Cine-mundial (1920)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

C I N E M U N D I A L i mañana, mientras ambos se dedicaban a la ejecución del cuadro, ella como artista y él como modelo, llegó Dupont e interrumpió su trabajo, pidiendo al doctor Sutton que viniera a hablar con él, en privado, por unos cuantos minutos. Violeta, contrariada por la interrupción dijo, con aire de reproche, a su prometido: — Bien podías esperar, Roberto. Estamos en el punto crítico de ta ejecución y el modelo no debería moverse. . . — Lo deploro mucho, pero, realmente, se trata de un asunto ¡miX)rtantísimo. . . Te prometo, sin embargo, ser muy breve. . . Cuando ambos hombres se alejaban, la joven pudo escuchar una f ra?e de su conversación : — ¿Puede usted guardar un secreto ? Como es natural, su femenina curiosidad la hizo incorporarse del asiento para averiguar de qué secreto se trataba. Pero, al ver que se alejaban los dos hombres, pensó que ya tendría, más tarde, tiempo de inquirir con el doctor Sutton cuál era el asunto misterioso que ambos discutían, y volvió a sentarse ante su caballete. Lo cierto es que Dupont tenia el temerario proyecto de ponerse en lugar del Rostro Fantasma, penetrando en la casa de éste, para poder de esa manera encontrar pruebas contra el jefe de la siniestra banda y conseguir asi meterlo en presidio y dispersar a sus criminales subordinados. — No puedj aprobar tu plan. Roberto — dijo el doctor Sutton cuando el joven le hubo explicado sus intenciones — -aunque comprendo que debe tomarse alguna acción enérgica para atacar y disolver esta banda de foragidos, — Pues si a usted se le ocurre algún plan mejor que el que yo propongo, no tiene más que decírmelo — contestó Roberto. El doctor movió la cabeza negativamente, replicando: -7La verdad es que no se me ocurre nada, pero es indispensable que Violeta no se entere de tus proyectos. Yo me encargro de guardar silencio. hA joven, en la imposibilidad de contener su curiosidad por más tiempo, se habia acercado a los dos hombres, preguntándoles con aire picaresco: — ¿Qué travesura estáis preparando? Se me figura que tenéis alguna conspiración entre manos. ¿De qué se trata? Pero como ni el doctor ni Roberto respondían a BUS insinuaciones, dijo picada: — ^Pues no me importia lo que hagan. . . Roberto se echó a reír, declarando; ^Lo siento, pero no podemos decirte nada por ahora. Es un secreto. . . que te revelaré a mi regreso. — ¿A tu regreso?... Pues, ¿dónde vas? — Ese es otro secreto. . . — [El cielo nos asista! Estos son ya demasiados misterios. . . E irritada realmente por la conducta de su novio, no volvió a interrogarle ni aun cuando Dacca trajo las maletas para su amo y éste y se dispuso a partir. * * * Renard, Luis y Kali estaban fumando y charlando tranquilamente cuando se abrió la puerta de la habitación en que estaban y un jovenzuelo vestido con el traje grasiento de los obreros de las líneas telefónicas penetró resueltamente y sin anunciarse. Los tres bribones se pusieron de pie, inquietos, sin poder comprender cómo había entrado un extraño, a despecho de sus precauciones para alejar a todo el mundo. — ¿Cómo pudiste entrar? — interrogó Renard furioso y alzando el puño amenazador. Pero Vera le interrumpió echándose a reír — pues Vera era el muchacho que penetraba con aquel disfraz—y, quitándose la gorra que retenía sus cabellos. hizo una burlona reverencia a sus cómplices que la rodearon con admiración. —Creo que es un gran disfraz, ya que ni vosotros me reconocisteis. . . — 1 Ya lo creo que es un disfraz magnífico I — asintieron todos. El mismo Rostro Fantasma, que atísbaba, como de costumbre, para ver el efecto de su nuevo plan, mostró su aprobación. Aquel disfraz sirvió a Vera para pasar, sin dificultades, la entrada de la ser\'idumbre de la casa en que Dupont vivía. Segura de sí misma y con toda tranquilidad, la mujer buscó los hilos telefónicos que conectaban la casa con las líneas centrales y, cuando los hubo hallado, los cortó sin ceremonias y llamó a la puerta, que Dacca se apresuró a abrir. —Me mandan de la Compañía de teléfonos — dijo Vera por toda introducción. — Nuestro teléfono no necesita reparaciones — contesto el criado. —Sí. está descompuesto— insistió el falso muchacho, haciendo a un lado a Dacca y entrando en el aposento del doctor Sutton. hizo que el aparato fuese probado y se vio que. efectivamente, no funcionaba El doctor, entonces, dejó que el intruso se pusiera a trabajar. Vera sacó de una bolsa de