantasma y de hoy en adelante tendrá usted que entenderse conmigo nada más y no con aquella bandada de buitres ... , , Y mientras hablaba, a pesar de los incesantes esfuerzos de la joven, iba acercándose más y maa a la escalera. En la Cafetería de Luis, Dupont y Dacca aguardaban pacientemente el regreso de Kalí. Pero éste, en unión de Renard y de Vera, observaba a través de una pequeña abertura que había en el tabique de la sucia habitación donde los cuatro estaban, los efectos de la hierba homicida que el indio había traído desde 'as márgenes del Orinoco con intención de matar a Dupont y a Sutton y que, en aquel instante, comenzaba a hacer sentir sus efectos. . Dupont fué el primero en percibir cierto olo. peculiar y penetrante, dulce aunque pesado, y husmeó el aire en derredor. Tal \ez vendría de la cafetera ... .,.-,.. i Y, a fin de convencerse, se inclino hacia el brasero, pero en ese momento notó que Dacca tenía la mirada vidriosa y parecía a punto de caer, como víctima de un vértigo. Poniéndose rápidamente en pie. Roberto sacudió a su criado y le ordenó que tratase de abnr la puerta a través de la cual había desaparecido (sigue en la página 431) Abril, 1920 < -> PÁGINA 402