Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL Dorothy Gish en varias escenas de "Por los aires con Jane", argu mentó dirigido por el Maestro Griffith, que se estrenará en los Estados Unidos dentro de un par de meses y en la América Latina durante el próximo invierno. Dorothy Gish, Aviadora i»ff o PRIMERO que un entrevistador Jl de estrellas cinematográficas tiene Jí^^ que aprender, si ha de salir airoso de su empresa, es el difícil arte de la concentración. Por lo general, los talleres en que esas entrevistas se celebran, son una colmena ruidosa en la que las gentes van y vienen— y no en silencio — y donde nunca faltan escenas interesantes que distraen la atención. Entablar plática en esas condiciones es doblemente difícil porque a la natural nerviosidad se une la gritería ambiente y, además, cuesta un triunfo, entre tantos actores, barbas, carpinteros, fotógrafos y electricistas, encontrar a la persona a quien uno busca, sobre todo, si esa persona es pequeñita e inquieta, como Dorothy Gish. Muchas veces había yo estado en el taller de Griffith y creí que mi familiaridad con sus rincones y vericuetos me serviría para hallar cuanto antes a la picara protagonista de "Loca de Remate", pero por el camino me entretuve en contemplar una escena cómica que estaban fotografiando en cierta sala del "studio". . . La escena era de carácter doméstico. Un joven, con aire impaciente, medía a grandes pasos la supuesta habitación, mientras el fotógrafo daba vueltas a la manija de su cámara. El actor llevaba en las manos una camisa — bastante sucia por cierto — y tenía el aspecto de persona que busca indumentos limpios y no los encuentra. Abría cajones, levantaba cobertores y. por fin, alzó la sobrecama y escudriñó debajo del lecho, sin encontrar lo que quería. — ¡Janie! — gritó entonces con toda la fuerza de sus pulmones y como si estuviera representando en las tablas — ¡Janie! Pero nadie contestó, ni nadie se presentó. — ¡Janie! — volvió a gritar con un vozarrón que estremeció las bambalinas. Las hojas de la puerta que había a la derecha del "taller" comenzaron a abrirse lentamente. Pronto pude discernir quién era la personita que penetraba por ahí, al llamado del supuesto marido: vestida con un primoroso traje verde, la populaTísima Dorothy Gish hacía su entrada en escena, por donde menos la esperaba yo. El caballero de la camisa sucia — enarbolada por los aires como una bandera de protesta— hacía, como digo, el papel de cónyuge de la heroína. Según el argumento de la cinta, él era un antiguo "as" del ejército que se había enamorado de Dorothy durante la permanencia de ésta en Francia y se había casado a poco. La representación mostraba, en aquel momento, una de las disputas matrimoniales que caracterizan a la luna de miel. V la escena no terminó hasta que Dorothy, abriendo un ropero, inundó la habitación con una verdadera catarata de ro Por HERIBERTO J. RICO pa blanca. Después de lo cual, el marido, haciendo una reverencia sarcástica, declaró que no irían a ninguna parte aquella noche, en vista de que lo que él necesitaba en aquel momento no era ni teatro ni cena, sino ruibarbo para la bilis. Apenas concluyó esta parte de la representación, fui presentado a la señorita Gish y comencé a interrogarla, por cuenta de CIN'E-MUNDIAL, a propósito de películas, artistas y tndn lo deniñs. Pero, a los dos minutos de conversación, me di cuenta de que el único asunto que parecía interesar Dorothy Gish hojeando un número de CINE-MUNDIAL en compañía de nuestro nuevo redactor, Heriberto J. Rico. Esta fotografía fué tomada en los talleres de Griffith entre escenas de la película, como indica el traje de aviadora de Miss Gish. a la popular actriz era la aviación, los aeroplanos, los aterrizajes, los "vol-planés" y cuanto se refiere al arte de volar. — Esta película que estoy haciendo — me dijo — tiene muchísimo que ver con la aviación, y es natural que esté entusiasmada con el asunto. Hace tiempo que deseaba yo en jvNio. 1920 < contrar una oportunidad para lanzarme a las nubes y creo que, por fin, voy a ver satisfecha mi ambición. En esta cinta, obligo a mi marido a que consienta en dejarme aprender a volar antes de casarme con él. Accede, pero, como es natural, mis deberes domésticos quedan lamentablemente abandonados por culpa de mis aficiones aéreas y por eso salen a relucir las camisas, los cuellos postizos y todas esas cosas que vio usted desparramarse por el taller. — Pero ¿ha subido usted alguna vez en aeroplano ? — pregunté. — Todavía no. — Eso quiere decir que subirá muy pronto. . . — Ya voy perdiendo las esperanzas. Cuando todo parece arreglado, cada vez que voy a subir, pasa algo y hay que dejarlo para más adelante. Estoy desesperada. Nunca faltan amigos que me ofrezcan sus máquinas para hacer la experiencia, pero mi mamá se opone y es muy difícil escapar a su vigilancia. La última vez, ya estaba todo listo y yo imaginándome haciéndole la competencia a las golondrinas. . . — Y se rompió la máquina ¿no? — interumpí. — No. Lo que pasó fué que en el momento psicológico llegaron mi señora mamá y varios amigos que insistieron en subir conmigo y, claro, como éramos tantos, el aeroplano no se pudo apartar más de un metro de la tierra. ¡Figúrese usted qué ridiculez! Pidiéndome que la dispensara un cuarto de hora, la diminuta actriz se separó de mí, y, al cabo de un rato, regresó vestida de aviadora, de pies a cabeza. — Ahora sí creo que va de veras — me dijo entusiasmadísima y con los ojos brillantes. — Pero hoy no podrá usted volar, señorita. . . Está lloviendo. — Sí, pero va a aclarar. Ya verá usted. Tengo que salir en unas escenas interiores que deben ser tomadas antes de las tres de la tarde y, de aquí a entonces, ya habrá salido el sol. Y subiré en un aeroplano de ver j. . . — ¿Va usted a salir fotografiada durante el viaje en pleno aire, o simplemente aparecerá a bordo de la máquina, pero en tierra firme? — No, no, no. . . Nada de trampas. Esta vez me saldré con la mía. El argumento exige que suba yo a las nubes y subiré o pierdo el nombre. Ahora no anda por ahí ninguna mamá que me lo impida ni ningún grupo de amigos importunos que sirvan de balastre. Subiré. Es mi deber. Y lo dijo con un aire de resolución de lo más cómico. —Debe ser muy interesante la película — {Continúa en la página 561) > PÁGINA 560