Cine-mundial (1920)

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CINEMUNDIAL "El Dominador" Serie cinematográñca, en quince episodios, originaJ de Arthur B. Reeve y John V. Grey Novelizactón de Mary Asquith y versión castellana de F. J. Ariza,, ambas Hechas especialmente para CINE-MUNDIAL Terminada ya la mitad de esta serie y comenzados los trabajos de filmación del resto, pronto serán exhibidos en privado los episodios iniciales, cuya reseña haremos a su tiempo. El Sr. E. S. Manheimer tiene los derechos de exportación exclusiva de la cinta. CUARTO EPISODIO EL HUMO HOMICIDA A pesar de! esfuerzo sobrehumano que Dupont hizo para impedir, por medio de su poder hipnótico, que Vera arrojase el tercer cuchillo contra su novia, al mandato ue Nerva, el arma nartió de su mano con mortífera rapidez, en dirección al pecho de la joven, Nerva lanzó una carcajada de satánica alegría, diciendo; — Esta vez, mi poder es el más fuerte. . . . Pero aun no habia acabado de ironunciar estas palabras cuando Decca. que había penetrado rápidamente en la habitación y dándose cuenta del peligro de Violeta, se apoderó diestramente de un espeso cojín, de los que formaban el ambiente oriental del ai>osento y. como un escudo de seda, lo interpuso entre el arma y la víctima, antes de que el cuchillo Uegase al blanco. La afilada hoja fué a clavarse, inofensiva, en aquel almohadón, y Dacca, arrojándolo con desprecio al suelo, asió a Nerva que trataba ya de salir de la habitación y que, viendo que sus esfuerzos y sus gritos no hacían efecto alpuno en los c(rcustantes, se sirvió del socorrido recui'so de fingir un desvanecimiento. Dacca, sin contemplaciones, la dejó caer al suelo, aunque sin dejar de observar sus menores movimientos. Al mismo tiempo que Dacca había alzado el cojín. Dupont lograba desasirse de Renard y arrojarlo escalera abajo mientras eludía con un movimiento forzado la puñalada del Rostro Fantasma. . . . Sin pensar más que en Violeta, el hipnotizador corrió bacía su amada. — Eres una valiente — dijo con ternura al llegar ai lado de la joven, mientras con gran cuidado trataba de desasir el cuchillo que retenía los cabellos de la joven contra la pared. Lue^o arrancó el otro puñal que estaba clavado junto a su rostro y estrechó largamente a Violeta contra su corazón. El Rostro Fantasma, al ver nue la partida estaba momentáneamente perdida, arrastró a Vera por un brazo bacía la salida secreta y Renard se escurrió también tras ellos, cerrando el lienzo de pared tras sí, sin que los demás se dieran cuenta de por donde habían partido, ya que Dupont estaba demasiado emocionado y se ocupaba de consolar a Violeta en tanto que Dacca montaba la guardia junto a Nerva y el doctor yacía sin sentido sobre la alfombra. — Aquí está la serpiente, señor — Dijo Dacca — ¿qué hacemos con ella? — Manda llamar a la policía y entrégala a la justicia con la que tiene cuentas pendientes. Yo me presentaré, a su debido tiempo, a presentar acusación en su contra, por el atentado de esta noche. La detención de Nerva y su condena a varios años de presidio sirvió para poner término a sus nocivas actividades, pocas semanas después de la escena que acabamos de relatar. Al día siguiente de la detención de Nerva, Dupont encontró a Violeta sentada junto a la ventana a través de la cual el sol desparramaba polvo de oro. En los ojos de la joven parecía reflejarse la más honda tristeza, pues su mente no podía borrar el recuerdo de las horribles aventuras de que acababa de ser involuntaria heroína. —Violeta — dijo Dupont — ¿por qué no te casas conmigo ahora mismo? Así tendré el derecho supremo de castigar a tus enemigos, de defenderte contra ellos y de vengar todas las indignidades con que te han abrumado. De todos modos, nuestra boda estaba señalada para la semana entrante y podemos adelantarla un poco . , . — No es posible que me case contigo hoy