cuero sus herramientas. al parecer imbuida en su labor, pero en realidad barriendo con la mirada toda la habitación con el fin de encontrar el retrato que se había propuesto robar y poner en manos del Rostro Fantasma. Pronto notó que el cuadro estaba colgado en la pared, bajo la escalera y. sm perder tiempo, sacó un afilado cuchillo y se arrastro como un reptil hacia la pintura Dacca, sin embargo, se dio cuenta de sus movimientos y en los momentos en que Vera iba a comenzar la operación, lanzó un grito que hizo a la intrusa soltar el arma y desgarrar la tela. Dacca se había interpuesto entre Vera y la puerta y como ella no sabía operar el lienzo movible de pared mas que del otro lado de la casa, no vio más que una salida a su difícil situación y, rápida como íJ?°samiento. salvó la ventana y saltó a la calle Ni Dacca, ni Violeta, ni Sutton. que habían acudido al gnto dado por el primero, pudieron impedir su fuga y, asomándose al balcón, creyendo que Vera se habna estreUado sobre el pavimento, vieron con sorpresa que el "muchacho", incólume y a salvo, corría, cojeando y desaparecía a la vuelta de tina esquina antes de que nadie pudiera darle alcance. — ¿Quién era? — preguntó Violeta. — Un suicida, sin duda — contestó Sutton. —No — replicó Dacca — . Lo sorprendí haciendo ésto. Y señaló el cuadro, desgarrado transversa I mente por el cuchillo de Vera. — Estaba tratando de desprenderlo del marco, pero no me explico cuál pueda ser el motivo — dijo ^Sutton— . Yo estimo en mucho esa pintura y me dolería perderla. Guárdala en lugar seguro, Dacca. Consternados estaban los conspiradores cuando Vera regresó, casi sin aliento y pálida de dolor y de fatiga, confesando su fracaso. — Al menos^ — dijo — he averiguado que Violeta se interesa en la pintura y me parece que Luis puede. . . — ¿Llevarla al taller? — interrumpió el Rostro Fantasma— . Me parece una excelente idea. Luis sabe manejar el pincel y será fácil atraerla allí y retenerla en uno de los "estudios" desocupados. . . . saliendo repentinamente de su escondite, se acercó a Dacca. . . El Rostro Fantasma era, en efecto, propietario de un edificio cuyos inquilinos eran, en su mayoría, artistas y pintores, y sabía que la mayor parte de ellos se hallaban ausentes a la sazón. Aquella misma noche. Luis, con el rostro desfigurado para que no lo conociesen, llamó a la puerta de la casa de Dui>ont, diciendo al criado que abrió la puerta : — Soy amigo viejo del Dr. Sutton. . . ¿No está en casa? Lo siento, pero al menos podré dejarle un recado i>or escrito... ¿No? Violeta, que oyó la conversación, indicó a Dacca que dejase entrar al desconocido, diciendo a éste; — Deploro que mi tutor se halle ausente, porque me consta que te gusta mucho volver a ver a sus viejos amigos. . . — Yo también lo deploro infinitamente — dijo Luis con aire meloso — . Acabo de llegar de la América del Sur y. . . i Ah I es un magnifico retrato de mi amigo, ¿es obra de usted? — añadió señalando el cuadro que Violeta acababa de completar. Y mientras la joven, ruborizada, inclinó afirmativamente la cabeza agradeciendo el elogio hecho a su trabajo, el zorro de Luís espió el cuadro destrozado por Vera y que aún no había sido retirado de su sitio. — ¿Y este cuadro? — continuó el intruso acercándose al retrato — . Tal vez usted, con su temperamento artístico, se dejó llevar por la ira y lo destrozó, señorita. . . — No, no — protestó Violeta — . Fué otra persona la que hizo eso. Y el doctor Sutton lo sintió mucho, pues estima el cuadro. . . — Pero es fácil repararlo— interpuso Luis — . Es cuestión muy sencilla. . . Si lo llevase yo a mi taller. . . — ¿Es posible? — dijo Violeta interesada — . ¿Y no se notará? — Ni pizca. Estoy cierto de que ni mi ami^o Sut ton podría decir dónde estaba la huella del cuchillo. Y tendré a mucho honor hacer ésto en favor de mi viejo amigo. Si usted quiere mandar el retrato o mi taller. . . — ¿Cuándo ? — interrogó Violeta. — Mañana, por ejemplo — ^contestó Luis con aire indiferente. — ¿Mañana ?