Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL EL REPÓRTER DEL €N LA confección de una noticia periodística y en los incidentes que, con frecuencia, forman parte integrante de la caza de esa noticia, hay por regla general tanto o más interés que en la información misma. Y si los repórters de los grandes diarios tienen mucho que contar, los modernos noticieros de la película — sobre todo los que hacen sus fotografías desde el aire — hallan material hasta para novelas enteras en cada una de sus expediciones por las alturas. De un viaje de esos vamos a hablar en estas líneas, con permiso de la casa "Pathé", por cuenta de la cual el que estos renglones escribe se lanzó a las nubes, en compañía de otros dos corresponsales y de un par de fotógrafos de la "Revista Pathé" y con la cooperación de varios oficiales del ejército norteamericano. El objeto de esta empresa era tomar fotografías aéreas de hazañas extraordinarias de aviadores y aviones en pleno espacio, a fin de presentarlas más tarde al público en los salones de Cine. La primera cinta iba a ser la del salto que, desde un aeroplano, haría en un paracaídas el sargento Billy Moon, perito en tales volteretas. Dos fotcígrafos tomarían la escena Por CARLOS GATCHELL desde la gigantesca máquina de bombardeo, de marca Handley-Page, en que íbamos. Uno de ellos, H. D. Blauvelt, veterano de las películas, tenía el encargo de aprisionar en su cámara las imágenes sucesivas de Moon cuando éste se deslizara por el ala del aeroplano hasta llegar al borde, segundos antes de saltar. El otro fotógrafo iba en un aeroplano más pequeño y ágil: se llama Tomás Baltzell y es una maravilla para tomar fotografías patas arriba. Su misión era sacar al sargento en el curso de la caída, siguiendo fielmente su trayectoria en el aire, desde el momento en que dejaba la máquina hasta tocar tierra en el aeródromo. En la máquina grande en que íbamos con Blauvelt, estaba asimismo E. Cohén, director de la "Revista Pathé", que dirigía "la maniobra". Confieso que yo estaba un poco nervioso, aunque no era la primera vez que ascendía por los aires. Pero como mi deber consistía simplemente en observar y tomar notas y dejar que otros se rompieran la crisma y evitaran que yo me la rompiera, dejé El fotógrafo, el director, los ayudantes y el cronista — Lanzándose al espacio — La flotilla de aeroplanos. que los demás se ocupasen de todos los preparativos sin meterme en averiguaciones. Un comentario personal Partimos. Y aquí viene bien declarar, para que se enteren quienes nunca han subido en aeroplano, que — en mi humilde opinión — una de las cosas más curiosas que suceden al que asciende a las nubes en un avión es que le parece que, allá abajo, son numerosos, numerosísimos los cementerios. ¡Qué blancas, qué innumerables y qué apiñadas unas contra las otras, las cruces que marcan las tumbas! ¡Qué grandes son los camposantos! ¡Cuántos hay! Parece que, al bajar, por fuerza tendremos que caer en uno de ellos. . . Pero no se trata de mis ideas personales, sino de lo que ocurrió en aquel vuelo histórico. -> P Á ci N A 552