mismo— contestó la joven con melancólica sonrisa. — A pesar de todo lo que te amo. y tal vez precisamente por ese excesivo amor, no me parece justo ser tu esposa mientras este misterio horrible y amenazante que no acierto ji comprender, pese sobre mi vida como una maldición. Debemos esperar un poco , . . es decir el día de mí cumpleaños. A pesar de las súplicas y de la insistencia de Roberto, Violeta persistió en su decisión, y el doctor, desesperado, acudió al anciano Sutton en busca de apoyo. — Violeta tiene razón — contestóle el médico, para sorpresa del joven. — Temo que mientras no se abra el testamento de su padre y se conozca el contenido, ella está en gravísinio peligro. Si te casases, no sólo atraerías sobre tí el odio de loa que la persiguen, sino que el riesgo aumentaría mucho más. Y sí mueres, mi pobrecita protegida quedaría sola enteramente en el mundo, porque ya soy viejo y la maldad de las gentes no tardaría en hundirla para siempre en la desdicha . . . — Razón de más para que me case con ella cuanto antes — insistió el enamorado. — No necesitamos para nada de la fortuna de su padre. Yo tengo suficiente para vivir con todas las comodidades y hasta con lujo . . . Pero el doctor Sutton movió negativamente la cabeza : —Debemos seguir al píe de la letra las instrucciones de su padre. Mi obligación es ser fiel a la promesa que le hice en su lecho de muerte. — ¿ Quiénes son sus enemigos ? — preguntó Dupont.— ¿ Por qué la persiguen después de tantos años? — ^Tengo la firme creencia — replicó el doctor con aire pensativo— de que Steele es el instigador de esta campaña de odio. Aunque haya muerto, tal vez tenga algún hijo que haya heredado sus malos instintos o quizá hizo algún trato infame con alguno de los jefes de la tribu, en cuya compañía vivía. A no ser por la circunstancia de que ninguno de nosotros ha visto indio alguno entre La afilada hoja fué a clavarse, inofensivat en aqael almohadón los miembros de la banda, tendría yo la certidumbre de que esta última teoría es la verdadera. — Continúo a obscuras — dijo Dupont.— ¿Qué tienen que ver los indios con Violeta ? ¿ De dónde viene esta persecución que data de años? Sutton reflexionó un instante y luego hizo seña a Violeta y a Dupont a que se sentasen. — Hace veinte años, hijos míos — dijo el doctor — fui a la América del Sur como misionero médico. Mis trabajos me obligaron a llegar a las fuentes mismas del río Orinoco, en regiones inexplotadas y desconocidas para los europeos. Allí encontré a Ricardo Bronson y a Stuart Steele, trabajando como socios y procurando hacer sus fortunas, lejos de la civilización. Bronson tenía a su lado a su segunda esposa y a Violeta, que hacía poco acababa de perder a su madre. Sin embargo, era tan evidente la diferencia de gustos y temperamento entre ambos cónyuges que a menudo me preguntaba yo cómo habían llegado a unir sus destinos, Bronson. con frecuencia, discutía conmigo la teoría del eugenismo que, en aquella época, apenas si era conocida. — Ya sé que la ciencia de usted, doctor— me decía— condena este matrimonio mío y quizás el tiempo pruebe que tiene usted razón. La madre de Violeta era la mujer que el Cielo destinaba para mí, pero, a su muerte, yo no podía, por mis tareas y por la vida (lue aquí se ve uno obligado a llevar, atender a una niña de pocos meses. No teniendo parientes ni queriendo llevar a mi hija a un Colegio, pensé que lo mejor era contraer segundas nupcias. Conocí a mí segunda esposa por intermedio de Steele y confieso que me sentí atraído hacia ella, sobre todo pensando que mi hija podría, con su cariño, encontrar una segunda madre a su lado. De modo que después de breves relaciones, nos casamos y vinimos a vivir aquí. Pero, la verdad, mi esposa ha cambiado mucho de un año para acá. — Yo pronto me di cuenta — explicó el doctor Sutton — de lo que cualquiera que quisiera ver podía