— preguntó Violeta. — O esta misma noche si usted quiere, señorita — contestó el astuto conspirador. — ¿Y podré ver a usted mientras está trabajando 7 — inquirió Violeta. — Será un honor para mi — asintió Luís inclinándose y besando la mano de la joven. — Dacca— ordenó la novia de Roberto dirigiéndoseai criado — prepara el cuadro para llevarlo al estudio de este caballero, que lo va a reparar. Y mientras Luis ayudaba al fiel sirviente a envolver la pintura, Violeta corrió a buscar su abrigo y pocos instantes después iba en compañía del deseo 'i nocido y del criado hacia el taller. Dupont, que había procurado disfrazarse de modo que se le tomara por el Rostro Fantasma, recordando todos los detalles de la fisonomía y aire general del jefe de la banda, tales como le aparecieron cuando conoció al feroz criminal en el laboratorio abandonado, pudo, no sin dificultades, penetrar en el domicilio del conspirador y se encontró en un cuarto envuelto en impenetrables tinieblas, en <^onde apenas se atrevía a moverse por miedo de tropezar con algún mueble. Encendiendo un fósforo, halló a mano dos bujías que estaban sobre una mesa cubierta de terciopelo negro, ignoraba que la flama de aquellas dos bujias era la señal que el Rostro Fantasma elegía para llamar a sus secuaces cuando tenia alguna orden que comunicarles. Kali y Renard estaban en aquel momento charlando cerca de la ventana del salón y la luz de las bujías les llamó la atención porque sabían que su jefe debía estar en aquel momento con Vera en el taller de Luis. ¿Habían fracasado de nuevo sus siniestros planes? Las cortinas se abrieron y una forma se destacó sobre la puerta. ¿Era el Rostro Fantasma? Dupont se detuvo vacilante. No contaba con tener que habérselas tan pronto ccn uno de los de la Banda» "Si puedo engañar a estos dos" se dijo, "ya nada tendré que temer de los demás". Valerosamente avanzó hasta la mitad de la sala. Renard y Kali se inclinaron al verlo pasar. Dupont creyóse a salvo y. sin hablarles, se dirigió hacia la mesa que había en la habitación. Renard lanzó una mirada de inteligencia hacia Kali. pero éste no comprendió y se dirigió hacia Roberto. Dupont, volviéndose rápidamente, encontró la mirada del pigineo fija en la suya e inmediatamente trató de dominar al extranjero con sus ojos hipnóticos. Pero no tuvo en cuenta a Renard que, poniéndose hábilmente a su espalda, sacó una pistola y apoyándola contra la columna vertebral del joven, le dijo : — Si tratas de volverte, te mato. . , Y con la mano que le quedaba libre, quitó a Dupont la peluca y la máscara que éste llevaba. — Ya me lo figuraba yo. . . Pero esta vez. puesto que has venido a ponerte en nuestras manos, no saldrás vivo de ellas. . . Dupont no se movió. Sus ojos estaban fijos en los de Kah. mientras la pistola de Renard se hundía en su espalda, amenazadora. — Este es mi humilde taller — dijo Luis a Violeta cuando ambos llegaron al edificio. La sala en la mal penetraron era amplia y espaciosa aur.que un tanto destartalada. El Rostro Fantasma se había ocultado ya. Vera, haciéndose pasar por una modelo, dio la bienvenida a Luis con un desparpajo que no dejó de sorprender a Violeta. Dacca, por su parte, recorrió con la mirada las obras de arte que había en torno. Su atención se concentró en un gran molde de yeso, de proporciones heroicas, que estaba montado sobre dos bancos de madera. Luis se apresuró a clavar el cuadro dañado sobre un restirador y comenzó a trabajar en los moldes, mientras Violeta miraba aquello con gran interés. El Rostro Fantasma, saliendo repentinamente de su escondite, se acercó a Dacca por la espalda y asestó al criado un golpe formidable con una cachiporra. El indígena cayó pesadamente al suelo. Y al escuchar el ruido. Violeta se volvió. Sin darle tiemEK) a hacer un movimiento ni a lanzar un grito, Luis y el Rostro Fantasma !a asieron con firmeza. Vera se apresuró, por su parte, a amordazarla con un trozo de lienzo que halló a mano, Viéidose en poder de sus enemigos y comprendiendo que Dacca no podía ayudarla, pues se hallaba sin conocimiento sobre la alfombra, Violeta luchó valerosamente. Pero los dos hombres se rieron con sarcas | mo de sus esfuerzos. — Es inútil que trates de arañarnos. . . Abre el molde. Luis — dijo el Rostro Fantasma. Luis alzó a Violeta — horrorizada de los proyectos de aquellos infames — y, después de abrir el molde en dos, colocó a la joven en la abertura que quedaba en el centro de éste y en la que apenas si había espacio para contener a una persona. Vera y Luís reían I como demonios al efectuar aquel enterramiento en la | tumba de yeso. El Rost ro Fantasma arrojó sobre el molde un barril de yeso y se dispuso a cerrar aquel ataúd extraño y del cual no había fuga posible. I Violeta consideró vano implorar piedad de aque ! líos tres enemigos que la contemplaban con burlona, implacable sonrisa, mientras completaban su obra de I muerte. . . FIN DEL QUINTO EPISODIO Mayo, 1920 < P .4 G I N . 487^