notar, a saber : que Steele y la señora de Bronson eran más que simples amigos. Pero nunca pude pensar que aquella falsa situación terminara en una tragedia. —Steele — ^continuó diciendo el doctor Sutton — había estado desde tiemim atrás, enardeciendo los ánimos de los indígenas y no se necesitaba ser profeta para comprender que pronto correríamos todo peligro en la localidad. A fin de impedir que nos sorprendiese alguna rebelión, advertí a Bronson del riesgo que lo amenazaba y él mandó llamar un yate que pasara a recogernos a la apartada región donde estábamos. Por mi parte, como con mi carácter de médico había salvado la vida a numerosos nativos que padecían la fiebre, resolví quedarme allí, seguro de que, iwr gratitud, respetarían mí existencia. Llamábanme "el brujo" y me creían dotado de poderes sobrenaturales, — -Desgraciadamente, el mismo dia en que Bronson debía partir en el yate, fué envenenado, accidentalmente, según aseguró su mujer. Pero en realidad, tengo e! convencimiento de que ella fué la que administró la droga fatal. En los momentos en que lloraba yo con amargura la pérdida de mi amigo, fui llamado con presteza a la habitación del jefe de la tribu indígena cuya mujer estaba también muriéndose, lo mismo que otra india contra la cual los nativos tenían injustificado odio. La esposa del cacique estaba a punto de dar a luz un heredero y el padre quería, a toda costa y para no quedar sin sucesión, que le salvara yo la vida. Con grandes esfuerzos logré esto último, aunque la madre falleció, y el reciénnacido, Kali, fué proclamado príncipe heredero de la tribu. — Steele llevó el cadáver de Bronson al yate que aguardaba en la playa y se preparó para levar anclas inmediatamente, aunque tenía la intención de secuestrar a Violeta al mismo tiempo. Pero yo conseguí arrebatarla de brazos de la soñolienta nodriza que la tenia a su cuidado y ocultarla en la cabana de uno de los indígenas. Creo que la viuda de Brinson sospechó de mí, pero ni ella ni Steele hicieron subsecuentes esfuerzos por buscarla. Además, en mi poder quedaron los papeles de Bronson y una carta en la que me nombraba tutor legar de su hija. — Aquella misma noche partió el yate, a bordo del cual iban la viuda y Steele. pero apenas acababan de alejarse de la costa cuando se desató una de las tempestades más furiosas que haya yo presenciado en mi vida. La borrasca cayó sobre el yate y lo arrojó contra los arrecifes. Aunque al principio se rumoró que todos los pasajeros habían perecido, me enteré de que Steele había podido llegar a la costa y, al poco tiempo, se había asociado con uno de los jefes de tribu de la región, aunque no puedo comprender qué oferta le hayan hecho para ganarse su confianza. Pocos meses después, volví a mi patria trayendo conmigo a Violeta y jamás he vuelto a oír hablar de Steele o de sus amigos. — i En qué consistía la fortuna de Bronson ? — preguntó Roberto. — Era muy poco lo que tenía, según entiendo. La verdad es que andaba buscándola, pero no creo que la haya encontrado. Entre los papeles que me dio, había varios miles de pesos en efectivo y, en la agonía, murmuró algunas palabras según las cuales comprendí que Violeta sería rica al cabo de veinte años a partir de aquella fecha, pero como estaba moribundo atribuí al delirio sus entrecortadas frases. Sin embargo, el infeliz lo dijo con aire impresionante y por eso fué por lo que quise conservar el retrato de Steele. Este o sus herederos entrarán en posesión de la herencia si Violeta muere antes de su próximo cumpleaños. — Faltan muy pocos días para esa fecha — terminó diciendo el doctor Sutton — Violeta te ama, Dupont, y no quiere, como es natural, verte mezclado en este torbellino de intrigas y de crímenes. El Rostro Fantasma, solo en su negra guarida, meditaba con reconcentrado furor en algún nuevo plan para deshacerse de Violeta, Abril, 1920 < -> PÁGINA 403